Como en esos juegos de simetría que Borges apreciaba, María Kodama falleció a la exacta edad en que lo hiciera su famoso marido y mentor hace 36 años. Habían estado casados dos meses cuando en 1986, él partió. Ella se transformó en el custodio feroz de la obra del gran escritor argentino. Se peleó con todos y por todos los motivos posibles. Impidió la publicación de obras en otros idiomas, rechazó a Alejandro Vaccaro el unánime (adjetivo borgiano si los hay) biógrafo de Borges y se constituyó en una virtual samurai de la obra de JLB
La tibieza de un domingo otoñal por la tarde se sacudió levemente. Como una hoja que se desprende del árbol y da unos extraños giros en su vuelo final hasta aterrizar en el suelo sin levantar polvo, sin producir ruido. Así se fue María Kodama, la cuidadora de la obra de Jorge Luis Borges el mayor escritor argentino o, al menos, el más conocido.
Su matrimonio duró apenas dos meses.
Había detalles impensados: se casaron vía interpósitas personas en ¡Paraguay! porque en la Argentina no había ley de divorcio. Y Borges ya estaba casado. En una palabra: como esos visires, personajes de sus cuentos, Borges tuvo dos esposas en simultáneo. Elsa Estete (viuda) de Millan y María Kodama.
Puede ser que alguno conozca pero la mayoría ignora dónde queda Colonia Rojas Silva en Paraguay. Allí comparecieron dos personas que eran representantes en JLB y María Kodama. Era abril de 1986. Y allí se casaron.
Claro: en Argentina no había ley de divorcio en ese entonces. Hubo que recurrir a ese gambito.
Alejandro Vaccaro, “el” biógrafo de JLB, sentenció: “No es una boda legal”.
A partir de allí, se ganó el repudio definitivo de la flamante viuda. Quien pasó a ser albacea de JLB. Esto es: manejar las regalías y los contratos por sus famosos libros de cuentos, ensayos y poesías.
Quedaron muchos lastimados y hechos penosos de esa instancia. No sólo Vaccaro.
Por lo pronto, JLB siempre había expresado el deseo de que sus restos descansaran en la Argentina. Eso no ocurrió: está enterrado en Ginebra.
Y había más.
Epifanía Úveda era correntina y la madre de JLB la había tomado hacía décadas (fines de los 50) como parte del servicio doméstico de la casa donde el escritor vivía con su casi centenaria progenitora. Le decían Fanny.
Cuando fallece el escritor, una de las primeras decisiones de Kodama fue prescindir de ella y sacarla de la casa donde residía que era de la familia Borges. El abogado enviado por Kodama le exigió que le dijera dónde guardaba los pesos y los dólares que tenía el escritor. Los tomó todos, los guardó en una bolsa de supermercado y se fue. Ella, que tuvo que dejar la casa sin más, terminó viviendo en un ranchito en el barrio de la Boca.
El periodista Alfredo Serra la visitó. Sobrevivía.
El relato que hizo Fanny es estremecedor y entra en contradicción con lo que Kodama refirió a por qué JLB no fue inhumado aquí.
–¿Usted sospechó que Borges iba a morir?
-¡Sí! Y él también. El día de la partida a Ginebra lo desperté a las cinco de la mañana para que no llegara tarde a Ezeiza, se aferró a la cama, y se puso a llorar: “Fanny, no quiero ir… no quiero ir porque me voy a morir allá…”. Solo lo vi llorar tanto cuando murió la señora Leonor (Acevedo, la madre de JLB).
En la tranquila Ginebra, Kodama explicó que Borges le pidió que no se trasladara su cuerpo a la Argentina porque tenía temores de que se produjeran hechos lamentables como el Ricardo Balbín. En 1981, cuando el líder radical agonizaba un fotógrafo de Editorial Atlántida se colgó por el exterior de la clínica donde estaba internado el político. Sacó fotos del hombre desahuciado, lleno de cables y caños por todo su cuerpo. Lamentables imágenes que la empresa no reparó en publicar. Fueron a juicio y apelaron al derecho de informar. Perdieron en todas las instancias hasta la Corte Suprema que sentó jurisprudencia con el fallo Ponzetti de Balbín vs Editorial Atlántida por el cual el derecho a la intimidad tenía una preeminencia por sobre el derecho a la información.
Puede ser que haya habido ese diálogo entre el desfalleciente Borges y su esposa; pero también está el testimonio de Fanny.
Lo cierto es que María Kodama -una vez fallecido JLB- se transformó en una híper celosa custodio de la obra del escritor. Algunos quizá veían en ese celo protectivo un afán lucrativo. No se podía publicar nada acerca de Borges sin que cayera implacable el enojo de Zeus-Kodama y sus rayos paralizantes.
Hasta en el extranjero, ella llegó a impedir la publicación de obras que contenían charlas entre un escritor italiano y JLB simplemente porque no había regalías.
Quizá era su origen: hija del químico japonés Yosaburo Kodama y de la argentina María Antonia Schweizer, de ascendencia suizo-alemana, con algunos toques de sangre inglesa y española: todos esos componentes en sus genes la transformaron de lo que en algún momento fuera una damisela tímida quedara transformada en una alter ego absolutista.
Quizá fuera su decisión de no tener hijos. No los deseó. No los quiso.
Estas obras pasaron a ser sus únicos hijos (valiosos, al menos). Ella llegó a escribir (era profesora de Literatura) pero lo suyo no va a trascender. Eso casi con seguridad.
De allí sus afanes por “cuidar” la obra de Borges. Pero los que lo conocieron saben que él nunca buscó algo así. En realidad le importaban poco las cuestiones mundanales y materialistas. Siempre vivió en una nube cargada de laberintos, sabios, doctos, paradojas, azares, zahires, tramas policiales y filosofía todo mixturado con el “oro de los tigres” que tanto añoraba desde su infancia cuando se escapaba de su casa, iba al zoológico y quedaba -fascinado- mirando la jaula de los tigres de Bengala.
El excesivo afán por “cuidar” la obra de Borges fue exclusivo tenor de Kodama.
Borges prefería los idiomas extraños, las lenguas que ya no estaban en la boca de los pueblos y los juegos de mente con números. Como el 86. Un número perfecto. Murió con esa edad. Era el año 1986. Su viuda vivió ¡hasta esa edad..!
Fanny Úveda, la correntina, murió, triste y solitaria en su casita de la Boca el 10 de junio de 2006, a los 86 años.