María Victoria Roca es rosarina, arqueóloga y becaria del Conicet. Vive en Posadas. Investiga los vestigios donde estuvieron asentadas las reducciones jesuíticas y trabaja los huertos en donde se irguiera la misión de Santa Ana
A pocos kilómetros de la ruta nacional 12, se encuentra Santa Ana La Mayor, una reducción Jesuítica que supo albergar 2000 guaraníes. En este tipo de ocupación planificada, los Jesuitas pudieron amalgamar sus conocimientos y vivencias con los guaraníes.
Allí ha decidido María Victoria Roca (nunca un apellido tan bien puesto: lo suyo son revisar los vestigios arqueológicos) hacer sus trabajos de investigación.
¿Cómo se llama el proyecto que lleva adelante? En la página del Conicet está claramente explicitado: “Huertos jesuíticos: entre el diseño, el diálogo y la experimentación. Arqueología de jardines en el huerto de la misión jesuita de guaraníes de Santa Ana (siglos XVII y XVIII)”.
Los jesuitas en su llegada a América del sur (en esa época, denominaban a esta región como “Paraquaria” en sus mapas) instalaron en los primeros años del 1600 sus reducciones en una zona que es hoy territorio brasileño.
Pero los bandeirantes con su alta necesidad de mano de obra para los cañaverales, venían con ansias de conseguir mano de obra barata, esto es, aborígenes esclavos.
Y los jesuitas no lo permitieron. Ese fue uno de los secretos de la gran argamasa que unió dos necesidades: el deseo de los religiosos de catequizar y proteger a los guaraníes con la esperanza de los habitantes de estas tierras de no pasar a ser esclavizados. El hambre y las ganas de comer.
Entonces, ¿qué hicieron? Se mudaron desde el norte (zona del estado de Paraná hacia el sur. Y así, terminaron fundando la misión de Santa Ana.
Como toda reducción, la distribución estaba emplazada en torno a una gran plaza central, frente a ella se destacaba la iglesia, núcleo de religioso por excelencia, a su izquierda, y cercado por un muro de piedras, se encuentra el cementerio, el cual a diferencia del resto de las reducciones este cementerio no solo fue ocupado por los miembros de la comunidad, sino que también lo comenzaron a usar antiguos pobladores de Santa Ana, con lo cual es muy común encontrarse con algún familiar que se conduce a dejar una ofrenda floral a sus difuntos.
Allí es donde quedaron los vestigios de esa construcción cultural fabulosa que unió el ingenio y el trabajo de los curas europeos (y algunos locales también) quienes con disciplina y afecto fueron protegiendo a los guaraníes mientras estos ofrecían sus capacidades artísticas (con obras que aún hoy causan admiración).
Allí es donde ahora trabaja la doctora Roca.
Su presencia en Misiones no sólo fue rescatada por la TV de la Unam.
Aquí la vemos entrevistada por Florencia Galarza para Transmedia donde explica algunas características de su investigación
También el diario La Capital de Rosario la encontró viviendo en Posadas junto a su pareja, un hombre de San Ignacio.
Y su pasión viene desde muy pequeña. No, no fue mirando Indiana Jones. Pero igual, desde estas páginas se la identifica con ese nombre tan vinculado al cine de aventuras.
“Ya me había graduado y estaba haciendo el doctorado cuando mi papá me contó -y ahí recordé- que cuando era muy chica estábamos mirando un documental de arqueólogos en Pompeya y yo le dije: ‘Quiero hacer eso cuando sea grande'”.
Una rosarina por el mundo
Al final no estudia las ruinas de la Roma Antigua sino las de este país: “Investigo las misiones jesuíticas de guaraníes, sobre todo las de Santa Ana, una de las tantas que fueron fundadas en los siglos XVII y XVIII”, cuenta a La Capital, el diario más importante de Santa Fe, pese al enojo de los capitalinos que tienen su antiquísimo El Litoral.
Ella se presenta como “Vicky” en la lista de investigadores e investigadoras que aparecen con su historia y foto en el programa de Promoción de Vocaciones Científicas del Conicet (VocAr), dentro del que se desarrolla “Ciencia en Juego”: un trabajo que se propone incentivar vocaciones en niños y jóvenes a través de encuentros virtuales y con inclusión social.
Y también relata que le cuesta el guaraní que se habla mucho en estas tierras. Y –para sorpresa del medio- “las hormigas son tres veces más grandes e hizo pareja con un misionero, nada menos que de San Ignacio donde hay otras ruinas jesuíticas”.
Admite que podía haberse dedicado a arqueología urbana (es decir, excavaciones en ámbitos de las ciudades) pero sin embargo hizo caso a su sueño de infancia. “No es casual que haya terminado investigando sobre las misiones jesuíticas de guaraníes, que son sitios arqueológicos monumentales, como Pompeya”, explicó
Y alienta desde el programa Ciencia en Juego a los estudiantes a “hacerse preguntas”
La ciencia es copada
María Victoria es la investigadora de la ficha 71 de Ciencia en juego. Allí explica que trabaja en el Instituto de Estudios Sociales y Humanos que depende de la Universidad Nacional de Misiones y el Conicet, donde combina labor de gabinete y laboratorio con trabajos de campo en los sitios patrimoniales que investiga. Para los interesados (en especial docentes para estimular la ciencia en jóvenes mentes) el sitio es
https://www.conicet.gov.ar/programas/vocar/ciencia-juego-fichas/
Con sus propias palabras les informa a los curiosos o estudiantes indecisos al elegir una carrera con qué rastros trabaja. “Por ejemplo, cómo se construyeron y destruyeron estos pueblos, o bien qué características tenía el huerto jesuita: cómo era el diseño, qué plantas había, cuáles eran nativas y cuáles exóticas, y para qué se usaban”, dice.
¿Y para qué busca “reconstruir” esas cosas? Para conocer cosa muy interesantes como la que interroga en el texto dirigido a los jovencitos: “¿Sabías que antes de que vinieran los jesuitas no había cítricos donde hoy es Argentina?”.
Pero además, explica algo que no por obvio es menos importante. “El lugar donde vivimos, los paisajes, las personas, las cosas, las creencias, no siempre fueron como hoy”.
Y se explaya para ver cómo llegó a su área de interés. “Es importante conocer qué pasó con las poblaciones originarias después de la conquista de América, qué costumbres preservaron y cuáles cambiaron en un nuevo contexto que también incluyó su conversión religiosa al catolicismo (en realidad, hubo un ‘barniz sincrético’ han sostenido muchos investigadores. Esto es, los guaraníes nunca dejaron del todo sus deidades pero muchas otras del cristianismo adquirieron sentido en su propia cosmovisión)”.
Por eso, Victoria Roca le gusta poner la lupa en lugares como el huerto de los jesuitas en las reducciones. “Porque nos permite volver a pensar nuestra relación con las plantas y la naturaleza. Es una oportunidad para entender la diversidad y enriquecer nuestra propia identidad”.