En la Introducción de su libro “Andresito Historia de un pueblo en armas”, Pablo Camogli se anima a dar un pantallazo acerca del héroe silencioso de Misiones y de la patria, con el título “Hacer visible lo invisible”.
Andrés Guacurarí es un personaje desconocido. No solo para la sociedad argentina, incluso para los propios misioneros, que lo han designado prócer provincial sin tener muy en claro quién fue y qué hizo. (…)
Sus orígenes son difusos, pero está claro que se trata de un descendiente de guaraníes nacido en la región de los pueblos de las antiguas reducciones jesuíticas ubicadas sobre la costa del río Uruguay.
Si bien se desconoce tanto su lugar como su fecha de nacimiento, es probable que haya sido el 30 de noviembre de 1778 en Santo Tomé, población perteneciente a la actual provincia de Corrientes.
Andresito nació el mismo año y a pocos kilómetros de distancia de otro misionero famoso: José de San Martín. Ambos fueron hijos de una época de transformación y de un espacio (el guaraní-misionero) que sería estratégico en el gran escenario de la revolución y la independencia.
Los primeros años de vida de Andresito son borrosos, por lo que podemos inferir que su suerte fue similar a la de miles de guaraníes. Luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, las reducciones sufrieron un proceso de disgregación tanto espiritual como demográfica. Si bien sus elites dirigentes abrieron canales de negociación con las nuevas órdenes religiosas que operaron en la región, y fundamentalmente, con las autoridades coloniales que pasaron a gobernar los pueblos, está claro que la apertura del espacio guaranítico modificó la realidad regional. (…)
Andresito vivió toda esta etapa de cambio para su pueblo. Pero a diferencia de otros guaraníes, tuvo la oportunidad de congeniar ambos idearios: el ancestral y el moderno. Para ello fue clave su encuentro con José Gervasio Artigas, producido en una fecha aún indeterminada. El líder oriental lo adoptó y le otorgó su apellido, pero más importante aún, le permitió compartir con él todo el proceso de gestación de las definiciones ideológicas del federalismo artiguista, la propuesta alternativa a la de la elite porteña para el Río de la Plata.
Fueron años de aprendizaje para el joven guaraní que había adoptado Artigas en los que Andresito forjó su propia identidad política hasta llegar a gobernar su provincia natal.
A principios de 1815, el proceso revolucionario había puesto las cosas patas para arriba: un indio, Andrés Guacurarí, fue designado comandante general de Misiones, un cargo similar al de gobernador, que contemplaba funciones tanto políticas como militares.
No es dato menor: Andresito fue el único aborigen que gobernó alguna provincia argentina a lo largo de 200 años de historia.
El radicalismo de la propuesta igualitaria del federalismo artiguista fue incluso más allá, e hizo de Andresito comandante militar de Corrientes en 1818. Ya no era un indio gobernando entre indios; ahora era un indio gobernando entre blancos, una medida acorde al ideario revolucionario de la modernidad, pero inaceptable para aquellos que sólo querían la revolución para ser herederos del poder colonial.
Andresito, prócer misionero y General de la Patria
(…) La provincia de Misiones profundizó la revalorización histórica de Andresito, al designarlo mediante la ley VI – N° 155 de 2012, “prócer misionero” en virtud de sus “valores patrióticos en defensa de la causa popular y federal misionera y su activa participación en la Revolución de Mayo de 1810”. En un caso inédito, una provincia argentina designó por ley a un indio como su prócer y su referencia histórica. (…)
A partir de esta designación, en Misiones se registra un extendido fervor por la figura de Andresito.
Amén del monumento (…) que se yergue majestuoso, de espaldas al río Paraná con un hercúleo cuerpo de acero inoxidable de más de veinte metros de altura que ha modificado para siempre las facciones urbanas de Posadas, han sido numerosos los homenajes a su persona.
La reivindicación de Guacurarí transita dos caminos, uno hacia adentro de la provincia y otro hacia afuera, con la intención de nacionalizar su figura.
Hacia la sociedad local se apunta a la adecuación de las “currículas” escolares para que incorporen, en forma clara y constante, esta porción siempre olvidada de la historia.
Hacia afuera, se procura el reconocimiento del resto del país a la figura de Andresito. Sobre el último, el 1° de abril de 2014 se dio un importante paso en la resignificación del personaje cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo ascendió post mortem al rango de general del Ejército Argentino, y lo colocó al mismo nivel de Martín de Güemes, Juana Azurduy y otras figuras de la época de la revolución y la independencia.
Un último comentario antes de comenzar a rastrear la experiencia del pueblo guaraní en armas y la de su líder. Soy misionero y, en cierta medida, formo parte de la reivindicación histórica de Andrés Guacurarí.
Admiro al personaje y considero extraordinario que mi provincia lo haya transformado en prócer.
Pero también tengo claro que se trata de traspasar las fronteras misioneras, para que Andresito no sea un souvenir turístico para los miles de visitantes que recibe anualmente mi provincia, sino una personalidad trascendente del pasado nacional.
Para ello, nada mejor que empezar a conocerlo en toda su dimensión, el único camino para hacer visible lo invisible.
(Introducción de “Andresito Historia de un pueblo en armas”)