Es docente en la Facultad de Artes y Diseño de Oberá. Mariela Montero Santander aceptó un desafío: ilustrar una novela sobre la aventura de tucanes en la selva misionera. El mensaje conservacionista terminó haciendo carne en su vida y ahora es una ferviente impulsora de cuidar los recursos naturales y la biodiversidad, mensajes que trae dicha obra.
Mariela Montero Santander es docente en la Facultad de Artes y Diseño de la Unam cuya sede está en Oberá. Por las vueltas de la vida y por ser pariente, Eduardo “Balero” Torres le consultó si quería ilustrar un libro que estaba escribiendo.
Eso fue hace más de dos años. Mucho antes de la pandemia y el encierro y todos esos melindres que vinieron después.
Ella aceptó pero no sabía en qué se estaba metiendo.
Ahora que todo terminó, el libro se publicó y se presentó; ahora que sus dibujos ya fueron seleccionados e incorporados a la edición impresa con más de 400 páginas de detalle botánico y zootécnico impecables; ahora que la obra fue presentada, Mariela se anima a repasar los momentos vividos.
En esta charla, cuenta absolutamente todo cómo fue el proceso creativo, las técnicas y herramientas usadas. Pero, por sobre todo, el mensaje que ella misma terminó adoptando: hay que cuidar la selva porque si la perdemos, no tenemos futuro.
¿Cómo fue esto de realizar los dibujos para el libro “Socorro. El desesperado grito de la selva”?
Hace dos años Balero (Eduardo Torres) me da noticias de la producción de su libro, que ya lo había empezado a escribir –él sabe que siempre estoy haciendo cosas respecto al arte porque pinto, dibujo, trabajo con el arte textil.
¿Es una actividad habitual?
Sí. Permanentemente hago este tipo de cosas- y la verdad que en este tiempo de dos años, yo estuve pasando por una situación de salud bastante delicada pero habilitó a que pueda dedicarme cien por ciento a dibujar y por ese lado expresar y canalizar un montón de emociones, y a su vez estar conectada permanentemente con esto que es nuestra selva misionera, que es una de las cosas que a mí me apasiona terriblemente porque no deja de sorprenderme con las formas, los colores, los sonidos, los olores y todas las sensaciones que despiertan nuestros sentidos.
¿Y cómo siguió el tema?
Balero entonces me empieza a mandar su producción escrita que en ese momento todavía era un borrador. Y así fue que empecé a dibujar libremente ya que nunca me limitó a poder producir lo que me surgía. Yo soy una fanática de las fotos: por lo que tengo muchas situaciones que vivencio en las salidas.
¿Usa fotos? ¿Y eso cómo repercute en sus dibujos?
Bueno, esto me habilitó a que pudiera entrar a mirar con mayor audacia detalles de nuestra especie y así fue que empecé a dibujar en la medida que él iba trabajando con su producción literaria. Luego, fuimos ajustando las cuestiones como sus indicaciones específicas: “haceme hongos, haceme colibríes, haceme una caña fistola, haceme a la arpía que se está comiendo al monito”, cosas que ya fueron hilando más fino, así y todo, siempre trabajé de una manera muy libre, hasta que llegamos al final de la producción del libro.
Una gran producción de 70 láminas
Al realizar el balance se da cuenta de lo mucho que logró.
“La verdad es que fue como un desafío sorpresa ver qué iba a quedar porque se hicieron más de 70 dibujos, trabajé con birome negra sobre Chambril, y fue un trabajo de mucha minucia y observación. Y el hecho de saber qué podía quedar y qué no, más allá de la cantidad –porque no iban a entrar todos por la cantidad justamente- también era para mí un desafío de ver qué elegía él por sus gustos”.
¿Así que usó un papel cartulina especial?
Sí. Con respecto a la técnica, utilicé birome negra sobre Chambril, que es una hoja de la marca Canson. Es un tipo de hoja dura que me habilitó a trabajar la birome con un bosquejo previo en lápiz pero la birome fue la que hizo el detalle y todo lo que es el trabajo de textura, de espacialidad, de volumen, algo que me maravilló al poder hacerlo.
¿Y con la birome cómo fue?
Fui probando diferentes biromes para ver la calidad del trazo, y con la que me quedé fue porque me habilitó a realizar trazos más firmes, oscuros, intensos y que a su vez también yo veía que secaba rápido, no se corría, ya que trabajé con un rayismo permanente y sin levantar la mano prácticamente en algunos momentos, por lo que tenía que lograr que no se corra la tinta sino que se seque mientras estaba trabajando. En los 70 dibujos, se me fueron más de una caja de biromes.
¿Cuánto tiempo lleva un dibujo?
Y, depende, yo soy una apasionada de lo que hago, entonces en esa pasión que pongo también tengo mucha ansiedad por lo que suelo empezar y hasta que no termine, no paro. Había días en los que empezaba a la mañana desde muy temprano -con el mate de compañía, música- entraba a mirar un poco de detalles en imágenes y arrancaba, a veces me levantaba solo para buscar algo de comer para después seguir hasta que terminaba.
¿Cómo usaba los moldes o modelos?
Como decía: saco muchas fotografías cuando salgo a recorrer la provincia, por lo que registro mucho, registro mariposas, colibríes, diferentes especies. Eso me habilitó a poder observar en detalle lo que son las especies. En el caso de las especies más aguerridas como el yaguareté, de las que no podía hacer el registro, buscaba fotografías de los libros que el mismo Eduardo trabajó en sus ediciones científicas o en internet, pero generalmente ponía el foco en esas imágenes científicas que las recreaba, nunca las copié, ya que lo que hago es generar la composición de una manera creativa. En el caso de los murciélagos y los tucanes, ya son creaciones mías, en el sentido de exactitud que tenía que tener respecto a lo que Eduardo exponía en su novela.
¿Más allá del libro los pudiste exponer en algún otro lugar?
No todavía porque por respeto hacia él, estaba esperando este momento, a partir de ahora seguramente que sí se va a organizar otra muestra para poder exponer.
¿Hay algún mensaje que te gustaría dejar?
-Todas las remeras –porque también se hicieron las impresiones de algunos dibujos en las remeras- tienen un mensaje porque es como dijo hoy Jaime (Ledesma, uno de los prologuistas de la obra) yo creo que el mensaje tiene que estar dirigido a los jóvenes y a los niños, para que reconozcan y conozcan de lo que nos perderíamos si no controlamos los depredadores que somos. Porque no tenemos el equilibrio entre lo que es lo justo y necesario con la ambición sin límites. Entonces, en ese mensaje que pongo en las etiquetas de las remeras es justamente de lo que nos perdemos si nos perdemos de esto, no tenemos futuro. Entonces ahí es en donde digo si conocemos las especies y lo que valen al igual de cuál es el sentido que tienen, vamos a aprender a cuidarlas y con respeto, porque en realidad a veces por depredación y otras por desconocimiento.
Un gusto leer este artículo. Tanto por la redacción como por lo expresado por la artista.