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viernes, noviembre 22, 2024

El hombre que quiso liberar el Paraguay III: Tiempo de tormentos

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Luego de intentar ingresar a Paraguay por cinco puntos, los revolucionarios del movimiento 14M fueron sorprendidos por las fuerzas del régimen de Alfredo Stroessner. Y a partir de ahí, los que no murieron, sufrieron diversos tipos de torturas. El relato de Rubén Ayala Ferreira, un sobreviviente de aquellas duras épocas tiene una vigencia muy actualizada

Sí, Rubén Ayala Ferreira, con todo su idealismo a cuestas, participó de esa acción militar alocada y falto de preparación. El 12 de diciembre de 1959 a la madrugada, cuando contaba con 21 años, junto a otros guerrilleros decidieron entrar por cinco lugares distintos a tierra paraguaya para intentar un levantamiento popular y derrocar a Alfredo Stroessner.

Eran paraguayos que vivían en Argentina y deseaban fervientemente liberar al Paraguay y tener una patria sin tanta corrupción ni violencia política.

Eran tres canoas a remo. Y todo con una precariedad para una preparación tan extensa. Con más de un año haciendo los preparativos.

En Posadas. Los guerrilleros se preparan en 1959 para realizar el cruce del río Paraná.

Llegamos al balneario y aparecen dos personas, Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereyra que eran los remadores.

Las columnas liberales se concentraron en Posadas y las febreristas en el Alto Paraná misionero, y realizaron prácticas militares de tiro y uso de armas. “Íbamos a las afueras de Posadas y ahí hacíamos tiro”, recuerda Ayala Ferreira.

Algunas crónicas sostienen que los puntos de entrada fueron Posadas, Puerto Rico, Eldorado, Puerto Península y Puerto Iguazú. Y el frente donde estaba Ayala Ferreira era llegar a Encarnación (la capital del departamento Itapúa) y allí tomar los destacamentos policiales y militares.

Listos para el ataque. Los guerrilleros ya estaban listos para intentar el derrocamiento de Stroessner.

Cuando le consulté a Rubén Ayala Ferreira si tenían pensado tomar también la sede del Gobierno, dudó.

“No, no creo. En ese momento los gobernadores eran apenas unos delegados del gobierno central. Lo que importaban eran el destacamento militar y la sede de las fuerzas policiales”.

Volviendo a las crónicas: El plan completo de combate consistía en que Encarnación sería el punto de cabecera. Los demás frentes debían adentrarse rápidamente hacia territorio paraguayo para tomar poblados y sumar gente para el golpe final que sería en Asunción; allí estaba establecida otra columna a la espera de los insurgentes para tomar definitivamente el poder. Esa era la intención, al menos.

“Fue todo muy precario”, insiste con pena Ayala Ferreira. Eran tres canoas a remo. Y todo con una precariedad para una preparación tan extensa. Con más de un año haciendo los preparativos. Llegamos al balneario y aparecen dos personas, Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereyra que eran los remadores”.

En ese mismo momento, Juan José Rotela viajaba junto a ellos en una tercera canoa.

“Intentábamos cruzar el río y, me da vergüenza admitirlo, nos rendimos sin tirar ni un tiro”.

Una lancha de este tipo, que servía para cruzar paseros, fue usada para esperar a los revolucionarios

Los estaban esperando. Una de las clásicas lanchas que se usaban para el cruce de pasajeros de Posadas a Encarnación había sido alistada. En el techo, donde los pasajeros solían poner sus bultos –clásicos del tráfico de pacotilla- estaba instalada una ametralladora lista para disparar.

“La lancha venía con motor parado y estaban seguros que éramos nosotros. Estoy seguro de que les avisaron desde este lado. (Ironiza): no puedo decir que les avisaron con celulares porque no había! Pero que sabían, sabían. Porque sabían que esa iba a ser la noche ya que había pyragüés metidos adentro del grupo nuestro. Y después los mataron. Incluso alguno como el capitán Parra que tenía que estar cruzando con nosotros se sospecha que era uno…”

-Con las lanchas ¿los estaban esperando?

-Sí. Las mismas que cruzaban mercadería. Encima de la lancha, tenían la ametralladora. Esas eran las de cruzar el río. Bueno, ahí donde la gente ponía su carga, ahí tenían las ametralladoras. A disposición de ellos quedamos.

