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jueves, noviembre 21, 2024

Noche de charlas, poesía y finados

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En Montecarlo, un encuentro de amantes de los libros y la literatura permitió un enriquecedor intercambio de impresiones sobre diversas cuestiones

Fue un sábado de agosto en un salón antiguo y de techos muy altos. Guillermo Aicheler es el anfitrión. Ya no es el mandamás de la empresa de energía provincial y está ahí recibiendo a la gente. “Sí, es nuestro orgullo este edificio. Lo levantamos a mediados de los años 70”, exclama pero primero mira a su interlocutor.

Guillermo Aicheler otrora hombre fuerte de la energía y Balero Torres

-¡Vos sos periodista, verdad!, exclama-. Solo quiero saber si me trataste bien o eras de los que criticabas…, dice mientras se ríe.

Se trata de la sede de la Asociación de Maestros que se halla en pleno centro de la localidad, a pasos de la plaza principal.

Desde 18 al 20 de agosto se ha realizado la 8va Feria Regional del Libro Montecarlo.

Y ahí están terminándola. Contentos, conformes, agotados.

Organizados por la propia Asociación de Maestros, la Biblioteca Edgardo Vallejos, la Agrupación Fundadores y la Dirección de Cultura municipal.

Ya han pasado, por caso, la local Evelin Rucker, Sebastián Borkoski y Rosita Escalada Salvo.

Y este es el día de cierre.

Habrá sorpresas. No solo un ballet de danzas infantiles de la localidad. No.

El primero en sorprender será el Vasco Baigorri, que se tomó el tiempo para tratar de contestar “¿Por qué la poesía?”, en una magistral muestra de amor por la escritura en verso.

El vaso Baigorri y su amor por la poesía

Olvidándose por un momento de sus preocupaciones ambientales, el hombre arremetió hacia los grandes y dio una clase magistral de amor por las letras.

Mientras citaba a un sencillo e inolvidable Mario Benedetti, se animaba a plantear esta cuestión: ¿Puede alguien hoy en día vivir de la poesía? “Es evidente de que no. Ni siquiera quieren publicarlos. Son los propios autores quienes deciden romper el chanchito para ver sus poesías impresas en papel”.

Es claro, hubo otra época: cuando Pablo  Neruda llegó a ser Premio Nobel o su connacional Gabriela Mistral estaban en el cénit de sus carreras, ser poeta era palabra mayor.

“Igual, siempre fue difícil vivir de la poesía”, acotó el Vasco con sapiencia. “Es más probable que a alguien que se decida por las letras, encuentre más posibilidades de publicar si  escribe una novela”.

Razón no le falta.

Nunca en toda la historia de la humanidad se ha escrito e impreso tanto como ahora.

Hay escépticos que sostienen que nadie lee. Puede ser. Pero todos editan.

Hay otros que sostienen lo contrario.

Pero volviendo a la poesía, una clase maestra, magistral del Vasco que como ecologista resultó un gran amigo del verso, dicho con todo respeto.

El homenaje a los grandes, Miguel Hernández (‘que la mayoría conoció a través de los cantos de Joan Manuel Serrat quien le puso música’) con sus Nanas de cebolla: “La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda”.

O un Mario Benedetti: “si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”

O tal vez, el cura nicaragüense Ernesto Cardenal cuando elevaba su plegaria por Marilyn Monroe: “Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe, aunque ese no era su verdadero nombre (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita2 violada3 a los 9 años y la empleadita de tienda4 que a los 16 se había querido matar)”.

Luego vendrá Heraldo Giordano. Que no sin orgullo presentó su libro de relatos “Nunca más será hoy”.

“Juego de local, admitió, porque aun habiendo nacido en provincia de Córdoba, está casado con una montecarlense. Así que se sintió a sus anchas.

Pero, siempre dedicado a la poesía, ahora se animó al cuento y relatos cortos.

El “heraldo” ¿de la muerte? ¿No será demasiado?

Al final admitió: Fue por sugerencia de su hijo que todos los relatos referidos a personas que decidían quitarse la vida (o eventualmente, se morían) estaban agrupados en el inicio del libro.

“Y tiene que ver con una concepción filosófica también: creo en que la conciencia de la persona permanece aun cuando sus signos vitales ya no funcionan”.

Finalmente.

En la noche de Montecarlo, en el  salón de los altos cielos rasos, le tocó el turno a Eduardo “Balero” Torres.

Venía a presentar “Socorro, el desesperado grito de la selva”, una novela que relata las aventuras de una familia de tucanes que se aparte del grupo y decide volar por los cielos de Misiones

“Debo confesar mi pecado –admitió Balero en el inicio de su charla- yo también fui uno de los ‘malos’ que relata el libro. Como mi formación profesional (ingeniero agrónomo) me indicaba, cuando empecé a trabajar en la zona centro (los cafetales de Campo Grande), tenía esa concepción de que el monte había que tumbar para empezar a hacer agricultura, ganadería, plantar pinos, esas cosas”.

Una de las experiencias que más lo marcó, cuando trabajaba en los cafetales fue cuando fueron a cazar de noche.

“Esa soledad, esa oscuridad, con un rifle que nunca había usado ahí en mi sobrado, mientras aguardaba alguna paca o venado… nunca viví nada igual: la selva (y más de noche) respira y vive de una manera tan intensa que no se puede transmitir. Decenas, cientos de bichos, plantas, animales, insectos se despliegan y tratan de sobrevivir. Aunque llegué a hacer un disparo y creo que fallé, nunca más volví de cacería y tampoco nunca más experimenté algo así”.

Y está claro: alguna de esas vivencias pudieron haber quedado plasmadas en la historia de los tucanes viajeros.

Que hablan con las plantas, con los animales, que se enteran de que hay un “hombre blanco” que viene quemando todo y que la selva está en peligro. Tal como lo dice el título.

La participación de los asistentes dio el marco al cierre de la jornada.

Heraldo como era local, se quedó en Montecarlo.

Los demás recién venidos, rumbearon para la capital. Eso sí, primero pasaron por esa tradicional parrilla cerca del acceso a Montecarlo. ¡Y bien que valió que la pena!

Salud, amigos! En nombre de Balero, de Zuni Fariña, Gladys Arenhardt y de quien escribe esta crónica y recuerda los buenos momentos pasados (e ingeridos).

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