Unos pocos recuerdos del libro de la tesis (en francés) de Marisa Micolis (presentado en Quebec, Canadá) ayudan a entender la psicología del fundador, Adolfo Julio Schwelm y cómo esa búsqueda de la ciudad dorada con la que soñaban los europeos se transformó en la “capital del trabajo”, como la bautizara Alberto “Tito” Monaca
Había nacido en Sttugart en 1884. De padres judíos, más tarde se convirtió al catolicismo. Mientras tanto, emigró a Inglaterra, estudió en Oxford y adoptó la nacionalidad inglesa. Como funcionario del Banco de Londres, fue trasladado durante la gran guerra a la Filial de Buenos Aires.
En el verano de 1918, durante un viaje a las Cataratas del Iguazú, conoce a la provincia de Misiones, paraíso salvaje de tierra colorada y selva virgen.
Y el emprendedor Schwelm reflexionaba sobre el mundo que sobrevenía a la I Guerra Mundial (aún no tenía ese nombre).
“En los primeros años que siguieron a la gran guerra, cuando en Europa se hablaba con falsas esperanzas de un renacimiento de la humanidad, un florecimiento de la cultura y la economía, decidí luego de examinar seriamente todas las posibilidades, emprender esta obra de colonización. Estaba convencido de que este mundo tan zarandeado, esta sociedad europea tan conmocionada empujarían a muchos hombres y no a los menos importantes, a buscar para ellos y para sus hijos una nueva patria, una patria alejada de los campos de batalla y las ruinas donde ellos y sus hijos encontrarían la seguridad”.
Su amigo Vicente Fidel López, hijo del historiador, en 1918, lo invita a viajar por el Rio Paraná hasta Iguazú, para pescar y cazar, deportes que practicaba Schwelm. Por ferrocarril viajaron hasta Posadas, donde alquilan un barco que los conduce al safari por el Alto Paraná. En ese viaje el Señor Schwelm se enamora de Misiones y de su tierra colorada.
En 1918, adquiere en sociedad con el Banco Tornquist y el Sr. Leiva, 82.000.- hectáreas al precio de $ 4.- la hectárea, ubicada al norte del Piray Miní, hoy Colonia Victoria. A fines de 1918 adquiere en un remate, la actual propiedad de Colonia Eldorado, 9 de Julio y Santiago de Liniers, con una superficie de 67.500 hectáreas al precio de $ 7,20 la hectárea.
En 1920 trajo su casa desde el Chaco, la que luego fue ampliada con mampostería, siendo hoy este edificio el actual Museo Municipal del Km.1
Allí comienza a “vender” Eldorado.
“Pensé que la única salvación para la Europa superpoblada era la emigración hacia nuevos países. La civilización occidental solo podía mantenerse si se apoyaba en nuevos pilares y si para renovar lo que el materialismo había destruido, se recurría a la naturaleza, a su fuerza generosa y sin límites”, es el pensamiento que empuja al fundador Schwelm.
Y los colonos empiezan a llegar
¿Fue el pescado o la leyenda paradisíaca?
Mucho se habló del nombre de la localidad.
La versión aportada por Micolis da un poco la razón a todas las partes.
“Antes de establecer el lugar preciso donde fundar su colonia, Schwelm le asigna un nombre: Eldorado. Un nombre ambiguo en verdad, porque ¿en qué piensa Schwelm? ¿En Eldorado, la “ciudad de oro” arquetipo de los conquistadores, o más simplemente en el dorado, el pez rey del Paraná?”, señala el trabajo.
Un periodista que conoció bien a Schwelm y a su guía Oscar Quincoses, nos dio precisiones sobre las intenciones del fundador. “Un día, nos cuenta, los dos hombres atracaron en la zona del actual Puerto Viejo. Mientras el guía preparaba la comida, Schwelm se entregó a su pasatiempo favorito, la pesca. De pronto exclamó: “¡Oscar, en honor a esto, y le mostró un magnífico dorado que aún se agitaba en el extremo de su anzuelo, este lugar y recorrió mostrándola con la mano derecha la selva virgen que bajaba hasta la costa, se llamará El Dorado!!” Esta versión, agrega el periodista, me la contó Oscar Quincoses en el transcurso de los numerosos viajes al Alto Paraná que hicimos juntos. Pero conversando un día con el fundador, le pregunté se esa versión era exacta. Me respondió categórica y textualmente: “Si, es exacta en cuanto al hecho mencionado, pero no en cuanto al significado del nombre. En realidad, el nombre de Eldorado – y no El Dorado- me fue inspirado por la leyenda paradisíaca de los exploradores europeos que llegaban al Oeste de América del Norte y regresaban con sus barcos cargados de oro y metales preciosos”.
Era el día de su cumpleaños y lo festejaba así.
Para entender la lógica de este fundador-colonizador, vale un viaje a su pensamiento.
“Se debe saber, que una colonia es un mundo en miniatura. Desde el principio debe fijarse como objetivo el desarrollo de todos los elementos que tienen un rol en la vida de los seres humanos. Si se quiere que la colonia tenga un desarrollo natural, su crecimiento debe ser a la vez espiritual, social y material. Es bajo esta condición como una colonia puede tener éxito”.
Dedicó tres o cuatro meses por año a giras de conferencias en Buenos Aires, Alemania, e Inglaterra. Y en todas partes se prestó de buen grado a las entrevistas de los periodistas. De 1922 a 1939, en varios diarios y revistas aparecieron artículos que cuentan la epopeya de Schwelm y exaltan las condiciones de vida en la ciudad de Eldorado. Pero una vez aquí, los colonos entendían que no todo iba a ser fácil, sino lo contrario.
La zona elegida reunía todas las condiciones favorables para el desarrollo de una colonia. Agua y madera en abundancia.
En cuanto a los recursos alimentarios, Schwelm, en sus prospectos publicitarios, se referirá al tema en estos términos: “En materia de víveres, Misiones puede ser considerada como rival de la tierra donde manan la leche y la miel”.
Feliz cumpleaños! Eldorado. Un fuerte abrazo a los eldoradenses