Rodolfo Beth dejó la Europa humeante de posguerra y se instaló en Argentina. En Eldorado pintó El cruce de los Andes para festejar el centenario de la muerte de San Martín en 1950. Pero la obra se perdió. Cuando volvió a Eldorado y lo buscó, lo habían tirado. Decidió pintar uno nuevo. Y éste sí que fue el definitivo
Mi amigo se llama Erik; es danés; nació allá y sus padres lo trajeron a la Argentina.
Nos conocimos en el secundario -que es cuando las amistades se afianzan- y aunque solía ir a su casa, nunca traté mucho a su padre Rodolfo (o Rudolf).
Son muy parecidos y por eso chocan: los dos apostaron a la parte creativa de la vida, uno con más suerte que el otro, pero en esencia, siguen siendo los mismos.
El padre -sin embargo- sigue conectado con Misiones (la que dejaron a mediados de los setenta) y como es pintor le gusta venir a exponer aquí junto a su amigo Zygmunt Kowalski (aclaración actual: Kowalski vivió hasta sus días finales en Posadas)
Bueno, de una de esas visitas, Rudolf me contó lo que pasó con un obsequio que él había hecho en 1950 al municipio de Eldorado. Y cómo buscó ese cuadro cuando se enteró que no existía más, pese a su inmenso tamaño.
La reconstrucción que precede este texto fue realizada hace una década aproximadamente. Quizá un poco más y publicada en El Territorio. Pero no pude recuperarla en el buscador digital del diario. Conservaba una copia de la nota en un blog que tuve (Maperiodista).
Lo que no conseguía eran las fotos. Sólo una muy pequeña.
En estos días, me contacté con Rodolfo hijo (al que muchos conocen como Buby o Pupi y vive con su mujer misionera en Copenhaguen). Él se ha jubilado y se dedicó igual que su hermano y su padre a la pintura pero también a la escultura.
Y me recuperó las fotos que tanta falta me hacían. Así que, gracias Pupi por tus gestiones.
Aquí va esta buena crónica…
La increíble historia del cuadro donado al municipio de Eldorado
El pintor Rodolfo Beth lo realizó en 1950, pero fue dejado de lado. En 2005, el artista lo descubrió roto e inutilizado. En estos días, entregará una reproducción del mismo que pintó en España
Se llama El cruce de los Andes del Libertador General don José de San Martín
Había estado buscándolo por todo Eldorado. “Está en el (kilómetro) 9”, le dijeron. Pero no lo hallaron. “Está en algún lugar del Pequeño Teatro Colón, donde antes era la Municipalidad”, le dijo otro. Pero no lo hallaron. En su incesante búsqueda lo acompañaba su sobrino Rubén Baker que vive en Eldorado. Pero no estaba por ningún lado. “Puede estar en el museo del Parque Schwelm”, especuló alguien. Y fueron hasta allá.
No, no estaba en ninguna sala. Sus impresionantes medidas que cubrían más de 6 metros cuadrados habían quedado reducidas. Le habían cortado y separado del marco construido en tres maderas de ley especialmente. Lo habían enrollado y tirado en una oficina de algún ignoto funcionario. Allí estaba arrumbado. Pidió abrirlo y mirarlo.
Lo desparramó en el césped y allí vio -con lágrimas en los ojos- cómo había quedado su obra, ésa que había hecho con tanto amor y donado a la entonces joven colonia y que según la nota que le habían dado en 1951 “pasaba a formar parte del patrimonio municipal (…) y que siempre iba a estar ubicado en lugar de preferencia dentro del edificio municipal a la vista del público de hoy y las generaciones futuras”. “Parecía que el destino le había jugado una broma macabra”, tal como cantaba Sabina.
El cuadro estaba inutilizado y no había posibilidades de restaurarlo. Pero como la vida, el arte siempre renace.
Hubo un tiempo…
Rodolfo Beth llegó a Eldorado con 23 años desde su Dinamarca natal buscando un poco de paz y libertad. Atrás quedaba una Europa destrozada por las guerras.
En la joven colonia hizo su vida, pudo desarrollar su pasión por la pintura hasta transformarla en su medio de vida, tuvo sus hijos. Luego de un cuarto de siglo, decidió marcharse pero con un dolor en el pecho.
