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domingo, noviembre 24, 2024

El empresario que ayudaba a sus empleados

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Dan Price se bajó el sueldo y subió el de sus trabajadores. Y dice que su modelo funciona: reveló los resultados que ha obtenido gracias a una decisión hace un lustro luego de lo cual hubo premio y lágrimas. Y más ganancias, también. Qué dice de los impuestos y del estímulo a los trabajadores

Todo empezó cuando compartía momentos al aire libre con una amiga. Valerie. Ella le decía que no podía pagar el aumento del alquiler que le aplicaba el propietario. Eran 200 dólares más al mes y ella, simplemente, no le alcanzaba. Tenía dos empleos, trabajaba 50 horas semanales y no podía pagar una casa decente..

La chica ganaba unos 40 mil dólares al año (esto es, un poco más de 3000 dólares al mes) y vivía en Seattle, una tecnológica ciudad del oeste norteamericano. Si algo enervaba más a Dan Price (el hombre en cuestión) era que la chica había servido en el Ejército, había estado en Irak, luchado por su país y ahí estaba: pasándola mal con un propietario que la fastidiaba al igual que el “señor Barrigas” hostigaba a don Ramón en El Chavo.

En el sitio de noticias en castellano de BBC, hicieron el resumen de la situación:A pesar de que Valerie ganaba alrededor de US$40.000 al año, en Seattle eso no es suficiente para pagar una casa decente. Price estaba enojado porque el mundo se hubiera convertido en un lugar tan desigual. Y de repente se dio cuenta de que él era parte del problema.

A los 31 años, Price era millonario. Su compañía, Gravity Payments, que fundó en su adolescencia, tenía alrededor de 2.000 clientes y estaba valorada en millones de dólares. Aunque él ganaba US$1,1 millón al año, Valerie le recordó que gran parte de su personal debía estar pasando dificultades económicas, y decidió hacer un cambio”

El nació y se crió en Idaho, en ese medioeste norteamericano cargado de protestantismo y convicciones religiosas con cortantes desafiantes sobre lo que está bien y lo que no.

Y así comenzó a militar contra ese sistema de desigualdades de su país, el súmmum del capitalismo moderno.

“La gente se muere de hambre, los despiden o se aprovechan de ellos, para que alguien pueda tener un apartamento en la cima de una torre en Nueva York con sillas de oro”, resumió.

Y, como afirmaba el personaje Libertad de Mafalda, una pulga no podrá detener una locomotora pero podrá llenar de ronchas al maquinista.

Y Dan Price (ese nombre, ese apellido) decidió hacerlo.

Llenó de ronchas el sistema.

Los resultados tras este período no podían ser más alentadores: no sólo ha obtenido resultados prometedores sino que su caso ya se estudia en las escuelas de negocios del mundo.

Este director de la firma que procesa pagos con tarjetas de crédito en Seattle, Estados Unidos, estableció en 2015 un salario mínimo de 70.000 dólares al año para los 120 trabajadores de su compañía, y personalmente se redujo el sueldo en 1 millón de dólares.

Seis años después de que el fundador y director ejecutivo de la compañía estadounidense Gravity Payments, Dan Price, redujera su propio salario para aumentar el de sus empleados, ahora muestra los excelentes alcances que ha obtenido e insta a otros empresarios a seguir sus pasos.

Price había leído un estudio de los economistas ganadores del premio Nobel Daniel Kahneman y Angus Deaton que analizaba cuánto dinero necesita un estadounidense para ser feliz.

Tras reflexionar al respecto, decidió que aumentaría significativamente el salario mínimo en Gravity.

Después de calcular los números, llegó a la conclusión de que le pagaría a sus trabajadores 70 mil dólares al año como mínimo.

A mediados de 2015, Price decidió reducir en un 93% su salario anual, que ascendía a un millón de dólares, e incrementó el de sus trabajadores para que ganaran no menos de 70.000 al año. En una reciente entrevista con CBS News, el empresario reveló que su política no ha cambiado y la gente sigue teniendo los mismos beneficios.

En oposición a lo que muchos críticos advirtieron en ese momento, ante una decisión considerada riesgosa, la firma de procesamiento de pagos está prosperando e incluso ha triplicado su fuerza laboral, mientras que la tasa de rotación de personal se ha reducido a la mitad.

Si bien en un inicio Price tuvo que adaptar su estilo de vida, e incluso vender una segunda casa que tenía y recurrir a sus ahorros, ahora asegura que no necesita de tanto dinero para vivir y ha comprobado los beneficios que esto trajo para su compañía, como por ejemplo tener empleados muy leales.

Cómo reaccionaron en pandemia

Recuerda que cuando se inició la pandemia del coronavirus, la empresa pasó por un momento difícil al perder un 55 por ciento de sus ingresos. Sin embargo, su equipo aceptó voluntariamente un recorte salarial temporal, lo que les permitió seguir adelante. Al mejorar la situación, fueron compensados.

En vista de las evidentes ventajas que su política trajo para la empresa y para la vida de los trabajadores, Price está instando a que otras compañías hagan lo mismo, al tiempo que lamenta que ninguna gran corporación haya tomado esa iniciativa. “Mis empleados han hecho por mí mucho más de lo que yo podría hacer por ellos”, concluyó, recordando el automóvil Tesla modelo S que le regalaron sus trabajadores como muestra de afecto. Y ser nombrado por las revistas del sector empresario “El mejor jefe del país”.

