Son cuatro indígenas colombianos: la mayor de trece años y hasta un bebé de once meses. El avión cayó y murieron los tres mayores. Solo quedaron ellos y la niña los guio, cuidó y alimentó por más de dos semanas. Pero ahora no los pueden encontrar. Están por ahí pero no saben dónde
El Cessna comenzó a fallar. Adentro iban el piloto, el funcionario de una organización aborigen y la madre de cuatro niños indígenas. Era el 1 de mayo y la avioneta sobrevolaba la zona más boscosa del Amazonas colombiano. Habían despegado de Aracuara, diminuta población de la Amazonía colombiana, con destino a San José del Guaviare, capital del departamento del Guaviare, al este del país. El Cessna 206, de la compañía Avianline Charter’s, sufrió una falla mecánica y la torre de control les perdió el rastro.
El piloto miraba y miraba para buscar un lugar donde aterrizar. Apuntó a una zona que aparentaba ser pareja: era la copa de muchos árboles gigantescos. El impacto fue durísimo y los tres ocupantes fallecieron inmediatamente. No hubo nada que hacer.
Pero atrás, dentro de la cabina hay un lugar donde es muy seguro para atenuar los impactos como esos. Allí viajaban Lesly Mucutuy, de 13 años; Soleiny Mucutuy, de 9; Tien Noriel Ranoque Mucutuy, de 4, y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, de 11 meses. Tras el choque de la avioneta con la copa de los árboles no sólo estaban sin protección en el medio de una selva: se habían quedado huérfanos de un solo golpe.
Eso no arredró a Lesly. La hizo más fuerte y luego de darse cuenta de que con los mayores no podía hacer mucho, decidió bajar a suelo y guiar a sus hermanos por la espesa selva colombiana al sur del país donde los montes se mezclan con el inicio del Amazonas.
Sí, es una zona de naturaleza salvaje, muchas lluvias y humedad y, naturalmente, de animales salvajes e insectos agresivos.
A nada temió Lesly quien decidió proteger a sus hermanitos. Ella era una huitoto ( uitoto). Ella era una murui-muinane y sabía cómo moverse en esa jungla de riesgos. No era una niña de ciudad y estaba decidida a salvarse a sí misma y a sus hermanos.
Y vaya si lo logró.
Ya sobrevivieron 17 días, solitos los cuatro. ¡Pero no los pueden hallar!
Aunque el presidente del país, ilusionado por dar una buena noticia, adelantó que ya los tenían, no era así.
Simplemente estaban encontrando el biberón (foto arriba) las tiritas para el pelo, la tijerita, el refugio pero a ellos, no. Al menos hasta la noche del jueves. Más de un centenar de integrantes de fuerzas militares, el perro Ulises y los propios aborígenes de la etnía están abocados a la búsqueda.
Desde el momento en que desapareció la aeronave, las Fuerzas Militares iniciaron la búsqueda en una región de selva abigarrada, regada por incontables riachuelos y con áreas pantanosas. Desde el aire se divisa una suerte de alfombra verde que se pierde en el horizonte, y así resultó muy difícil dar con los restos del aparato.
También emitieron por altavoces, desde helicópteros, una grabación de la abuela, dirigida a su Lesly, tanto en castellano como en uitoto su lengua nativa, mientras sobrevolaban la región.
“Lesly, le pido el favor, que yo soy su abuelita Fátima, usted me entiende, tiene que estar quieta porque el Ejército los están buscando por el bien de ustedes”, decía. “Hija, le agradezco que esté quieta, parada, si usted escucha, hija, esté parada para que ellos le traigan y si se siente agotada, solo mi Dios lo sabe”.
No se sabe si Lesly escuchó los mensajes aéreos de su abuela. Ella estaba haciendo campamento, cortando hojas grandes para cubrirse del fresco (están a 200 metros sobre el nivel del mar) y las lluvias. Y claro, mientras buscaba algo de comida. Lesly construyó con palos y ramas un refugio provisional en medio de la selva.
En ese refugio resistieron dos semanas.
Los rastreadores incluyeron a un perro llamado Ulises que iba en pos de los niños igual que todos.
Los progresos empezaron a aparecer: un biberón que usaron para dar de beber a Cristin Nerimar. Luego una tijerita (como las del jardín de preescolar) con las gomitas para el pelo para las niñas. Todos eran indicios alentadores.
Y, lo más importante: Restos de mburucuyá la fruta tan conocida en Misiones. Los niños se estaban alimentando. Lesly sabía que podían comer. Por el agua, es probable que la hayan recolectado de la propia lluvia en las grandes hojas o tal vez bebieron a algún curso (arroyo o naciente) que había por allí.
Pero seguían resistiendo.
Lesly les habrá dicho a sus hermanos Soleiny y Tien que tenían que aguantar. Que ya los iban a venir a rescatar.
Antes de que lleguen las patrullas, el perro y todo el maremágnum de salvataje, un indígena pareció que los ayudó.
Y pareció porque ese fue el mensaje que llegó a la capital de Colombia: “Los niños iban en un bote”.
El hombre los subió a su bote con motor y los acercó a una zona donde podían tener alimentos y beber agua y estar protegidos.
Así fueron vistos por alguien de la zona que tenía una radiotrasmisora. Dio el aviso y los rescatistas fueron directos al lugar donde podían estar.
El problema es que buscaron a un indígena con lancha que llegó a un puerto de esos ríos caudalosos. Y, no. No sabía nada de los niños ni los había rescatado.
Todo seguía igual en la incertidumbre.
El Presidente tuvo que borrar su tuit de anuncio de hallazgo y pedir disculpas. Y mandó directamente a la funcionaria que le chifló mal el dato a que vaya a la zona de búsqueda y se ponga tras los niños también.
Al igual que el personaje de Mario Vargas Llosa (El hablador) el monte llama y retiene. Pero hay que saber moverse allí.
“Los encontró un campesino de esa zona, un indígena de allá mismo. A ellos los estaban llevando en un bote, no sé a qué parte”, dijo la abuela materna de los pequeños, Fátima, a la revista Semana de Bogotá. “Espero recibir a mis nietos y recibir el cadáver de mi hija que todavía no lo han hecho llegar”.
La pobre mujer anunció esto y luego -igual que Petro- tuvo que desdecirse.
“Después de arduas labores de búsqueda de nuestras Fuerzas Militares, hemos encontrado con vida a los 4 niños que habían desaparecido por el accidente aéreo en Guaviare. Una alegría para el país”, escribió Gustavo Petro en Twitter.
Idas y vueltas
Sin embargo, pocas horas después de que Petro publicara esto en redes, lo borró. Y luego salió a disculparse. Entusiasmado por dar una buena noticia no llegó a chequear de que probablemente los menores estuvieran a salvo pero no en manos de las autoridades.
Petro reconoció que no hay pruebas de vida de los cuatro niños: “La información entregada por el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) no ha podido ser confirmada, lamento lo sucedido”.
Así, los militares todo el tiempo han negado que tengan en su poder a los menores sobrevivientes, mientras que la Aeronáutica Civil ratifica lo mismo.
La última versión habla de que un campesino de la zona los habría encontrado y los llevó en lancha en la ruta Mitú-Cachiporro; sin embargo, a primeras horas de la mañana del jueves, 18 de mayo, aún continúa la búsqueda.
Por su parte, el gobernador de Caqueta, Arnulfo Gasca, dijo en entrevista con la Radio Nacional de Colombia que los niños están en un resguardo, donde se espera que en el transcurso de la mañana se puedan rescatar definitivamente.