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jueves, noviembre 21, 2024

Docentes, interesados en “Socorro” y su aplicación en el aula

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Se trata de una novela que expone la biodiversidad de la selva misionera en medio de aventuras entre animales, plantas y seres humanos

Durante este año de presentaciones de la obra por distintos lugares de Misiones quedó evidenciado el interés de docentes y maestros por acceder a ‘Socorro, el desesperado grito de la selva’ la novela que narra las aventuras de una pareja de tucanes con sus pichones por los cielos de la provincia a la par que despliega un arsenal científico sobre las características de la fauna y flora de la provincia.

El escritor Eduardo Balero Torres flanqueado por Mariela Montero y Zuni Fariña

Presentada inicialmente en diciembre pasado en Posadas, Socorro… de Eduardo “Balero” Torres (un profundo conocedor de Misiones no sólo por haberla recorrido sino por su formación profesional como ingeniero agrónomo) fue siendo llevada a distintos lugares de Misiones. Oberá y Apóstoles en más de una ocasión, Eldorado, Montecarlo, San Pedro, Puerto Iguazú. Allí fue presentada en diversas ocasiones y siempre con el mismo interés.

Así, la obra que cuenta las aventuras de la pareja de tucanes Tuca y Tuco y de sus hijos va desplegando de una manera instructiva (a la par de las acciones y aventuras) una precisa descripción de la selva misionera y sus habitantes: árboles, vegetales, hongos, epífitas, lianas, insectos, aves, anfibios, artrópodos, grandes mamíferos, peces, serpientes, todos vinculados y unidos por un invisible hilo que tiene al monte misionero como el gran protagonista.

¿Qué aporta la obra?

El conocimiento de cómo es la biodiversidad misionera explicada de una manera sencilla y didáctica. Y con las bases científicas necesarias en caso de requerirse esa cuestión: cada especie animal o vegetal tiene su precisa descripción de nombre y características.

“Sí, son muchos docentes que me han contado que van a utilizar el libro como material de consulta y de trabajo en el aula con guías prácticas”, refirió Torres.

“Una de las experiencias más valiosas las viví en San Pedro donde asistieron muchos alumnos de las EFAs e Institutos de Educación Agropecuaria (IEA). Esos chicos todos los días conviven con esta realidad plasmada en la novela. Y su participación en las preguntas se vio claramente evidenciada”.

Hubo muchas docentes que le adelantaron a Balero Torres la intención de usar la novela como material didáctico.

Cada uno de los 25 capítulos puede usarse como una unidad de análisis donde consta de información científica que excede la historia y la narración.

Y, evidentemente, esto se puede trabajar en las aulas.

En Apóstoles, la propia intendente María Eugenia Safrán fue una de las primeras en sugerir esta íntima vinculación entre los textos de la novela y la posibilidad de trabajarlo en las aulas.

Y la propia editora del libro Zuni Fariña había señalado que con la producción de unas guías de lecturas y actividades se podían encauzar los conocimientos de las jóvenes mentes y estimular el conocimiento de los secretos de esta tierra.

Cómo es la novela

En el primer capítulo de Socorro… se presentan los personajes y -como la mayoría de las aves- los tucanes no son muy lindos (feos, ojos saltones, mucho pico, sin plumas) y el padre no tiene reparos en afirmarlo. ¡Para qué! La madre Tuca salta y le quiere comer los ojos. Ya se sabe, para todas y cada una de las madres no hay hijos más lindos que los propios.

“El color verde se extendía hacia los cuatro puntos cardinales, hasta más allá de donde alcanzaba a divisarse. El entramado de vegetales se perdía en las ondulaciones y quebradas que mostraba la topografía, y ese día las nubes, perezosas, se recostaban sobre las laderas de los cerros penetrando entre las copas de los árboles, abrazándolos y permitiendo que del centro de sus blancas formas algodonosas aparecieran las ramas verdes de los colosos vegetales. “Verde que te quiero verde”, escribió García Lorca sin conocer las variantes de este color que se mostraban en la majestuosidad de la selva. Observando con más detenimiento, se podía diferenciar las variaciones de verdes de las hojas de las distintas especies arbóreas, algunas opacas, otras oscuras o brillantes; en el envés de algunas, el verde ceniciento se destacaba y entre la tupida floresta pasaban inadvertidos muchos ejemplares. Sobre una de las ramas de loro negro i y sin hojas se posaba el esplendoroso tucán.

De su enorme pico colgaban las pequeñas patas de algún pichón de boyero cacique, uno de sus alimentos preferidos para suministrar proteínas a sus hijos en crecimiento.

