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jueves, noviembre 21, 2024

¿Es Misiones empática o bien argel?

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El planteo del gobernador de Itapúa, Juan Schmalko y la respuesta de su par misionero. La historia de las dos ciudades capitales y la supuesta “falta de empatía” de los posadeños (y misioneros, por extensión) que plantea el abogado Schmalko, un representante más bien de los comerciantes encarnacenos. Una opinión y un basamento en la teoría del “vecino pobre”.

En los años 70, quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad de ser alumno de Leopoldo Bartolomé en dos de sus asignaturas. Bartolomé, probablemente uno de los intelectuales de mayor fuste de estas tierras, había nacido en Posadas, había estudiado Antropología en la UBA y luego se había doctorado en Wisconsin, Estados Unidos. Hizo su trabajo de tesis con investigaciones en torno a colonización eslava en la provincia a inicios del siglo XX, con la llegada de los polacos, ucranianos y galitzianos. Posteriormente creó la carrera de Antropología Social de la Unam. Luego dirigió el área social de la Entidad Binacional Yacyretá y finalmente, volvió a la Unam para dirigir los posgrados vinculados a la carrera que había creado tres décadas antes. En el medio, siguió siendo un consultor de impacto mundial sobre temas como el traslado de poblaciones (resettlement, en inglés) junto con su amigo y colega Thayer Scudder. Las materias a las que tuve el honor de concurrir fueron Introducción a la Antropología y Antropología Económica. En esta segunda, hubo una hipótesis muy llamativa (para mí, al menos) sobre un fenómeno que Bartolomé traducía como “teoría del vecino garronero”. En realidad, el término en inglés no tenía una traducción exacta sino que el profesor intentaba explicar algo del mundo anglosajón. Lo más probable (si la memoria no falla) es que se refiriera a lo que pasaba en la frontera entre México y Estados Unidos. El fenómeno remitía a que un hombre de buen pasar tenía un vecino más pobre (o que se consideraba más pobre) y este vecino continuamente le estaba reclamando cosas al otro, porque “él era menos beneficiado” y el otro debía ayudarlo. “Le garroneaba”, como suelen decir los argentinos. O la vieja frase “le tiraba la manga”, como hacen los mendicantes en la calle. En la psicología del vecino pobre, “éste tenía que ser ayudado por el otro debido a su propia condición”.

Pasados todos estos años, veo no sin dolor que el modelo que nos explicaba el doctor Leopoldo Bartolomé en las aulas hace unos 40 años se vuelve a repetir.

Días pasados, el gobernador de Itapúa cuya capital es Encarnación, salió con los tapones de punta: dijo que los misioneros son poco empáticos y que si no abrían el puente internacional Roque González de Santa Cruz era por esa condición.

Juan Alberto Schmalko señaló: “Con los hermanos argentinos no empatizamos de la misma manera. Ellos creen que nosotros queremos que se abra el puente y lo es porque tanto nosotros como ellos somos ciudades turísticas. No digo que somos espejo ni mucho menos, pero yo creo que hay que buscar la forma de crecer”, dijo en declaraciones a Radio República.

Larga trayectoria en la política. Schmalko hace lobby pero se olvida de peticionar ante su gobierno federal. (foto ABC)

El que no se quedó callado, fue su par de Misiones de este lado del río.

“Antes de hablar de ‘falta de empatía’, tendríamos que hablar de la humanidad de los misioneros para con los hermanos vecinos. Siempre respondimos con solidaridad y trabajo en los diferentes niveles, social, asistencial y sanitario. Siempre”.

Siempre en la gestión sanitaria. Herrera Ahuad apunta a la salud pública

Ni hace falta ir al tornado del año 1926, cuando varios misioneros cruzaron el río para socorrer a la aldea vecina que había sido arrasada. (De allí viene el famoso homenaje en agradecimiento que hace el pueblo de Encarnación a Posadas y que se halla en el Parque (el nombre lo dice todo) Paraguayo,

Todos estos años, Misiones le ha dado TODO a Encarnación y a Paraguay en general.

Como para que no queden dudas, no se está hablando de la integración diaria, comercial, el tráfico de pacotilla y esas linduras.

“Nunca hemos pedido una moneda a cambio; nunca miramos lo económico o cuánto nos costaba una persona que venía con una dolencia o necesidad (…) Siempre fuimos empáticos, integradores, resolutores. En plena pandemia hubo muchas personas, hermanos de la vecina orilla, que han venido con una dolencia, con una enfermedad y que los misioneros hemos recibido y les hemos resuelto sus problemas. Enfermos terminales pasaron el puente, vinieron, están internados algunos de ellos, los seguimos recibiendo con los brazos abiertos”.

El Hospital Madariaga ¿tiene empatía? ¿Recibe a extranjeros? Schmalko nunca respondió.

Herrera Ahuad terminó acostando a su colega del otro lado del río. Eso pasa cuando uno habla en nombre de los comerciantes y el otro responde desde la salud pública.

Herrera Ahuad sabe que no puede excederse en las declaraciones porque queda mal. No importa que Schmalko, un abogado de fácil e hiriente palabra sí lo haya hecho. Es cauto y lo sabe.

Para eso, a veces, están los adláteres. Esas personas que, al lado de uno, pueden llegar a decir en voz alta lo que vos por tu cargo no podés.

Recordemos, poco tiempo atrás, el diputado nacional Ricardo Welbach quien fue muy claro al respecto: “Mire, a los que vienen a atenderse al Hospital no se les puede decir. ‘No, váyase, usted no será atendido porque es extranjero’. Y así ocurre”.

Y agregaba Welbach: “Un solo día en terapia intensiva del Hospital equivalen a unos 20 mil pesos y si se suman los remedios y medicamentos, otros 4 mil pesos más”.

Queda claro por donde pasa la empatía de los misioneros: Cada uno de ellos está pagando con sus impuestos el costo de cada interno del Hospital. No importa si es argentino o extranjero.

Entonces se vuelve a la pregunta inicial del abogado Schmalko: “¿Somos empáticos los misioneros?”

La respuesta va de suyo: “…y mucho”, se puede agregar.

Sin embargo, el lobby sigue existiendo. Llamadas directas a Cancillería argentina y comparación con la flamante reapertura del puente que une Ciudad del Este con Foz do Iguazú. Todo vale para el político Schmalko.

Acá los misioneros sabemos que no estamos faltos de empatía. Que sí le ponemos onda y aceptamos a todos los que vienen. Aunque solo sea para obtener una atención de salud de primera y sin costos (para los que vienen, claro está; lo pagamos nosotros). Que no exigimos nada a cambio. ¿Alguien le preguntó a Schmalko si los ciudadanos paraguayos de Ciudad del Este se pueden atender gratuitamente en Foz?

¿Se le ocurrió al señor gobernador de Itapúa que, en vez de pedir que Misiones abra sus fronteras, acudir a su gobierno central y que desde allí le envíen fondos, partidas, asistencia para la población de la capital de Itapúa? ¿No se le ocurrió, no quiso, no pudo, tuvo miedo?

Acá estamos seguros que no sólo no nos falta empatía. Que podemos tener problemas, que podemos ser callados, que podremos aguantar mucho, pero que siempre seremos dignos.

Y lo que sí sabemos que, del otro lado del río, hay funcionarios bien argeles. O como decimos en Misiones “argeles, mismo”.

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