La antropóloga francesa Nastassja Martin hacía un trabajo de campo en unas distantes comunidades de pescadores y cazadores de la Siberia oriental en 2015 en una zona de Kamchatka. De repente tenía frente a sí a un gigantesco oso de 250 kilos que la atacó directamente a la cara. Allí la mordió. ¿Cómo se salvó? Tenía un piquete bien puntudo. Se lo clavó y al animal no le gustó y abandonó a su presa. Lo bueno: ella no quedó desfigurada
Hoy tiene 37 años. Todo ocurrió hace siete años. La doctora en Antropología egresada de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París Nastassja Martin hacía un trabajo de campo en la península de Kamchatka. Acaba de publicar su libro In the eye of the wild (En el ojo de lo salvaje o algo así).
“Este libro -dice no sin ironía The Guardian de Gran Bretaña- cuenta su vida posterior luego de haber sido (lean bien) ‘besada’ por un oso”.
Ella intentaba hacer la típica tarea de los etnólogos (mezclarse en las poblaciones observadas hasta ser una parte más de ellos y que no se note su presencia y a partir de allí, hacer sus anotaciones) entre los evenos, un pueblo de cazadores, pescadores y pastores de renos de Siberia Oriental.
Sí, fue en ese momento, un día en que volvía de hacer un trabajo de campo, en que la atacó un oso que probablemente la hubiera matado de no defenderse ella con un piolet con el que golpeó a la bestia en el costado.
Qué es un piolet. Fíjese el amable lector.
Se trata de un pico o piquete de mano muy filoso que suelen usar los alpinistas. El uso de ese instrumento terminó salvándole la vida.
El plantígrado se marchó con un trozo de mandíbula y tres dientes de la antropóloga y le rompió el hueso cigomático derecho, y le causó grandes heridas en el rostro y la cabeza, además de otra en la pierna.
El hueso de nombre extraño (cigomático) es el que está en la parte superior de la mandíbula. Los humanos tienen uno a cada lado de la cara, es el que rodea a la cavidad del ojo y es donde se apoyan las ojeras. Además ayuda a mover la mandíbula (la “carretilla” en lenguaje argentino).
Jacinto Antón, el periodista español que pudo charlar con Martin acerca de esta experiencia relata lo que le contó la científica. “No hay un piadoso apagado cuando te encuentras entre las garras y colmillos tintos en tu sangre. ‘Yo nunca perdí la conciencia, ni mientras tenía la cabeza entre los dientes del oso y me mordía la cara: veía el interior de su boca, lo sentía todo, su aliento cargado; pensaba que moriría, pero no pasó”. ¿A qué huele un oso? “Es un olor muy fuerte”. ¿Cómo un perro? “Peor”.
Claro, para los amantes del cine, no será difícil vincular esta escena a la de The revenant (el renacido) cuando Leonardo Di Caprio hacía de un cazador de pieles y era atacado por un oso grizzly.
El animal atacó, le hundió su mandíbula en la cara (siempre atacan allí primero) y ella vio adentro de las fauces. No desmayó (por suerte!); pudo defenderse con el pico (piolet) y aunque sentía el espeso y hediondo aliento del animal, pudo desprenderse. El oso se alejó con parte de su cuerpo, pero ella quedó con vida.
¿Le dolía? Y, sí, claro! “(Pero) curiosamente (era un dolor) soportable; hay algo en el cerebro que apaga parte del dolor cuando es demasiado intenso”.
¿Cuál fue el otro elemento que la salvó? Contar con un buen teléfono celular que podía usar.
“Con el rostro tumefacto y desgarrado”, esperaba en la ladera helada de un volcán a que venga a buscarla un helicóptero del ejército ruso para evacuarla.
Mechones ensangrentados de su pelo cubren el suelo. “Sacarte de allí es difícil si te pasa algo, y suerte que yo llevaba teléfono y se pudo pedir ayuda. El libro también habla de eso, de cuando todas las seguridades que nos construimos se destruyen; hemos olvidado la vulnerabilidad”.
“Ví su boca, sentía su aliento. Era espantoso. Feo como un perro mojado pero peor. Y sin embargo no perdí la conciencia”, dije la mujer cuyo rostro pudo ser reconstruido
En una primera cura le vierten alcohol por la cara y la vendan. La trasladan a una base militar donde la observan con sospecha y una mujer mayor le cierra las heridas con hilo y aguja. Le hacen una traqueotomía.
Siguen días de calvario hasta que puede regresar a Francia donde la someten a nuevas intervenciones maxilofaciales. Una curación larga y extenuante.
Ella, al igual que el personaje de Di Caprio (el caso está basado en una historia biográfica de 1820 en el norte de Estados Unidos), se considera una “renacida”.
Ella evidentemente quedó impresionada por el encuentro (no deseado). Sus ojos celestes cruzándose con los ojos amarillos del oso. Y agrega que hay toda una concepción en la mayoría de los pueblos del círculo polar ártico (Alaska, Groenlandia, Siberia) donde este gigantesco plantígrado forma parte de las culturas y se lo suele humanizar.
Martin sigue shockeada por ese encuentro y no es para menos: Su nuevo libro ya está a la veta. Pero por ahora, sólo en inglés (ver arriba).