Los emprendedores tienen muchas veces dar ese primer paso. Se da desde niño, en la escuela, en la vida. El exceso de autocrítica y culpas, el perfeccionismo, la baja autoconfianza, la baja tolerancia a la frustración: todos elementos que juegan. Y que Matías Sebely los analiza a fondo y da no sólo sus líneas de acción sino que regala el libro El éxito del fracaso desde estas páginas
Me atrevería a decir que uno de los miedos que más nos limita como seres humanos es el miedo a fracasar. En nuestra mente, puede llegar a ser una fuerza muy poderosa. El miedo al fracaso es también, una de las formas más conocidas que desata nuestra ansiedad.
El miedo al fracaso es en muy pocas palabras, el miedo que tenemos a fracasar. Es algo que podemos cargar toda nuestra vida, sin descanso. Pese a que es normal tener miedos, lo verdaderamente preocupante es lo que ese miedo genera en nuestro cuerpo.
Cuando sentimos miedo a fracasar en algún área de nuestra vida, en la escuela o el trabajo, en un examen o en una conferencia, liberamos una cantidad de estrés en nuestro organismo que hace que comencemos a sentir todo tipo de emociones negativas.
Esto trae como consecuencia que no podamos funcionar de forma adecuada y esto a su vez, nos lleve a un estado de sufrimiento. Aunque no lo creas, según el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) que es una herramienta de diagnóstico americano, uno de cada doce niños en edad escolar manifiesta miedo al fracaso y en la secundaria, ocurre lo mismo con el 10% al 20% de los jóvenes.
Lo que lo hace tan común, es que no es una dificultad aislada, sino que forma parte y se nutre de la ansiedad social o de la ansiedad generalizada. Especialmente en la sociedad donde vivimos hoy en día, que es tan globalizada y donde podemos ver y conocer a otra persona al otro lado del mundo y por consiguiente, compararnos con ellas.
El ser humano siempre vivió en crisis; pero aún más en la actualidad porque vivimos en una de las sociedades más complicadas que se haya visto nunca. El mundo actual redefinió las ideas que tenemos sobre el éxito y el fracaso. Llegamos a juzgar duramente, a juzgarnos a nosotros mismos y a los demás, según las ideas que establece la sociedad sobre qué es el éxito y qué es el fracaso. Nos convertimos en jueces exigentes cuando se trata de evaluar el éxito. Cuando decidimos que alguien es un triunfador, lo aplaudimos y lo envidiamos. Al igual que cuando sentenciamos a una persona viéndola como una fracasada, la eludimos y nos inspira lástima.
Entonces, ¿qué significa realmente fracasar? Pues te voy a decir lo que no es: el fracaso no significa que sos un fracasado, significa que todavía no triunfaste. Mi intención al mostrarte todos estos ejemplos de personas extraordinarias es que veas que el fracaso es una oportunidad para pensar, valorar y recomenzar. Todas las personas que alguna vez han logrado algo significativo, primero tuvieron un camino de fracasos, grandes o pequeños, que tuvieron que recorrer.
Según el escritor Elbert Hubbard, “el mayor error que puedes cometer en la vida es tener continuamente miedo de cometer uno”. En esta frase, el escritor expresa uno de los mayores obstáculos con el que suelen encontrarse las personas en la vida: el miedo a equivocarse. Para explicar este concepto debemos ver el problema de atrás hacia adelante. Básicamente es la perspectiva de un resultado no favorable, un fracaso, lo que ejerce influencia para que las personas dejen de actuar en primer lugar. La visión de un posible fracaso genera emociones que condicionan nuestra disposición de enfrentar las metas que nos proponemos y lleva a a persona a creer que ya no es capaz de asumir ningún proyecto, por miedo a la posibilidad de fracasar.
Según algunos especialistas en la materia, el miedo al fracaso está condicionado por factores como:
- La manera en que deducimos e interpretamos una situación.
Es normal pensar antes de actuar y de hecho es una de las cosas que más se recomiendan para no cometer errores, pero puede ser que llevados por nuestro miedo, hagamos una valoración exagerada de la situación, y en consecuencia, terminemos evitándola del todo por considerar que existe demasiado riesgo y que no estamos en condiciones de afrontarlo. Cuando todo esto sea -posiblemente- sólo un exceso de estrés que nos hace ver todo sobredimensionado y más grave de lo que en verdad es.
