En Estados Unidos, las cosas son así: o eligen un presidente Republicano o uno Demócrata. O es el elefante o es el burro, respectivamente. Y cada cuatro años, el primer martes de noviembre, un día laborable como cualquier otros, los ciudadanos de la democracia más grande y más antigua del mundo contemporáneo pueden votar. “Pueden” porque no es obligatorio.
Dicen que el símbolo de ambos partidos surgió en el siglo XIX, cuando el sistema ya estaba bien asentado, en un país -huelga decirlo- gigantesco con la friolera de seis husos horarios (siete, si se suma Hawaii)
El elefante de los republicanos tiene que ver con una frase del presidente Abraham Lincoln que se usó en la guerra fratricida de la Secesión. “Ver el elefante” era sinónimo de ir a la batalla.
El burro de los demócratas venía de un tiempo antes, cuando en 1829, un ignoto candidato a presidente de apellido Andrew era ridiculizado por sus enemigos como el noble asno, debido a su tozudez y estrechez de mira. El apodo se entendió al partido y ya no lo dejaron más.
A continuación, un breve repaso de lo que ha sido la campaña, de cómo el sistema indirecto puede quitar la presidencia a quien obtuvo mayor cantidad de votos (una modalidad que debería ser eliminada fácilmente en los estados integrantes de la Unión con el uso de la proporcionalidad) y algunas consideraciones sobre los debates entre el “aniñado” Donald Trump y “viejito Tío Joe”, en un diálogo con los integrantes de Radio Yguazú, Mario y Nicolás Antonowicz
Queda claro, que el sistema republicano de Estados Unidos tiene una fortaleza institucional envidiable.
Cuando -como se dice en la columna- en Francia, los revolucionarios andaban cortando cabezas monárquicas con el invento de Monsieur Guillotin, este país ya estaba ordenado para funcionar como una democracia moderna.
Vaya aquí un informe de la BBC Mundo para entender algunas características de
Cómo funciona el sistema electoral en EE.UU. y por qué no siempre gana el candidato más votado
