El sector agroalimentario europeo se pone ante el espejo con acuerdos como el UE-Mercosur. ¿Oportunidad o agravio? Un escritor español analiza las implicancias del acuerdo alcanzado en 2019 y que puede llegar a afectar el comercio bilateral entre los dos bloques que agrupan a más de 750 millones de personas
Tras veinte años de negociaciones, se ha cerrado el acuerdo de la Unión Europea con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), si bien aún tiene que ser ratificado por cada uno de los Estados firmantes y por el nuevo Parlamento Europeo.
Es el mayor acuerdo comercial en la historia de la UE, al afectar a 520 millones de consumidores europeos y a 260 millones de la región de Mercosur. Se pretende eliminar más del 90% de los aranceles en ambos mercados, lo que supone una apertura comercial sin precedentes.
Economistas especializados y los gabinetes técnicos de las organizaciones profesionales agrarias (OPAs) se han ocupado de valorar los aspectos económicos del Acuerdo y sus posibles repercusiones en la economía española, y en especial en el sector agrario.
No es, por tanto, el objetivo de este artículo seguir abundando en la dimensión económica del Acuerdo, sino aportar algunas reflexiones sobre su importancia política:
- Con este acuerdo, la UE se ratifica en su apuesta política por el multilateralismo y la apertura de los mercados, cuando hay países, como EE.UU., que enarbolan la bandera del proteccionismo y del nacionalismo político y económico.
- Para Mercosur, la importancia política del Acuerdo es innegable. Supone un incentivo para que países que ahora son sólo “asociados” (Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana) se decidan a formar parte plena de esta unión regional.
- Además de las oportunidades que el Acuerdo le abre a la economía europea (productos industriales y servicios), hay que valorarlo también porque permite estrechar los lazos de cooperación con países culturalmente cercanos a Europa. Y eso es importante en un momento en que el gobierno de China desarrolla una política expansiva en Latinoamérica.
- Tanto para la UE como para Mercosur, el Acuerdo contribuirá a crear institucionalidad. Es decir, redes institucionales para avanzar en la mutua cooperación política, económica y cultural entre áreas regionales, superando así la cooperación bilateral entre países.
- En términos de política económica, el Acuerdo permitirá aumentar las inversiones europeas en aquellos sectores donde no existen suficientes capitales nacionales en los países de Mercosur, dinamizando así la economía de estos países.
- El hecho de que sólo un 5% de las exportaciones de la UE a Mercosur sean de productos agrícolas y ganaderos, representa un potencial de expansión para el sector agroalimentario europeo en los países de esa región. Para aprovechar esa oportunidad, el sector debe adoptar nuevas estrategias comerciales basadas en la calidad. No vale quedarse con la foto fija, sino moverse para prepararse ante los retos futuros.
- Acuerdos como éste de Mercosur, ponen a nuestro sector agroalimentario ante el espejo, y le muestran sus debilidades, pero también sus fortalezas. La actual vulnerabilidad de algunos subsectores agrícolas y ganaderos se debe a factores estructurales que no tienen que ver con la existencia de este tipo de acuerdos (pensemos en el aceite de oliva, los cítricos o los productos lácteos).
- Existen en el Acuerdo mecanismos de salvaguarda para mitigar los posibles efectos que pueda tener en determinados sectores (por ejemplo, cuotas de volumen de entrada). Asimismo, la Comisión Europea ha adquirido el compromiso político de poner recursos económicos a disposición de los agricultores de la UE para que puedan realizar los ajustes necesarios.
- El Acuerdo puede servir de acicate para que la agricultura de los países de Mercosur vaya alcanzando los altos estándares europeos en materia laboral, sanitaria y medioambiental (de hecho, asumen los compromisos de París sobre cambio climático). Pero también para que los productores europeos se esmeren más en el respeto de las normas de sanidad y en el control de calidad de los productos que se exportan desde la UE.
- Es cierto que los modelos agrarios que predominan a ambos lados del Atlántico son diferentes (explotaciones de tamaño pequeño y mediano en la UE y explotaciones de grandes dimensiones en la agricultura de Mercosur) y que eso puede perjudicar a los agricultores europeos debido a sus mayores costes de producción. Pero también es cierto que la realidad de la agricultura de la UE y de Mercosur es más diversa de lo que nos dicen las grandes cifras macroeconómicas (hay grandes y pequeñas o medianas explotaciones en ambas regiones). Asimismo, el mayor tejido asociativo de la agricultura europea le permite impulsar economías de escala en las explotaciones de menor tamaño, siempre que se asocien para ser más eficientes en los mercados.
Acuerdos como el de la UE y Mercosur suponen, en definitiva, avances políticos importantes en los procesos de integración regional, tanto dentro de cada región, como entre regiones. Pero también son oportunidades para que los Estados participantes aborden procesos de innovación política y económica que de otra forma no emprenderían por falta de incentivos.
Por eso, estos acuerdos hay que analizarlos con una perspectiva amplia y de largo plazo y no con las luces cortas de los análisis coyunturales.
En el fondo del debate subyace la siguiente pregunta: ¿queremos apostar por mercados abiertos entre grandes regiones, pero sometidos a reglas que den seguridad a los productores y establezcan mecanismos compensatorios, o por el contrario abogamos por mercados sin control donde impere la ley del más fuerte?
Publicado en
El diario Rural de España (www.eldiariorural.es)