- Lo que pensamos por adelantado sobre las posibles consecuencias.
Las mismas condiciones que explicábamos anteriormente, pero esta vez aplicadas también a las consecuencias de acciones que aún no hemos realizado. Vamos un paso más allá y determinamos el posible escenario de un fracaso, amplificando en nuestra mente los resultados, sin darnos cuentas que esos pensamientos negativos están predisponiendo la situación. Es como el dicho popular de “piensa mal y acertarás”
- Las expectativas que tenemos de nosotros mismos a partir del resultado que obtengamos.
Pensamos que tener éxito o fracasar nos va a definir como personas. Pero no te olvides que tener un fracaso no te convierte en un fracasado y de igual manera, tener un éxito en la vida no te convierte necesariamente en una persona exitosa en todos los demás aspectos. Algunas personas se empeñan en definir los conceptos de fracaso y error; pero depende mucho de a quién le preguntes te responderán que significa lo mismo o que son diferentes.
Yo en particular no creo que eso importe demasiado, sino lo que estos conceptos representen para nosotros. Todos cometemos errores y es normal; es parte del proceso de aprendizaje, es la manera más efectiva de aprender con eso que llamamos ensayo y error.
Sencillamente, nos equivocamos para aprender. La manera en que yo definiría al fracaso es el de cometer un error por segunda vez, porque eso ya conlleva otros ingredientes, como ser ignorante o no interesarnos por nuestras equivocaciones.
Y de manera más definitiva, el fracaso es perder la esperanza de ser capaz de afrontar una meta. Siempre pensé que para vencer en algún aspecto de la vida, hay que manejar el miedo al fracaso y hacerlo inteligentemente. Conocerlo íntimamente, reconocer sus fortalezas y sus debilidades, para así poder usar eso y vencerlos en la batalla. Por eso considero importante conocer qué alimenta esos miedos dentro de nosotros, para luego entender cómo podemos superarlos. Este combustible que alimenta nuestro miedo puede ser complejo y diferente para cada uno, pero si pudiéramos agruparlos en un solo sitio, tendríamos lo que a continuación explicaré. La necesidad de aprobación Somos seres sociales por naturaleza y es normal tener la necesidad de sentirnos valorados por los demás, especialmente por las personas cercanas a nosotros.
Pero esa necesidad de aprobación se torna dañina cuando se convierte en una dependencia; cuando dependés de la aceptación de los demás para sentirte bien, para tomar decisiones o para simplemente ser feliz. Una búsqueda persistente del reconocimiento de los demás no te va a llevar a nada bueno, más bien puede causarte mucha infelicidad y sufrimiento. Una cosa es tener en cuenta las opiniones y consejos de los demás, pero cuando le damos una excesiva importancia a lo que opinen de nosotros y de nuestras acciones y decisiones, puede conducirnos a un escenario donde simplemente dejemos de aventurarnos a situaciones que supongan la posibilidad de recibir críticas negativas. La opinión de nadie debería quitarnos ni por un segundo la posibilidad de experimentar situaciones, aunque acabemos teniendo resultados negativos.
Al final, son nuestros fracasos y nuestros errores, y están en nuestro camino justamente para que los vivamos. No adaptar las expectativas Las expectativas son un arma de doble filo que tenemos que aprender a manejarlas. Pueden ser el estímulo que necesitamos para ayudarnos a avanzar, pero también pueden convertirse en el detonante perfecto para la decepción personal. No podemos evitar muchas veces crearnos demasiadas expectativas, poniéndonos en la obligación de ser perfecto, de buscar la perfección, de tener que alcanzar grandes objetivos y olvidarnos de ser realistas, porque eso nos puede llevar a una desilusión muy grande. Está bien querer alcanzar las estrellas, pero tené en cuenta que entre más alto subas en tu viaje, más fuerte puede ser la caída si te equivocás. Hay que mantener un balance saludable entre ser un poco ególatra, queriendo alcanzar nuestros objetivos y ser humilde al mismo tiempo, para saber que tenemos limitaciones y eso está bien.
