Vicente Capuano y Arturo Boichuk viven en Posadas. El primero es jesuita y el segundo además de retirado es ministro de la Iglesia. Días pasados protagonizaron un salvataje de una mujer que se estaba ahogando. Ellos buscan aclarar: nunca se arrojaron al agua lo que no impidió que fueran los salvadores de la mujer que aparentemente se quiso suicidar.
Una pareja de amigos sale a caminar todas las mañanas temprano por la Costanera en la zona del Acceso Sur. No son las 8 de la mañana y el sol está a pleno. Es un día hermoso. Ellos van charlando cuando Arturo Boichuk (retirado de Prefectura y Ministro de la Iglesia) escucha unos ruidos extraños provenientes de un arroyo pequeño que desemboca en el Zaimán. En ese momento Boichuk le advierte a su compañero, el cura Vicente Capuano lo que está pasando.
Era una mujer que estaba hundiéndose en el agua.
“Estábamos un poco antes de llegar a la nueva escuela STEM. Para mi sonaba como un pájaro, fue Arturo quien vio la mujer en el agua”, recordó Capuano.
Sin pensarlo dos veces, “saltamos la baranda pasando sobre las rocas y yuyos. Ella luchaba a flotar frente a la desembocadura del arroyo. Allí no hay costa natural sino una muralla que apoya el caño que pasa debajo la calle. Nos arrodillamos sobre la muralla extendiendo las manos hacia ella. Arturo llegó primero y ella agarró su mano”.
Pese a que los primeros testimonios hablaban de que tuvieron que lanzarse a las aguas, el hecho no fue tan espectacular.
“Y no, no tuvimos que lanzarnos. Eso nos enseñaron en clases de salvavidas; que, si es posible evitarlo, el que busca salvar al otro, no se tira al agua; salvo que sea estrictamente necesario”, continuó Capuano.
El drama no terminó ahí. “Había unos momentos, en que ella desaparecía debajo el agua y cruzó por mi mente que iba a ser necesario lanzarnos, pero afortunadamente salió a flote”.
Allí comenzó estrictamente el operativo rescate: “Lo que hicimos era agarrar sus muñecas y pasarla: primero Arturo a mí, él se adelanta y yo le pasé a él, entonces yo me adelantaba a él y repetía la maniobra hasta llegar a un punto donde ella pudo tocar fondo”.
O sea, la fueron trayendo de a poco para que intentara hacer pie.
Cuando al fin consiguieron sacarla del agua, la mujer de 26 “no era muy coherente. Justo cuando ya ella está afuera del agua y subió a la baranda de la costanera llegó la policía”.
Así que Capuano se enojó con los medios que señalaron su épico salvataje. Nada de eso.
“No saltamos al agua. No fue un rescate heroico. Estuvimos en el lugar oportuno en el momento oportuno para ayudar a esa pobre mujer. Hay cientos de miles de personas en Posadas que pudieran haber hecho lo mismo. Creo, como cura que era la providencia especial de Dios que nos puso allí cuando una persona nos necesitaba”, reflexionó.
Una historia sorprendente
Uno lo ve a Vicente (o Vincent, como tal vez lo llamen en su país de origen) Capuano y se da cuenta que es bien norteamericano. De cabo a rabo. De punta a punta. No sólo en su forma de hablar sino –por sobre todo- en su aspecto físico.
Por las vueltas de la vida, este hombre que en su juventud fue entrenador de básquet se ordenó sacerdote en la orden Jesuita y desde entonces, ha viajado mucho. Y ha estado en varios países.
Su último destino (por ahora, al menos) es Posadas en la Parroquia Itatí.
Llegó este año y al poco tiempo, zas, pandemia. “Justo la coronafobia”, señala Vincent y acuña un nuevo término que denota su fastidio por la situación de encierro que se vive en el país.
“Soy Jesuita estadounidense nacido en Pittsburgh”, una región del este de Estados Unidos en el estado de Pennsylvania donde el catolicismo es mayoría de los cristianos con casi 40 por ciento de la población, muchos de origen irlandés e italiano, tal como el cura de Itatí. “Era entrenador de Basquet universitario antes de entrar la Compañía (de Jesús). Entré los jesuitas en 1987, luego como parte de mi formación me enviaron a Chile y a los casi 40 años comencé a aprender el castellano. Después estudié Teología en los EE. UU. y España, luego me mandaron a Salta. Trabajaba allí y en Concordia por 15 años antes de volver a los EE.UU. por los últimos 6 años estuve en Tampa Florida en nuestro colegio”.
Orgulloso a reventar por la reciente nominación de Amy Coney Barret para jueza de la Suprema Corte de Justicia estadounidense, por ser justamente una constitucionalista católica madre de siete hijos, Vicente la saluda en su página de Facebook.
“Llegue a Posadas justo para la coronafobia”.
Y ahí se despacha con lo que hace y no puede hacer. “La experiencia de la coronafobia nos frustra porque impide la transición a una nueva misión. Poquito a poco vamos conociendo la gente y la tarea. Yo celebro a Mísa gregoriana (se la da en latín) en privado todos los días que no tengo misas públicas. el contacto con los sagrados misterios me sostiene. Durante la cuarentena obviamente no había misas públicas”.
Y así, mientras protesta calladamente contra las condiciones de encierro que ha traído la pandemia, Vicente sigue saliendo todos los días con su amigo Arturo a caminar la Costanera.
Padre Vincent Capuano, excelente sacerdote y ser humano. Tuvimos la bendición de tenerlo en la Iglesia “ Sacred Heart” (Sagrado Corazón) en Pinellas Park, Fl celebrando las misas en español. Se le aprecia y extraña. Que Dios lo bendiga querido padre Vincent