“Las características que presentaba era su largo y enorme pico anaranjado con base y mancha negra en la punta; cuerpo negro y babero blanco. Rabadilla blanca y la cola roja en la parte de abajo. Su tamaño puede llegar a los 53 cm. Ladeaba su cabeza hacia un lado en tanto miraba con insistencia el hueco del grueso tronco del árbol a unos pocos centímetros de donde estaba posado.

Como si pretendiera llamar a alguien emitió el krooc… krooc característico. Del hueco salió la cabeza de una hembra que aparentaba estar fastidiada de tanto esperar.

–¡Por fin! –expresó. El macho, amedrentado ante el malhumor de Tuca, su pareja, dio un salto y se posó en el borde del hueco. Mientras depositaba los restos del pichón del boyero, miraba con asombro a sus dos pichones, y luego, dirigiéndose a Tuca, le dijo:

–Lo siento querida, tuve que esconderme porque unos rapaces enemigos sobrevolaban el camino y tuve que dar un rodeo para llegar.

–No te preocupes, ya estás acá –dijo ella– están muy inquietos y no sabía qué hacer, son muy pequeños para dejarlos… son hermosos – culminó diciendo mientras miraba con ternura a sus pequeños hijos y desmenuzaba el alimento.

–¡Ay, Tuca!, yo los amo, son mis primeros hijos, pero todos son feos cuando rompen los huevos, no tienen plumas, la piel rosada, los ojos saltones y cerrados…

–¡Que antipático resultás ser como padre! –dijo enfadada Tuca– ocupate de ir a buscar más alimentos para ellos y salí de mi vista. Conociendo el carácter de su pareja, Tuco salió volando a buscar más alimentos, avergonzado ante los comentarios peyorativos que infaliblemente harían sus vecinos.

“SON MIS PRIMEROS HIJOS, PERO SON TODOS FEOS: NO TIENEN PLUMAS, PIEL ROSADA Y OJOS SALTONES”

Cuando volvió cargando en su pico frutos de ingá, el árbol más alto y grueso, el timbó, imitando la voz femenina de Tuca, dijo:

–¡Tardaste mucho Tuco, que no se repita o dormirás afuera! Los demás árboles y sus epífitas estallaron en carcajadas. Tragándose la bronca, Tuco se posó nuevamente en el borde del hueco donde anidaba su familia y les dirigió una furibunda mirada, en tanto dejaba las frutas de ingá a disposición de Tuca.

–¡No te enojes Tuco! –dijo el Ibirápitá– esa es la ventaja que tenemos los vegetales con respecto a ustedes, no necesitamos esposas o parejas que nos manden, tenemos los dos sexos con excepción de algunos de los nuestros que son dioicas, es decir son plantas machos y hembras.

–¡No hagas caso Tuco, no todas son ventajas! –expresó el Guatambú– no podemos trasladarnos, estamos arraigados al lugar y soportamos a estas parásitas que nos enredan y nos trepan, también a los insectos y mamíferos que se alimentan de nuestros frutos, follajes y ramas e incluso penetran en nuestros troncos. Al igual que muchos de ustedes, los pájaros, quienes también se alimentan de nosotros y cavan en nuestros troncos, como es el caso del nido donde vivís con tu familia; ese hueco lo hizo uno de los pájaros carpinteros y a todo esto debes sumar la competencia entre nosotros para recibir más luz y procesar nuestros alimentos… El grandulón ese, el timbó, nos sobrepasa en altura y su amplia copa de ramas nos cubren a muchos, pero sus hojas no son muy tupidas y permiten que el sol nos alcance.

–¡Uuuuuhhh! –vociferaron las enredaderas conjuntamente con las bromeliáceas, orquídeas y demás especies que crecían sobre las ramas y troncos de los árboles, burlándose de ellos cuando se sintieron aludidas.

En realidad, la estructura de la selva donde decidió vivir Tuco y su familia aparenta ser un vallado impenetrable que no permitía extender la mirada más allá de donde estaban. Los árboles, como si fueran paraguas, crecen hacia arriba en busca de la luz y se encuentran distribuidos en forma irregular, muy cerca unos de otros, y entre todos conforman el estrato más alto. Se diferencian por las características de las cortezas de sus fustes siempre que las algas, líquenes, las lianas y las enredaderas no las cubran, porque al igual que ellos, buscan la luz solar y por eso se adhieren a sus troncos envolviéndolos para poder trepar hasta la copa, donde sus hojas ávidas de luz se mezclan con el follaje de su huésped.

