Eran tres y como alguien no quiso aceptar sus exigencias, lo mataron. Lo persiguieron por la ruta, se lo cruzaron y de frente le lanzaron una piedra que viajó a 150 kilómetros por hora, impactó en la frente de la víctima quien tuvo derramamiento de masa encefálica.
El lunes 27 de junio Guillermo Jara manejaba el camión de la empresa Transporte Segovia por la ruta provincial 65 en una zona alejada de todo en provincia de Buenos Aires (a 400 kilómetros de Capital) en el último día de su existencia. El hombre de 45 años tuvo que parar su equipo por uno de los piquetes de transportistas que reclamaban por la falta de gasoil.
Jara bajó de su camión, habló con los manifestantes intentó continuar su camino, lo que motivó una discusión con los piqueteros.
En ese momento se originó una pelea, en la que varios manifestantes golpearon y arrancaron la ropa del camionero, quien de todas formas logró ascender nuevamente al camión.
Jara emprendió una desesperada huida del lugar, pero los piqueteros no quedaron conformes. Así que fue perseguido por tres vehículos, y uno de los cuales –una camioneta en la que viajaban los tres futuros imputados de homicidio simple-, lo sobrepasó, dobló en “U”, y lo cruzó en sentido contrario.
Allí quedaron, los futuros asesinos: de frente y con la posibilidad de “disparar” contra el rebelde. Desde la caja de esa camioneta le arrojaron a Jara un cascote que perforó el vidrio del parabrisas, y terminó impactando contra su cabeza. El resultado no hubiera podido ser peor. Hubo un “shock neurogénico, dijo elegantemente un patólogo de la policía que incluía lesión de centros nerviosos vitales. Lo cierto es que el malditamente certero disparo asesino produjo un terrible corte en la cabeza y ese traumatismo grave de cráneo terminó en pérdida de masa encefálica. Nada menos.
Por un piquete.
El fiscal que entendió primero la causa no se anduvo con chiquitas: señaló que la piedra de gran tamaño fue lanzada a modo de “misil” y que alcanzó una velocidad calculada en 150 kilómetros por hora, perforó el parabrisas del camión e impactó en la sien izquierda de la víctima, quien perdió el conocimiento (y, sí, si se te cae el cerebro por un agujero es probable que pierdas el conocimiento), el camión siguió una marcha azarosa se derrumbó al costado de la ruta. Jara ya estaba muerto. Por un piquete. Por tres asesinos en forma de reclamantes de sus derechos, habían quitado el máximo derecho (la vida) a otro. Todos (se supone) laburantes.
Aquí están estos son
“Estábamos todos piolas mientras deteníamos a los autos. Hasta que llegó él (por Jara). Abre la puerta, empieza a los gritos, forcejea, lo quisieron cagar a palos. Lo calmamos un poco. Le cerramos la puerta. Y por allá abre de nuevo la puerta y muestra un ‘chumbo’. No sé si era una carabina o un aire comprimido, no sé qué carajo era; un fierro era”.
“Y se me trabó la cabeza a mí. Lo manoteé de la campera, le arranqué la manga, le arranqué la remera, le rompí el pantalón, no lo podía bajar de la cabina. El loco se prendió al volante y no lo podía bajar”.
“Así que le di un par de toques al vuelo hasta que el loco asustado enganchó el cambio y cortó. Desapareció. Llamamos a los milicos porque tenía un arma, lo sacaron a correr para anotar la patente. ¿Y dos pelot*dos ¿qué hicieron? Salieron a correr más fuertes que estos que fueron a anotar la patente”, agregó.
“Y se ve que lo pasaron, lo esperaron y cuando lo vieron de frente lo sacudieron con una piedra. Al loco lo tiró abajo, el camión lo hizo mierda y se mató. Encima los había filmado a los que lo seguían y no sé si lo filmó al que le tiró la piedra de frente”.
Sí, Jara tenía un arma. Un terrible arma. Peligrosa. Un rifle aire comprimido. El arma usada por Martín, Paredes y Fernández fue mucho más efectiva y mortal.
Jara era oriundo de General Rodríguez, allí cerca de Luján.
Algunos medios pusieron: murió al volcar el camión. Error. El vuelco no fue el causante de ninguna muerte. El deceso se produjo por un piedrazo en la sien que terminó con derrame de sesos incluido.
Mientras algunos sudores siguen cantando “al compañero de piquete (y la maravillosa rima: “cuando quieras, sale un p*t*)” una familia llora a su ser querido.
Es muy probable que ya estén pergeñando otra cumbia para pedir por los compañeros de piquete (“detenidos al cuete”) para seguir con las rimas geniales.