Su nombre completo es Museo Histórico Municipal de Ciencias Naturales e Historia de Oberá está en el parque de las Naciones y abre todos los días. Su personal, amable y apasionado por lo que tienen y exhiben, recibe con cordialidad a los visitantes que llegan de todos lados. Una atracción: los vestidos de las reinas y vestimentas de colectividades. Y es gratuito
Sí, su nombre es más largo. Se denomina Museo y Archivo Histórico Municipal de Ciencias Naturales e Historia de Oberá. Una visita a este lugar vale la pena por lo que se conoce y por la cordialidad de quienes lo atienden. Y, claro está, por las cosas que el visitante podrá encontrar allí y aprender mientras le van explicando.
Raquel Sumowski está en la entrada. Y es amable. Al que se acerca en la rampa de acceso, invita cálidamente a pasar.
“Venga pase, señor, señora. La entrada es libre. Por favor… puede empezar por acá, va dando lo vuelta y termina por este otro lado”, explica una y otra vez.
Lo único que Raquel Sumowski pide es el origen, de dónde provienen y cuántos son.
“Sí, es mucha gente que viene. Durante los fines de semana, más todavía –enfatiza- y no estoy exagerando. De todos lados, eh”.
Toma su planilla y enumera.
“Mire, estos son datos del sábado 9 de julio. Fueron 252 personas que visitaron el Museo”.
Y va despuntando: “Eran de Corrientes, de Puerto Rico, de Candelaria, Uruguay, Guaraní, Alem, Entre Rïos, Aristóbulo del Valle, Campo Ramón, Buenos Aires, Corpus… Imagínese, de todos lados vienen a visitarnos”.
Raquel Sumowski está orgullosa del Museo y de su tarea. Ella atiende los fines de semana. Pero el lugar está abierto todos los días, todo un detalle para el que desee conocer aspectos increíbles de cómo se fue forjando la antigua Yerbal Viejo, devenida hoy en la impactante segunda ciudad de la provincia Oberá.
“Sí, señor. Todos los días. De 7 a 19 estamos abiertos. Y yo hace quince años que estoy aquí”.
Su compañera Analía Fernández estimó que harán siete años en diciembre que está en el Museo.
El mismo se instaló aquí en 1992 y ahí empezó toda la actividad en el Parque de las Naciones. Sí, hace tres décadas. Pasa el tiempo, cómo no.
Al fondo se lucen los trajes típicos. ¿La verdad? Un lugar fascinante.
“Estamos todos entusiasmados con estos días (era el inicio de las vacaciones de invierno) y hoy vine a cubrir a otra persona. En general, trabajo de lunes a viernes, aquí”.
Es que la multitud abarrotaba el Parque de las Naciones con un clima agradable, temperatura de 25 grados sin vientos: un día para salir al parque y llevar los chicos y tomar mate y hacer esas cosas que los misioneros hacen cuando tienen ganas de gastar su tiempo.
Pero yendo al área de los trajes usados por las reinas en sus diversos períodos y que fueron donados al Museo. Allí está, se luce entre todos el de una reina muy especial que dio Oberá.
Sí, ella. La figura más representativa no sólo de Oberá sino de Misiones.
Ingrid, simplemente
Pero por si alguno desconoce de quién hablamos, se agregan aquí algunos datos
Ingrid Grudke es nacida en una chacra en las afueras de Oberá. En 1994 resultó elegida reina de los Inmigrantes.
Pero ese apenas, fue el puntapié inicial. Nunca paró. Con su belleza nórdica, su altura impresionante y su simpatía a flor de piel descolló en casi todos los aspectos de la vida artística: fue modelo, trabajó en Italia, actriz (con varias películas no sólo comedias sino dramas), actuó en televisión, fue conductora de programas y shows, trabajó en cine, fue vedette en teatro de revistas, apareció en clips musicales, hasta ejerció como corresponsal para hacer reportajes en el mundial de fútbol en Alemania 2006. Ella sabe alemán, así que se movió como pez en el agua. Sus apariciones recientes la mostraron cuando exhibía un cuerpo trabajado a base de gimnasia y participando de dos eventos mundiales en Europa.
