El ex gobernador misionero aprovechó una columna para recordar un hecho de otras épocas donde la pasó muy mal: candidatos sacados, borracheras y una pistola calibre .38 en un paraje muy oscuro
Ricardo “Cacho” Barrios Arrechea fue el primer gobernador de Misiones tras el retorno a la democracia en 1983. De origen radical, el médico posadeño pudo acceder a la titularidad en el Poder Ejecutivo Provincial tras vencer a Julio Humada del PJ en esa ocasión
Ya se había vislumbrado cierta tendencia cuando en 1975, en las últimas elecciones de la Argentina (antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976) realizadas en Misiones, Barrios Arrechea había estado muy cerca del candidato del PJ en ese entonces, Miguel Ángel Alterach.
En una columna dominical en El Territorio del 24 de mayo denominada “Una noche imposible de olvidar”, Cacho trajo a la memoria hechos de su niñez e infancia.
Pero además aportó un dato poco conocido. En una ocasión, estando en el interior, se realizaba un acto en una pequeña localidad, que estratégicamente evitó identificar.
El acto no había sido multitudinario sino todo lo contrario. “Era de noche, pobre la tribuna y pobre la asistencia; pero haya uno o miles, los potentes discursos debían estremecer el aire y excitar corazones a pura garganta, y nada de arrugar porque había poca gente… “
El pueblo no tenía demasiada iluminación. Terminado el acto, una mujer lo encaró. “A punto de emprender el regreso y en pleno saludos y abrazos, se acercan una señora y su hija para pedirme que fuera a visitar a su marido y tranquilizarlo, pues estaba dolido y resentido porque no había podido ser uno de los candidatos- lo ‘bajaron’ de la lista “.
En ese punto, Cacho se ofreció para ir a apaciguar al enojado. El problema, luego de desandar un camino casi a oscuras, es que el “bajado” además estaba “embebido” en su bronca y en alcohol.
Y cuando Cacho llegó, acompañado por la señora y la hija, lo único que vio el médico en la oscuridad mortal de la noche era…
Sí. El hombre no solo estaba enojado. Sino que salió a recibir a la “visita” con un bufoso.
El relato continuó: “cuando nos topamos el brillo tomó la forma de un 38 caño largo niquelado con vocación de disparo sin palabras ni explicación por parte del bulto. A un metro de distancia, sin dudar de que pasaba y ante el desenlace inminente con el caño mirándome al pecho, le dije: ‘Pará loco, soy Cacho Barrios’. Dudó, bajó el arma, respiré, recapacitó, retomó bravura, remontó el 38 niquelado, me volvió a apuntar y dijo ‘que Cacho Barrios ni Cacho Barrios…’. (Trágico morir sin saber por qué ni por quien; no sé qué pensé en ese segundo, si es que pensé, tampoco intenté defensa alguna y ninguna acción cinematográfica para la prensa)”.
Al momento de percutir el arma, un movimiento milagroso salvó a Cacho.
“La señora, como un rayo que se anticipa al trueno, se puso al frente y gritó: ‘Fulano, estás borracho, quedate tranquilo y vamos para casa’. Como si hubiese despertado, frenó su enojo y en silencio punteó hacia donde vino; recuerdo sí que con calma la mujer lo tomó del brazo, con la otra mano a su hija, y vi perderse a los tres en las oscuridades más oscuras sin el brillo del 38 caño largo niquelado que quedó estampado en mi cabeza mientras mi corazón galopaba”.
En el final, una reflexión más cercana a la filosofía que a la actividad política de Barrios Arrechea puede dejar pensando a más de uno:
“
El final sin tragedia y el poder contarlo, pasado el tiempo, me hicieron reflexionar sobre la fragilidad de nuestra existencia. Cómo la muerte camina al lado de la vida como si en cada mano lleváramos a una y a otra. O cómo en un segundo todo lo aprendido se congela, no acciona, se borra. O cómo el coraje se paraliza cuando lo toman de sorpresa y cómo se exalta cuando premeditadamente se encara al miedo.Cuánto roba de futuro una muerte violenta y equivocada, cuántos años en el almanaque que se arrancan en un soplo, cuántos nietos sin conocer ni disfrutarlos, cuánto afecto y alegrías por vivirlas en familia, cuántos amaneceres que refrescan el alma y atardeceres que terminan en la bendición de un día más. O dolores y angustias, porque así es la vida…”
Fuente: El Territorio.