De las ramas de los árboles cuelgan tallos y raíces de las enredaderas, formando una estructura vegetal impenetrable. En esa exuberante selva y en distintas comunidades vegetales conviven cerca de trescientas especies de árboles y palmeras. En los estratos inferiores, se encuentran plantas que van de los tres a los diez metros. En ese espacio, entre otros, encontramos a la yerba, los helechos gigantes, el cocú, y un poco más abajo crece una mayor variedad de especies, destacándose las numerosas piperáceas, mirtáceas y rubiáceas además de otras familias como así también numerosos y múltiples helechos. Asimismo, se encuentra la urticante ortiga brava y en ciertos lugares se destacan los impenetrables cañaverales de bambúes o tacuaras, como el tacuapí, la espinosa yatevó, el tacuaruzú, el tacuarembó y el mboreví caá con llamativas flores azules.

En el último nivel, en el estrato herbáceo umbrófilo, con muy poca luz, crecen algunas gramíneas de hojas anchas, gran variedad de helechos, hierbas no leñosas, especies con flores muy atractivas de la Familia Bignoniácea y la no menos vistosa flor de Santa Lucía (de la Familia Commelinácea); además de variadas enredaderas que a veces forman verdaderas marañas.

Todo se asienta sobre la oscuridad del húmedo lecho, por lo cual los animales también son oscuros o manchados para mimetizarse con el ambiente y el juego de luz y contraluz que se suele producir. Para la descomposición de la materia orgánica colaboran numerosos y vistosos hongos de llamativos colores blancos, amarillos, anaranjados, pardos y rosados. Los abundantes musgos forman tapices extraordinarios sobre troncos caídos o en la base de los fustes de los árboles, como en las ramas, y muchas veces se los observa mezclados con los líquenes, con sus también variados colores, blancos, grises y rosados como los que crecen en el fuste del pindó. Cada expresión de la selva causa admiración, y en este estrato no deja de hacerlo la flor de piedra que parasita las raíces del alecrín

De acuerdo con las estaciones, los vivos colores hermosean a este mundo, cuando numerosas especies arbóreas, enredaderas o parásitas florecen y se manifiestan en toda su ostentación y entre el verde aparecen los colores blanco, amarillo, fucsia, anaranjado, azul y otras.

A todo este prodigio vegetal hay que sumarle la extraordinaria fauna compuesta con 448 especies de aves, 71 especies de mamíferos, 36 de reptiles, 20 de anfibios, 250 de mariposas diurnas y miles de artrópodos. Todo este universo se asienta sobre el suelo cubierto por una capa de materia orgánica en descomposición, producto de ramas, hojas, flores y frutos caídos cuya vida macro y microscópica es tan rica como la flora superior. El piso de la selva es un lugar caliente, húmedo y oscuro.

DE NOCHE, EL PISO HÚMEDO DE LA SELVA (CALIENTE, HÚMEDO Y OSCURO) ES EL LUGAR DONDE SE MOVERÁN ESCARABAJOS, HORMIGAS, RATONES, RANAS Y SAPOS

El sol no llega porque es bloqueado por los árboles y demás vegetales. Escarabajos, hormigas, ratones, ranas y sapos remueven el sustrato de tierra y materia orgánica en tanto los hongos y bacterias colaboran en la descomposición de la misma, liberando los nutrientes que vuelven a ser absorbidos por las plantas. En general los suelos sobre los que se levantan las selvas son muy pobres y las lluvias abundantes lavan, arrastrando los nutrientes y parte del humus.

El calor generado por la fermentación y la humedad casi permanente, visibilizan las volutas de vapor que se levantan del suelo, ascienden entre el follaje y en muchas ocasiones se levantan por encima de las copas de los árboles.

De noche, mientras Tuco y familia descansan, la selva cobra vida y todos los animales despiertan generando un bullicio viviente y energizante debido a los muchos chillidos, graznidos y sonidos particulares que indican el juego entre ellos o la agonía de la derrota ante un predador.

Aparentan perseguirse y en determinados momentos se revuelcan jugando sobre la tibia hojarasca. Las ranas compiten en sonidos agudos con los grillos, y los sapos con su croar grave acompañan esa combinación de sonidos donde los chistidos de las lechuzas se confunden con los ruidos que producen las poderosas uñas del tatú escarbando el suelo.

El gruñido del felino hace silenciar a varios hasta que consideran que el peligro pasó y vuelven a la sonata nocturna. En ocasiones, el ruido de ramas atropelladas o aplastadas se suma a los demás sonidos, seguro que algún mamífero escapa de su cazador y como una expresión disonante se escucha el canto triste del urutaú. En su hogar, la costumbre de los tucanes es dormir con el pico debajo del cuerpo y entre ellos sus pichones, para poder caber dentro del reducido espacio del nido.

Al amanecer, después de arrojar afuera los excrementos de los pequeños y toda basura, Tuco y Tuca salieron del nido a estirar sus cuerpos después de dormir acurrucados.

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