Cuenta la leyenda que al caer la noche en Valentina Sur, una zona apartada y semi rural de la capital neuquina aparecía un animal enorme, cuyos ojos eran llamaradas. No se parecía a ninguna especie de las que crían los vecinos.
Una de las leyendas urbanas de Neuquén se sitúa a orillas del arroyo Durán, en inmediaciones de la casona La Castellana del barrio Valentina Sur. Se trata del Toro del arroyo Durán, un temido personaje capaz de aparecer de la nada y de desaparecer tan rápido como se esfuma la luz mala. El museo Paraje Confluencia se encargó de rescatar esta particular historia. El relato fue recogido por el diario Río Negro.
La leyenda remonta a un lugar dominado casi en su totalidad por chacras y zonas productivas, que convivían con un puñado de viviendas familiares. Entre las alamedas cruzaba el arroyo Durán, donde chicos, adolescentes y adultos concurrían a pescar por las tardecitas. Enfrascados en esos menesteres estaban cuando de pronto la noche caía y “salía un toro de enorme tamaño y cuyos ojos lanzaban llamaradas de fuego”, cuentan los relatos de las gentes del lugar.
Uno de las leyendas que se transcriben pertenece a un poblador de Valentina: “Todos sabíamos que cuando oscurecía podía aparecer el toro de arroyo. Si bien se hacían bromas con esa superstición, todos sabían bien que cuando bajaba el sol, muchos habían tenido que salir corriendo del bravo toro que no se parecía a ningún otro animal de los que criaban los vecinos de las chacras de la zona”.
Incluso varios fueron perseguidos por la misteriosa “bestia” hasta que desaparecía tal como había llegado.
Existen leyendas de similares características alrededor del mundo. En Venezuela, existe la “Laguna de la Yegüita”, en Costa Rica “El Chingo Negro”. Neuquén tiene su “Toro del arroyo Durán”.
Un puente con historia
La calle Bejarano parece ser una guardiana fiel de bienes históricos de la ciudad de Neuquén. A pocos metros de la exruta 22 protege con una tupida alameda a la Torre Talero. Mil metros más al sur, donde la troncal se encuentra con el arroyo Durán, en el barrio Valentina Sur, rodeado también de espesa arboleda, se esconde el Paso de los Manzanos, un puente de fino diseño arquitectónico, que como tantos sitios antiguos pelea por no desaparecer.
Fue construido en 1932 a pedido de Manuel Riba Ballesteros, por José Altuna, un español que anduvo por estas tierras y quien construyó también la casona La Castellana y sus impresionantes puentes colgantes.
Por aquellos años era muy utilizado por los vecinos, ya que era el único ingreso a la Colonia, que en esos momentos tenía un código postal propio y abarcaba los barrios Valentina Sur y Norte. También era utilizado para el cruce lo los camiones que trasladaban manzanas en épocas de cosechas.
El grupo “Neuquén del Ayer”, integrado por vecinos y vecinas disputas a preservar la historia de la ciudad capital, rescataron las fotos del olvido y comenzaron a surgir historias. “Decían que hace muchos años, por las noches cuando iban a pescar aparecía un toro de las aguas del arroyo. Los pescadores rajaban, hasta dejaban las cañas” recordó Héctor Frades.
“Íbamos con algunos de mis hermanos y otros pibes del barrio a bañarnos al arroyo y buscábamos algunas nutrias”, agregó Sergio Aguilar. Una imagen tan difícil de pensar en estas épocas en las que el Durán en esa zona, redujo considerablemente su caudal por el avance de los loteos y se encuentra en todo su recorrido, contaminado por los desbordes cloacales.
“Todos hacíamos bromas con eso, aunque sabíamos bien que cuando bajaba el sol, muchos habían tenido que salir corriendo del bravo toro que no se parecía a ningún otro animal de los que criaban los vecinos de las chacras de la zona”, agregó Aguilar.
Los que lo habían alcanzado a ver y se animaban a contarlo, dicen que a lo lejos se veían dos ojos más grandes que los de un toro común y corriente y que lanzaban llamaradas al mirar desafiando de lejos a quién andaba por ahí a esas horas. Muchos contaron que fueron perseguidos y que hasta alcanzaron a escuchar los bufidos del animal que se desapareció después, así como así, sin dejar rastro.
En Santiago del Estero, Berta Vidal contó en su libro Cuentos y Leyendas Populares de la Argentina que un toro salía del mismo barrial de Las Termas y amedrentaba a los pobladores, tanto que ninguna población se pudo formar alrededor. “Tenía dos enormes cuernos que brillaban como si fueran oro. De hecho, el nombre de la antigua localidad de Toroyaco se debe al citado animal, dado que significa Agua del Toro (Del quechua Yaco que significa agua y la conjunción con el nombre español)”, detalló.
También en el cine
La película Percy Jackson -una fantasía de dioses griegos en el mundo actual con toques de Harry Potter para adolescentes- vio aparecer un toro que parece inspirado en los cuentos y mitos de Neuquén
Solo que en este caso se trata de un animal mecánico y que posee -como los dragones míticos- la capacidad de lanzar fuego.