Hay muchos, y la mayoría se usan (los usamos) casi sin darnos cuenta. Misiones ha enriquecido a su manera el uso diario del castellano que llegó de España pero que se mezcló con el guaraní de Paraguay y el portugués de Brasil y lo enriqueció con lenguas extranjeras
José Szychowski fue ministro de Agro de Misiones en la década del 60 del siglo pasado. Tuve la oportunidad de entrevistarlo. A su cargo estuvo la iniciativa de impulsar el cultivo del poroto que vino de oriente. El o la soja. No importa. Es como el o la mar. Aquí va el recuerdo.
“Cuando hicimos la campaña en radios y en diarios, la frase que nos salió es ‘plante soja’”.
Cualquiera podrá tomarlo naturalmente, menos los agrónomos y técnicos del Inta: para ellos, la cosa era “sembrar”. Porque se trataba de una semilla.
“Sin embargo, optamos por ‘plante soja’. ¿Por qué? Porque así hablamos. Así dice el misionero que está acostumbrado a (tras) plantar el plantín (de ahí su nombre) de tabaco o de pino. La mandioca ¿se siembra? Y, no, ¿verdad? Bueno, así era con casi todo lo que se cultiva en Misiones. El té es una planta. El naranjo y las mandarinas son plantas. Así que en Misiones decidimos que la soja había que plantarla…”
Estos días hablaba con Quique López un amigo ex sacerdote y oriundo de Corrientes. “Vivo en un conjunto de piezas en las afueras de Posadas -me contaba- y el otro día se armó una trifulca entre otros dos inquilinos. Así que la locadora me mandó a mí de mediador ‘guaúnte’…”
Yo entendí perfectamente. Pero hay muchos que no.
‘Guaú’ es falso en guaraní (o no del todo cierto). Pero en este contexto, ‘guáunte’ estaba perfecto. Él era ‘casi’ un mediador. Maravillosa mezcla de idiomas. Ah, y sí, Quique funcionó bien como intermediario en la batahola y pudo arreglar las cosas. Bien por él.
Una ex compañera del secundario Coca Cabrera se trasladó a Corrientes capital y no volvió más. Pero gracias a las redes seguimos en contacto. No es la única pero siempre que puede manda un saludo maravilloso. “¿Cómo anda la genterada?”, pregunta y todos sabemos que se refiere a un maravilloso colectivo inventando por los misioneros.
Y siguiendo en la misma línea, los misioneros inventamos otra palabra maravillosa.
Cuando cae un buen chaparrón y el mismo se extiende en intensidad, el misionero dice: ¡Qué linda lluviarada, eh!
Sapecar tiene su origen en un brasileñismo (no me animo a decir, portuguesismo porque es de acá nomás) y se aplica al proceso de elaboración de la yerba mate. Es la primera exposición de las hojas y ramas al calor del fuego para extraer la humedad del vegetal. Se sapeca es como decir se chamusca. Pero, es más. El misionero extendió el uso porque el urú (la persona que hacía el sapecado) estaba expuesto a un calor intenso y tenía que sapecar fuerte con intensidad las hojas arremeter contra el fuego y luego sacarlas para evitar que se quemen.
“Sapecale, sí” está -creo- en algún chamamé de Marito Boffill y en nuestro hablar diario. Es como decir “dale, metele, hacé eso”.
Nuestra querida y apreciada Belén Hernández cuando recién llegó de Bahía Blanca no podía creer. Los misioneros no echaban llave a sus casas. “Acá nomás se llavea… y listo”, solía decir.
Y es verdad. Una ocurrencia de la RAE, digamos todo. Hay decenas (y calculo, centenas) de sustantivos que se transforman en verbos (sol – solear, pala – palear, carne- carnear, y así hasta el fin de los tiempos) pero resulta que de llave no se puede pasar a llavear.
Y de retobado nomás el misionero decidió que sí se podía usar así que para doblar (doble – doblar) la apuesta (apuesta – apostar) decidió que el tractor en la chacra no se conduce ni se maneja. Se sale a tractorear y se acabó.
Aunque no se usa mucho en otros lados, en Misiones la bola de barro que se hace para lanzar con la honda o gomera la llamamos bodoque.
De chico escuchaba mucho. Creo que se sigue usando. En Eldorado el brasilerismo para el cigarro de hoja era “charuto”. Más acá en el tiempo escuché que le dicen “charoto”, es lo mismo.
En guaraní, ‘tavy’ es algo así como una expresión de asombro pero se agrega una segunda carga semántica que remite a hacer cosas alocadas. Y de ahí, acá se suele escuchar bastante “qué tavyrongo (tagüirongo) que és”….
Otro término muy de acá que puede ser que combine dos expresiones es “ribada”. Algunos sostienen que se trata de “rivada” (así se llama una revista de la Unam). Es la famosa cuesta arriba o subida de una loma.
Puede haber algún brasileñismo ahí pero también el participio de arribar (arribada). Lo cierto es que subir una ribada casi siempre te hace sudar lindo (cuando vas a pie y más si es en verano).
De chico se usaba mucho: “Pero qué gurí más cabezudo”, solían decir(me).
No tiene nada que ver con el tamaño de la cabeza sino con las ideas locas que podían pasar por esa cabeza. Hacer travesuras de niño era ser un gurí cabezudo.
Y me decía el correntino Luis Suárez que si eras muy cabezudo, te llamaba tu papá, mamá, abuela y te decía: “Vení para acá, gurí cabezudo, que si te seguís portando así te viá dar un buen tapití por la mata de tu oído”. No estoy seguro de qué significaba eso, pero si yo era el advertido, estoy seguro que me hubiera portado bien.
El ‘óita’ es una expresión (de asombro y alegría) que acompaña a otras palabras y subraya a algo o alguien en alguna circunstancia destacable. “Oita, ese guiso, ¡qué bueno que está!” o ‘oita, mi cuñado, me prestó el auto’.
Recular tiene una clara acepción en el diccionario. Ir para atrás. Pero ‘reculín’ en Misiones no tiene el mismo sentido. ‘Reculín’ es el que se queda con el dinero que no le corresponde. “A ese cajero lo echaron porque hacía ‘reculín’ con los vueltos…”