Y sí, esa Ingrid donó al museo su traje, el mismo que el amable lector vio más arriba. Allí está en su casita de cristal y se destaca.
“Sólo la madre puede venir a realizar un mantenimiento”, aclararon en el museo. “Una o dos veces al año, viene, abre la cerradura y ve si hay que hacer algún retoque de ese vestido maravilloso”, que ya va a cumplir 30 años. Claro que sí… pasa el tiempo.
Pero si por un momento, deja de lado las vestimentas, la recuperación de tecnología “vintage” es muy simpática.
Los teléfonos antiguos pasan a ser unas piezas (de museo, claro está) que valen la pena para conocer y recordarlos (para quienes lo usaron, además).
El aparato de 1944 perteneciente a la familia Staudt y Andrusesen tiene el disco con números y también clavijas. ¿Con quienes habrán hablado Liliana y Carlos, se pregunta uno al mirarlo? ¿Quiénes más tendrían aparatos en Oberá?
¡Y los equipos de reproducción de audio y de filmes! Desde las viejas victrolas hasta otros más recientes de los años 80.
¿Naturales, dijo?
Y sí, hay un espacio que alguno quizá no desee ver demasiado: los fetos de muchos animales guardados en botellones impresiona.
Desde estrellas de mar hasta erizos, hay de todo.
Y los animales embalsamados, muchas aves: desde loritos hasta el pájaro carpintero pasando por aves más grandes.
Y mamíferos: el zorrito y un tirica con un ratón en sus fauces. Y sonidos del lugar y el fondo imágenes de los paisajes misioneros típicos con mucho rojo en la tierra y mucho verde por sobre ella.
Las víboras impactan por su realismo: es como si en cualquier momento salen reptando por el salón. La cascabel parece mirar a los visitantes.
Al final, lo mejor.
Darío Franco es Profesor de Artística Plástica en Campo Viera hace 29 años y ahora Encargado de museo hace más de un año
“Mire, estoy hace 44 años en municipalidad de Oberá, pero esta es la tarea más linda y agradable que me ha tocado. Siempre estoy aprendiendo y vivo entre recuerdos”.
Darío Franco va guiando a los visitantes.
Evidentemente se siente a gusto cuando muestra las distintas herramientas de los colonos.
Oberá es casi un milagro de crecimiento. Antes fue Yerbal Viejo. El viejo Territorio Nacional quedó a merced de unos correntinos pícaros que se repartieron la provincia en una noche en que el gobierno decidió que iba a ser Territorio nacional. Hicieron tan a las apuradas el reparto de tierras que contaban desde las orillas de ambos ríos (Paraná y Uruguay) hacia el centro de la provincia. Como hicieron mal los cálculos sobró una franja en el medio que no era de nadie. Era del Estado. Y ahí creció la ruta nacional 14. Y ahí surgió con el impulso de colonos nórdicos y escandinavos que venían en muchos casos desilusionados desde el Brasil. Así empezó. Y no tiene 100 años.
Y ahí está Dario Franco que muestra las herramientas.
“Esto es un lavarropas tracción a sangre”, exhibe. “Aunque no lo crea, el principio por el que limpia las vestimentas sigue siendo el mismo en las máquinas actuales, eh”, advierte.
Aunque su área de mayor entusiasmo es la parte de la yerba mate. Franco va mostrando las distintas herramientas caseras que inventaban los colonos. Desde las hachas para hacer tablas que se transformaban en tejuelas: “Y, no había chapas de zinc ni cartón. Sólo había madera. Pero estas eran excelentes y duraban décadas”, explicó
Y luego, claro. La yerba. Todo explicado. Con imágenes y con elementos usados primigeniamente como para que luego de cortar la hoja había que hacer la secanza.
En todo, Franco muestra un entusiasmo digno de encomio.
Y luego en su oficina, despliega su sueño: “Quiero digitalizar todo esto”, se entusiasma, “para que el Museo sea visitado por cualquier persona desde cualquier lugar del mundo”.
Y antes de despedirnos, no deja de saludar la imagen de su apreciado amigo Enrique Larry Kleiven, desaparecido muy joven.