La humildad es la clave contra las expectativas irreales.
Mantenernos humildes en la vida nos evitará cultivar un orgullo desmedido. La presión que podemos imponernos a nosotros mismos en la búsqueda de alcanzar expectativas muy grandes hace que olvidemos la importancia de los pequeños logros y las pequeñas victorias, que son igual de satisfactorias.
Exceso de autocrítica y el peso de la culpa
Cuando nos equivocamos tendemos a buscar un culpable, pero muchas veces ese culpable somos nosotros mismos. Podemos ser personas crueles. ¿Qué tan enfadado te pondrías si alguien accidentalmente colisionara contra tu auto? ¿Te imaginás todas las cosas que podrías llegar a decir en un arrebato de ira? Imaginate ahora que fuera tu culpa, ¿serías lo suficientemente amable vos mismo reconociendo que fue un accidente?
El sentimiento de culpabilidad que podemos tener contra nosotros mismos no tiene proporciones. El solo hecho de enfocarnos en los errores que cometemos y las críticas negativas que nos decimos, genera una inseguridad y sentimientos negativos muy grandes. Esas emociones nos agotan, condicionan nuestro desempeño y la forma en que enfrentamos futuros proyectos. Sé amable con vos mismo, incluso más amable de lo que puedes llegar a ser con los demás. Todos en nuestro interior somos personas delicadas, que necesitamos ser tratados con respeto y consideración.
El perfeccionismo
Aunque suene a paradoja, el perfeccionismo es pocas veces perfecto. Implica muchos más inconvenientes que ventajas para la salud física y mental. Usualmente una persona perfeccionista suele carecer de confianza y seguridad; también pueden ser rígidas en su pensamiento y muy críticas consigo mismas. Los altos estándares que tienen de vida provoca que cuando no saben manejarlo correctamente, estén sometidos a altos niveles de ansiedad y de estrés. Podría llegar a parecer que adoptando una mentalidad perfeccionista podríamos conseguir más cosas y llegar a ser más exitosos, pero el exceso de perfeccionismo puede causar totalmente lo opuesto. Querer alcanzar resultados perfectos nos llevará a nunca estar satisfechos con lo realizado.
Baja autoconfianza
La desconfianza es una emoción negativa, que acarrea la falta de seguridad sobre las acciones y actitudes que una persona pueda tener. La baja autoconfianza predispone a las personas a pensamientos negativos. No tener confianza en nuestras habilidades, genera la necesidad de evitar las situaciones, en vez de afrontarlas y resolver los problemas.
Centrarse sólo en los resultados
En los proyectos de vida, las cosas verdaderamente importantes a veces son difíciles de identificar. Eso genera un riesgo de valorar los proyectos con principios inadecuados. No es acerca del premio, o de lo que te está esperando en la cima al escalar una montaña, es acerca de las experiencias y de lo que aprendiste en esa subida. No es acerca de los resultados, es más importante el proceso. Siempre va a haber más montañas que queremos escalar, nuevas metas y retos. Esa satisfacción que se consigue al alcanzar una meta es mucho más dulce cuando en el proceso sufrimos y lloramos, cuando conocemos el sufrimiento en pro de alcanzar lo que más queremos. Lo importante es haber guiado correctamente nuestro esfuerzo, haber aprendido de la experiencia y del proceso.
Baja tolerancia a la frustración
Controlar nuestras emociones es algo que podríamos intentar hacer toda la vida y nunca conseguir ser un experto. Las personas con baja tolerancia a la frustración tienen sensibilidad hacia todo aquello que les resulta desagradable. No toleran la incomodidad, los contratiempos, las trabas o los problemas. Todos en algún momento podemos ser víctimas de la frustración, es normal y no tiene nada de malo, siempre que tengamos cierto control sobre esa emoción y no sucumbamos ante ella. La manera en que controlamos nuestras emociones cuando las cosas no salen bien, aceptando las emociones menos agradables, es fundamental para mantenernos en el proyecto y no renunciar ante las primeras dificultades.