En 1950, año del Libertador, había decidido donar al Municipio un cuadro gigante (de 3 metros por 2,20 metros) denominado El cruce de los Andes del Libertador General don José de San Martín, con su Ejército. Pero el mismo se había quedado sin lugar de exposición luego de la mudanza del edificio municipal desde el kilómetro 2 al kilómetro 9. Y así comenzó la odisea para su obra que terminó con ese triste y oscuro final.
“Era 1950 -recuerda hoy junto a su amigo el también pintor Zygmunt Kowalski que le da un cobijo cuando pasa por Posadas- y las autoridades de Eldorado me preguntaron si me animaba a pintar algo así. Yo contesté que sí, naturalmente. Pero que me iban a tener que ayudar. Yo no conocía nada acerca del tema del cuadro. Y empezamos”.
Rudolf Beth tomó con todo el empeño su trabajo y se interiorizó a fondo de qué se trataba ese hecho y quién era el personaje histórico. “Primero conseguí fotos de paisajes de la cordillera de los Andes, por donde cruzó San Martín. Luego me hice un croquis para entender el recorrido. Y después me puse a averiguar cómo eran los animales que usaron (caballos, mulas, etc), que armas se usaban, los trajes de los soldados. ¡Si hasta me conseguí el esqueleto de un caballo para tratar de respetar las proporciones!”, se ríe hoy recordando su osadía.
Cuando la obra fue avanzando (tardó cinco meses en concretarla) hubo varios ‘modelos vivos’ también. “Como pintaba en una casa gigante especialmente acondicionada, venían los gendarmes a caballo, entraban en el vestíbulo y posaban para mí. Y eso no es todo. Fue mi amigo Edwin Köstlin quien posó para mí como el mismísimo general San Martín. Trabajé día y noche y mi compromiso también incluía entregarlo con marco”.
Así fue que encargó a una carpintería un trabajo especial que combinada un marco con tres maderas para que no se venciera, con el paso del tiempo.
Cuando en 1977 dejó Eldorado, su obra ya no tenía lugar. “Vamos a hacer un piso más en la municipalidad”, le habían prometido, “para poner su obra”.
Y Beth reflexiona. “Dicho, nunca hecho”. Cómo no iba a sentirse mal con lo que pasó. “Yo no tengo rencor, pero sin embargo me duele, porque para mí, el querido pueblo de Eldorado no merece lo que le pasó al cuadro de San Martín”, se le escuchará decir una y otra vez.
Final… ¿feliz?
Y hace un tiempo comenzó la segunda parte, que Rodolfo Beth espera termine mejor. “Hay personas como la señora Verónica Von Schwartzenberg que me ayudaron enormemente en este asunto de la reconstrucción”, acota.
“Cuando hablamos de hacerla de vuelta, me preguntaron cuánto costaría. Y yo les dije: ‘Sale 10 mil dólares’. Y sus rostros lo decían todo. ‘¿No puede ser la mitad?’, me plantearon.
Y ahí, el artista dijo lo suyo. “Puedo no cobrar nada. Voy a donarlo. Pero me gustaría que tenga un mejor destino que el original. Eso es todo lo que pido”. Estaba claro. Desde ahora, todo va a depender de la gente de Eldorado. Y es de esperarse que esta vez sí haya un lugar para poner y exponer El Cruce de los Andes.
¡Se perdió en el vuelo a la Argentina!
Como si todas las peripecias vividas con su obra no fueran suficientes, Rodolfo Beth perdió su reproducción en el viaje desde Madrid a la Argentina. “Con el cuadro terminado espero no tener inconvenientes, lo voy a llevar enrollado en un tubo de cartón de 125 x 10 centímetros de diámetro. Espero que me dejen llevarlo en la cabina”, se esperanzaba hace un mes.Pero no pudo ser. “Tenía 15 centímetros de más y no podía cargarlo a la cabina. Y cuando lo embarqué en Madrid, pese a que mi vuelo iba a Buenos Aires me lo enviaron a Montevideo (?)”.
Y cuando reclamó, le dijeron. “Váyase tranquilo que de Montevideo le enviamos a Buenos Aires. Por supuesto cuando aterricé mi cuadro no estaba. Después de esperar un día y medio en la casa de mi amigo Frank Clusartz, éste se cansó, y fue a las oficinas de Austral. Allí estaba, una vez más, tirado en el suelo”. Y ahí recién lo recuperé”