El Tesla Model S es el vehículo de estatus perfecto para un emprendedor exitoso. Un coche con aura tecnológica, piloto automático – no es lo mismo que conducción autónoma – y un potente motor eléctrico de cero emisiones.

Los yuppies de la burbuja dotcom se compraban un Mercedes SL, o un McLaren F1 como el mismísimo Elon Musk en 1999. Volviendo a Dan Price, un año después de su reducción voluntaria de sueldo, sus empleados lo sorprendieron con el flamante Tesla Model S de color azul, cuyo precio ha sido de unos 70 mil dólares. Casualidades de la vida, claro está.

En términos contables y financieros, la cuestión se zanjó así:

Han pasado cinco años desde aquel anuncio, tiempo durante el cual su empresa se ha expandido.

El plantel de empleados se duplicó y el valor de las transacciones que procesa la firma ha pasado de u$s 3.800 millones anuales a u$s10.200 millones, esto es, casi se triplicó.

Hay datos que muestran el lado más humano de una mejora salarial y cómo funciona el ser humano en esas condiciones:

“Antes de adoptar la medida de pagar un salario anual mínimo de 70 mil dólares, en el equipo nacían hasta dos bebés al año”, explica.

“Y desde el anuncio han nacido más de 40 bebés”.

Según Price, más del 10% del personal de la compañía ha podido comprar su casa propia, en una de las ciudades más caras de EE.UU. para quienes deben alquilar.

Antes la cifra era inferior al 1%.

“No es cuestión de obras de caridad”

Dan Price está cansado de los multimillonarios que hacen obras de caridad y entregan donaciones a los más desposeídos.

Le molesta porque cree que es una buena excusa para no hacer lo que realmente “deberían hacer”: pagar más impuestos y mejores sueldos.

Y lo hizo por considerar que se trataba de un “imperativo moral” para reducir las diferencias salariales entre los jefes de una empresa y sus empleados.

Seis años después, Price cree que valió la pena.

Ahora está embarcado en lograr que se apruebe un impuesto a la riqueza por primera vez en la historia de Estados Unidos.

Su objetivo es lograr que la medida se implemente en el estado de Washington, aunque también está promoviendo la idea a nivel nacional.

“Una de las principales críticas que escucho de la gente es que los multimillonarios no necesitan pagar más impuestos porque hacen donaciones”, dice Price.

Pagá tus impuestos; no hagas donaciones”

Y como cada vez que hacen una donación reciben una gran cobertura de prensa, agrega, eso ayuda a la construcción de una imagen pública que les favorece.

“En realidad, la cantidad que donan es una fracción de lo que pagarían si sus tasas impositivas estuvieran en línea con las de la clase trabajadora”, explica Price.

“Los multimillonarios pagan la tasa impositiva más baja de cualquier grupo de ingresos a nivel nacional”.

Por ejemplo, en el estado de Washington, “los más ricos pagan el 3% de sus ingresos en impuestos, mientras que los pobres pagan el 18%”, apunta el empresario.

Aunque reconoce que los multimillonarios hacen obras de caridad por distintas razones, asegura que al final de cuentas las donaciones los benefician, dado que les permiten evitar hacer una contribución mucho mayor para resolver problemas sistémicos.

“Los multimillonarios utilizan la estafa de la filantropía para evitar que se produzca un cambio sistémico”, argumenta Price.

“Por eso digo que la filantropía multimillonaria es una estafa de relaciones públicas”.

Como él, hay otros grupos de empresarios e inversores de Wall Street que abogan por un alza de impuestos para los más ricos de Estados Unidos.

La más conocida es la organización “Millonarios Patriotas”, que propone gravar la riqueza a partir de los u$s 1.000 millones.

“Estamos hablando de los más ricos, de unos pocos cientos de personas”, explicó el presidente del grupo, Morris Pearl.

Pearl es un exdirectivo de BlackRock (una de las mayores firmas de inversión del mundo) que ahora vive de la rentabilidad que le generan sus inversiones, tras una exitosa carrera en Wall Street.

Durante la pandemia su propia fortuna ha crecido aún más gracias a que los mercados bursátiles están en máximos históricos.

Final con lágrimas

El relato de la BBC es emotivo: “Antes de reducir sus ingresos, Price era el típico joven millonario del sector tecnológico. Vivía en una hermosa casa con vista a un lago y montaña de fondo  de Seattle y bebía champán en restaurantes caros”.

Pero después todo cambió. Puso su casa en alquiler en AirBnB para mantenerse a flote y transformó su estilo de vida.

Un día, un grupo de empleados se cansó de verlo aparecer en el trabajo en un Audi de doce  años y se juntaron en secreto para comprarle un Tesla.

“Sentí que era la mejor manera de decir gracias por todos los sacrificios que él ha hecho y cualquier cosa negativa con la que haya tenido que lidiar”, cuenta en un video Alyssa O’Neal, una de las empleadas que participó en la iniciativa.

Cuando Price recibió el regalo, se puso a llorar.

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