Entrevistado en Posadas, el filósofo defendió la tesis de su extensa obra El deseo de revolución (más de 500 páginas). Y aporta algunas cuestiones por demás interesantes
“El deseo de revolución pertenece a un fenómeno moderno. Del siglo XX, de mi generación, y anterior a mi generación también”. Así arranca Tomás Abraham, uno de los filósofos políticos más importantes de la Argentina y el continente. Y admite -más allá de machacar con este sonsonete- que los pensadores franceses han influido muchísimo en todo el pensamiento contemporáneo, casi como los intelectuales de ninguna otra nación lo lograran.
“Yo analizo la historia de una idea de revolución, una idea hegemónica durante el siglo pasado. Fue muy importante. Es así que tiene un aspecto que iba más allá de los deseos y se posesionaba de las voluntades de la gente en más de medio planeta”, señaló Abraham al autor de esta nota y divulgada inicialmente por Derecho al Autor, programa que fue por Canal 12 de 2014 a 2019. “Esa idea de revolución era una idea filosófica elaborada por Karl Marx en siglo XIX que fue adoptada por ciertas vanguardias políticas que se organizaron de acuerdo a esas filosofías y le agregaron estrategias y tácticas adecuadas. Hicieron revoluciones Se apoderaron del Estado y fueron dominio de medio planeta. Y la otra mitad del planeta, tenía organizaciones que querían implementar eso también”, puntualizó.
Se proclamaba que era una verdad científica, ya que el “materialismo histórico” (desarrollo teórico de Karl Marx) era una concepción de la historia que tenía leyes objetivas para el filósofo argentino. “Y se basaba en la lucha de clases como motor de la historia, que tenía un sentido objetivo. Así se suscitaba un desarrollo de las fuerzas productivas irrefrenable, de la ciencia y la tecnología y la acumulación de capital. Y las relaciones de propiedad que se iban a modificar, necesariamente y además por la acción humana”.
Esto era en vistas a un tipo de sociedad nueva en la que no hubiera explotación, ni opresión ni Estado ni siquiera moneda. Había una idea de sociedad de porvenir con la idea de la emancipación humana.
Queda claro que para Abraham se trató de un fenómeno político y filosófico. En un momento dado, surgió esta idea, ya en el siglo XIX con la Revolución Industrial, la transformación del mundo, la técnica y la tecnología. Surgen las disciplinas, la idea de la ciencia, el positivismo, la Psicología, la Psiquiatría, todo lo que se te ocurra. Y que se podía crear un hombre nuevo y una sociedad nueva. Y esto no en términos utópicos, en términos científicos.
Para el autor de “El deseo de revolución”, es en ese contexto que aparece el marxismo. El marxismo se dice Ciencia de la Historia. Hay una ciencia por la cual se interpreta el devenir humano, y además sienta las bases teóricas para transformar la sociedad.
“Decía Marx: basta de contemplar, hay que transformar. Transformar la sociedad y crear una sociedad nueva que inicie un proceso que nunca se dio hasta ahora: una sociedad de iguales donde no prime el dinero en la relación entre la gente”, acotó.
Y esto, que es una filosofía, fue tomada por grupos de anarquistas, de resistentes, en la Unión Soviética, en Alemania, en Europa, en distintos lugares, a principios del siglo XX.
Revolución e influencia francesa
En eso reside la originalidad de este pensamiento revolucionario, según Abraham.
“Fue una idea de nuestro siglo. Es decir, esto no es de antes. No es del Imperio Romano, no es medieval, no es nada. Es de nuestro siglo. Y medio planeta vivió sobre la base de esta filosofía. Y se llamó comunismo. El comunismo. Con un centro muy poderoso en la Unión Soviética y una expansión por la mitad de Europa”, aporta.
Entonces estaba estudiando y resulta que su formación es francesa, porque estudió allá. “Mis profesores son franceses, mis lecturas son francesas, mi educación filosófica es francesa. Encontré que una de las características modernas, contemporáneas de la filosofía francesa era el deseo de revolución, y que lo encontraba en todos. Empieza en un momento dado, le doy a Sartre un especial lugar, después a toda una camada, después a los Foucaults, a los Derridás, a los Lacanianos, etcétera”.
Cruzando el océano; llegando a Argentina
Es decir, toda una entidad de la cultura francesa que no fue únicamente francesa. No quedó entre el Mediterráneo y los Alpes sino que se difundió. Y se difundió también en la Argentina.
Argentina fue muy receptiva a esos envíos. Sabemos lo de Lacan, lo de Sartre fue importantísimo en la década del sesenta, tan importante como el lacanismo en la del ochenta, sabemos lo de Althusser.
Y encontré que una de las características es que es una filosofía muy política la francesa. Desde la época de Rousseau y de Víctor Hugo, siempre fue muy política y muy radical, muy jacobina, como se dice. Este deseo de revolución insistía en esa filosofía y en los efectos de esa filosofía en otras culturas como en la nuestra.