La autora compara épocas de su niñez y la de su hija que va a “robótica”. Y cómo esta nueva cultura está cambiando todo. Y la forma en que los gobiernos encaran estos cambios se transforman en nuevos paradigmas
Siempre dije que el día que tuviera un hijo, querría que aprendiera robótica. Yo no tuve esa oportunidad. No por haber nacido en una clase media trabajadora, de esas típicas argentinas, que encontró en la educación pública un camino para salir adelante. Sino directamente porque no había eso en mi infancia. En términos de Piscitelli, soy una inmigrante digital, en contraposición a los nativos. Esta adopción significó el esfuerzo de adaptación a las TICs, pero sarna con gusto no pica. Todas las facilidades que ofrecen para la vida, sin hablar del entretenimiento, hacen que haya un interés creciente.
Pero volviendo a mi hija, sí, efectivamente, en sus escasos cinco años, va contenta a “la robótica”, como llama a la primera escuela pública y gratuita de Argentina. Las opciones que yo no tuve, ella sí las tiene. La tecnología avanzó a pasos agigantados y la provincia ofrece estas oportunidades. Desaprocecharlas sería un despropósito.
Desconozco si seguirá concurriendo con el mismo interés con que va ahora. Supongo y espero que sí. Mientras tanto, se que la economía del conocimiento se sigue expandiendo. Porque si se quiere teorizar la cuestión, de eso se trata. Un sistema que entiende a la tecnología como la llave que abre las puertas del desarrollo intelectual. Al cruzarlas, coexisten una multiplicidad de caminos. El trayecto, al igual que el techo, es infinito. Dependerá de cada uno lo que se quiera potenciar. Desarrollo de Software, juegos electrónicos, inteligencia artificial, programación, son algunas de las propuestas.
Y ahora se suma un nuevo eslabón. Llega Silicon Misiones, un parque tecnológico donde convivirán distintas empresas. Recuerdo la primera vez que escuché hablar de Silicon Valey. Sorprendida es poco. Aún tengo en una caja con apuntes de la facultad, la fotocopia con la historia de la Escuela de Palo Alto… lo que era lejano y tan solo un tema de la bibliografía para estudiar, hoy tiene su réplica real. Porque es tangible. Existe. Se lo puede (ad)mirar.
Me pregunto cuántos niños que hoy estudian en la Escuela de Robótica o en alguno de los más de 78 espacios makers terminarán desarrollándose profesoonalmente en Silicon Misiones. Ojalá, muchos. Esto recién comienza.
Los periodistas tenemos la noble tarea de registrar todo. Porque en unos años, los historiadores empezarán a analizar este fenómeno. Y en general, junto a las estadistas, la primera fuente a la que se recurre en una investigación científica dentro de las ciencias sociales, son las publicaciones de los medios serios y profesionales. Luego vienen las entrevistas y otras fuentes secundarias (como estadísticas y otros informes de medios).
Así que menuda tarea tenemos de ser fieles a la verdad.
Obras como Silicon Misiones permiten cambiar el rumbo de historia. Ahora se la escribe en clave digital.
Gilda Pernigotti
Periodista