Los militares estaban con una ametralladora y apuntaban a los revolucionarios (imagen figurativa)

El relato incluye lo que Ayala Ferreira escuchó aquella noche aciaga

-Íbamos y he visto, algo que venía en la oscuridad. No funcionaba el motor. Sin ruido y se dejaba guiar por la corriente. Nosotros con el remo, mamita querida. No cabíamos más de seis en cada canoa.

-De golpe, nos gritan:

(Y Rubén vuelve a escuchar la voz del jefe de esa embarcación como si los sesenta años no hubieran pasado. La voz sigue resonando en su memoria)

“¡Alto pepytá pee aña memby!”

(Alto, quédense quietos hijunagransiete!)

“Con la ametralladora que nos apuntaba. Fuimos tan precarios…”

Ahí viene otra reflexión.

“Si bien nosotros íbamos decididos, tampoco era para ser carne de cañón. Si te enfrentás con una lancha que te puede balear y con una ametralladora…”

Así el relato sigue.

“Cuando (Arnaldo) Clérici me pregunta ‘¿qué hacemos?’, yo me doy cuenta que estaban disparando, pero no en nuestra dirección. Disparaban al agua” (eran como tiros de advertencia para que se rindieran).

“Busqué la canoa de Rotela. Las dos nuestras iban parejas. Pero la de Rotela se había desviado. Y la perdí de vista en medio de la noche. Sé que desembarcaron, pero nunca más lo pude ver al pobre tipo. Sé que entró al Paraguay. Y volvió a salir. Luego de dos meses ingresó nuevamente al Paraguay y desde ahí ya no supimos más nada de él. Supuestamente nos decían que en territorio paraguayo nos estaban esperando para apoyarnos”.

La tercera canoa con Rotela al frente se desvió de su curso y se dirigió hacia San Juan-í, un poblado cercano a Encarnación, y logra tocar tierra paraguaya con éxito.

Aunque Ayala Ferreira no puede atestiguar qué pasó efectivamente con Rotela, hay varios documentos que indican lo que pudo ocurrir.

El grupo de Rotela entró, salió y volvió a entrar. Casi todos fueron bárbaramente asesinados.  A mediados de 1960, derrotado y sin esperanzas, luego de dos meses y diez días de deambular sin éxito por las selvas de Caazapá y Alto Paraná, Rotela era capturado en la zona de Paranambú, a orillas del Paraná.

Rotela pudo ingresar a territorio paraguayo pero no pudo hacer mucho. Capturado fue muerto en la selva

Juan José Rotela fue ultimado junto a sus compañeros. Como de la columna de Rotela no volvió nadie con vida, las circunstancias de su muerte no se pudieron precisar y su cuerpo se encuentra desaparecido. Mario Esteche Notario (1996) dice que la muerte de Rotela se consumó en el campo de concentración de Tapytá, departamento de Caazapá el 30 de junio de 1960 por la tropa del General Patricio Colmán. Este dato coincide con el relato de un entrevistado, soldado por ese entonces, que lo vio por última vez en Tapytá y sabía que se trataba de Rotela porque sus jefes le daban cigarrillos y lo trataban con más respeto que los otros prisioneros y cree que su cuerpo fue sepultado en un bosquecillo del lugar…”

Tiempo de “cantar” (el pepino crudo estaba rico)

Apenas detenidos, los frustrados revolucionarios fueron interrogados por las fuerzas paraguayas.

Los primeros en “cantar” fueron los remeros. “Estos argentinos (Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereyra) después me culparon a mí de que yo los obligué a pasar remando. Y, sí… A veces estás preso, querés salvarte… No los acuso de nada”.

Y, como para desglosar una anécdota futbolera, cuenta. “Este Iván Pereyra era arquero de Guaraní (Antonio Franco), en la década del 50. El hijo siempre me saluda”.

Rubén Ayala Ferreira no deja de nombrar a su progenitora.

“Mi mamá sabía todo lo mío y conocía lo que iba a hacer. Me imagino el sufrimiento que ella habrá padecido”.

Y volvemos a Encarnación. Están detenidos.

-¿Qué les decían?

-Nos insultaban. Bajamos ahí donde era el puerto, medio precario, todo. Todos los detenidos, atados con sogas en la parte de atrás. Carlitos Madelaire estaba también. El papá era el dueño de la radio y él trabajaba de informativista ahí. Fuimos prisioneros. Nos llevaron a la Gobernación (de Itapúa) en un calabozo sucio y pegado estaba la cárcel.

