El recordado cacique Geniolito, musiquero y violinista, ya lo decía en Misiones: “Me llaman el yaguareté”. Y cuando se le preguntaba si ese nombre era por su valentía, fuerza y arrojo, respondía con una sonrisa: “No, no. Es porque me gusta comer carne. Y si es de asado, mejor…”
No siempre el aborigen de la región con sus humildes armas puede acceder a cazar animales grandes como un pecarí, un anta o un venado que le proveen de las necesarias proteínas animales.
En estos días, en Formosa se realizó uno de los tradicionales remates ganaderos en una zona llamada (vaya paradoja) El Chorro, en la zona occidental de Formosa, muy cerca de la frontera con Salta. Hasta allí se trasladó Eber Solís el vicegobernador de la provincia de Gildo Insfrán quien a su vez es el padrino de del vice.
La tradición en la mayoría de los remates, luego de que vendedores cuenten el dinero, el martillero haga relaciones públicas y el comprador vaya viendo cómo llevar la hacienda que compró es que se comparta un buen asado, como corresponde a esos casos.
Pero en esta ocasión, no pudo ser.
El asado en sí mismo marchaba fenómeno. Con parrillas cargadas de costillares y de chorizos.
Hasta que irrumpió un grupo de personas que aparentemente no estaba invitada al evento. Y venían preparados.
Como decía Geniolito: eran aborígenes y aman el asado.
Con sus tenedores iban hincando los cortes de la parrilla y los colocaban en sus platos.
En pocos segundos la parrilla quedó pelada.
Y los participantes del remate, sin asado.
Para no desesperar, los cocineros improvisaron un guisito.
Y la cosa terminó bien.
Quizá la próxima vez, en el siguiente remate de El Chorro les convenga agregar carne e invitar a los aborígenes de la zona. Ya se sabe, a ellos les gusta mucho la carne como el yaguareté