Marius Els lo vio en una inundación y se compadeció. Era más pequeño, claro: tenía sólo cinco meses. Y lo terminó adoptando. Lo llamó Humphrey. Ahora habían pasado cinco años. “Oh, comentó el sudafricano que le encantaba tener los animales salvajes (en su granja había jirafas y rinocerontes, también), él es como un hijo para mi. Es casi humano. Hay una relación entre Humphrey y yo que mucha gente no entiende”.
En estos días, se reflotó en la red social Twitter el debate acerca de qué animales exóticos (por no decir domésticos) se pueden criar. Y varios usuarios recordaron el caso de Els y su pequeño Humphrey. La historia databa de hace una década pero merecía ser contada.
Después de cinco años, el animal ya pesaba mil kilos. El sudafricano compartía momentos divertidos. Y solían meterse en la laguna que tenía en su chacra. Marius iba “a caballito” montado sobre el animal.
¿Qué dice la teoría sobre comportamiento animal? “Los hipopótamos están considerados como uno de los animales más peligrosos del mundo. Son, por naturaleza, muy agresivos. Suelen atacar a humanos sin motivo aparente y en esos casos usan sus enormes y poderosos dientes caninos para atrapar, morder y aplastar a sus víctimas”.
Nada de eso pareció importarle a Els.
“Se cree que solo puedes tener una relación con perros, gatos y animales domésticos. Yo tengo una relación con el animal más peligroso de África”, solía jactarse Marius Els. Mal para él. O como señala el refrán, “la confianza mata al hombre”.
En una palabra, el dueño sabía a qué atenerse. No podía aducir ignorancia.
La mascota creció y llegó a mil kilos.
“Le pego un silbido y viene corriendo como un perrito”, solía afirmar Els.
Hasta que llegó el malhadado día.
En un clásico de novela juvenil llamado “Virtud salvaje”, un joven que vive en un ambiente rural hostil y con mucha selva alrededor (muy al estilo de Misiones cuando empezara la colonización) adopta y cría un venado. Cuando el animal se transforma en un precioso ciervo y siente “el llamado de la selva”, intenta huir. El muchacho -desesperado porque no quiere perderlo- hace todo para impedir el escape. Eleva unas empalizadas cada vez más altas para que el animal quede con él. Una mañana se despierte y ve que ya no está más. El ciervo con esa agilidad que tiene -diseñados para huir de todos los depredadores- ha pegado un salto extraordinario por sobre el cerco y, finalmente, ha retornado al bosque.
La naturaleza se impuso.
Quizá simplemente Humphrey se despertó cruzado ese día.
Quizá no obedeció alguna orden de su dueño.
Quizá el hombre decidió castigarlo o mostrarle alguna varita, algo.
O, quizá, como dice la teoría atacó sin tener un motivo.
El cuerpo mutilado de Marius fue hallado cubierto de sangre y vísceras en su propiedad ubicada al sur de África. Autoridades determinaron que Humphrey lanzó un brutal ataque en el que mordió a su amo varias veces.
“No creo que sea capaz de lastimar a nadie -había dicho Els- o al menos, a mi. No lo creo”.
¿Hay moraleja para esta historia real?
Es sencilla. Hoy en día, las mascotas exóticas están de moda. Un documental de Netflix sostenía que la mayor cantidad de grandes felinos (tigres, pumas, jaguares, panteras) estaban en Estados Unidos y no en África ni la India.