Ahí comenzó la tortura. “Del calabozo, nos llevaban a la sala de tortura. Me sacaron la ropa, la campera, el “champion” (zapatilla)

Y siempre atados con las manos atrás.

-¿Había torturas eléctricas?

-No. Ahí no. Pero en otros lugares sí.

“Una noche me sacan del calabozo y me llevan a un lugar dentro de la Gobernación. Parecía un local nuevo. Ahí era la sala de tortura.

La tortura en ese tiempo era la cachiporra bajo la planta del pie.

La cachiporra, uno de los elementos usados para las torturas de los detenidos.

“Es de lo más doloroso que hay. Me hacen acostar boca abajo y ahí rodeado de gente con camisas coloradas, todo el mundo burlándose, te pegaban patadas por la cabeza. Y ahí, uno aguantándose todo. Y uno se sienta encima de mí para que yo no patalee. Y otro con la cachiporra empieza a pegar en la planta del pie”.

Cuando volvió al calabozo, apenas caminaba. “El dolor me impedía avanzar. Y más que se hincha. La cachiporra repercute por dentro. No sangra, pero se inflama. Si te dan por la cabeza, te mueve todo el seso. Para dormir, solo se podía boca abajo. Sin cama contra el piso de tierra”.

-Por ahí, escucho, casi como un susurro:

-Ayala, Ayala…!

Un soldado me dice: Yo soy de Mbuyapey.

Ahí mismo, Ayala le pide algo elemental.

-Pasame una hoja de diario para que pueda apoyar mi cara en el suelo. Después, a la noche, llegó y me trajo pepinos. No me gustaba el pepino, pero me comí. Crudo, con cáscara y todo. Era rico igual (se sonríe para sí).

Más tormentos

“Una noche me sacan y me lleva a otro lugar. Había otro personaje. Un capitán o teniente, no recuerdo”.

En ese punto, Ayala Ferreira recuerda cómo había sido el entrenamiento en caso de caer en manos enemigas.

“¿Cuál era la instrucción que teníamos? Culpar a la gente que quedó en Posadas. No podés decir: ‘No sé nada’, porque algo tenés que decir.

Así que la cosa era responsabilizar a los que quedaron en Argentina. “Esos no tenían posibilidad de caer. Nunca podés culpar a los que cayeron con vos”.

Y Mondo no tenía esa instrucción porque era el remero.

“Y un día le preguntan: “Quién le obligó a usted a cruzar el río?”

Abrió la puerta y mostró: “Ése que está ahí”, dijo y me señaló.

-Y yo ni lo conocía… (se ríe, para sí)

Y ahí describe otra tortura que le hicieron.

“Me dice el capitán este: sáquese el pantalón. Me tenía que arrodillar y apoyar mi tronco sobre una silla. La nalga al aire. Y te comienzan a pegar con el yatagán, un sable corto que se usa en los desfiles que va en la punta del fusil bayoneta”.

El yatagán o sable de bayoneta. Otro elemento utilizado para las torturas.

Swisshhh, swisssh, (hace el ruido). Si no te corta, te deja todo negro. Parece una morcilla.

Cuando vuelvo al calabozo le digo a Carlitos (Madelaire): -Vos tenés todo negro ahí atrás…

Y él me contesta: “Fijate el tuyo”…

Y sigue el relato sobre las estrategias de supervivencia.

“Yo decidí no aparentar el dolor que sentía. Fue mi decisión de no dar a conocer lo que me pasaba.

“Un día, llaman: “Ayala, Esteche…vengan para acá”

“Nos ataron atrás nos alzaron a una camioneta. Llevaron a una ruta. Y de repente, doblan. Pensé: Nos llevan al monte a meter un balazo por la cabeza”.

Pero no.

“Y después vino una pista de aterrizaje de avión. Nos sentamos en unas piedras y luego llegó un avión. Nos llevaron a Asunción. Al pasar, desde el aire, reconocí mi pueblo Mbuyapey”.

El resto de los muchachos que estaban presos fueron en colectivo. Nosotros, al menos eso, fuimos en avión.

Nos bajamos allá, con todos los militares. De todo nos decían: Legionarios, liberales, qué sé yo… Y, tenés que escuchar qué se le va a hacer. Estuvimos varios meses en Asunción”.

Aún quedaban más torturas por recibir.

Fin de la tercera parte

Para ver las anteriores, estos son los links – Parte 1

Para ver la segunda parte, el link es

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