María Antonia de Paz y Figueroa, una santiagueña del 1700 a la que llamaban Mamá Antula, fue una santa mujer adelantada a su época: realizaba los ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Cuando los jesuitas fueron expulsados, ella siguió con ese mandato. La Iglesia acaba de confirmar su primer milagro en el país. La historia Claudio Perusini, el hombre que volvió de la muerte
Tenía 58 y apenas se había jubilado. Docente él y su esposa se habían instalado en Lago Posadas en Santa Cruz. Pero sus dos hijos volvieron a estudiar la universidad en Santa Fe, de donde eran todos. “Yo desde Santa Cruz me había ido a Santa Fe para estar con mis hijos que están estudiando en Santa Fe. Y como era tiempo de vacaciones, nos fuimos a Entre Ríos”.
Así Claudio Perusini, protagonista de esta increíble historia de fe va desgranando sus memorias (hasta donde se acuerda).
Habían vuelto de Entre Ríos, se acostaron y al empezar el nuevo día, ella María Laura se levantó. Cuando volvió al dormitorio, él estaba caído.
Claudio había sufrido un accidente cerebrovascular (ACV). Su esposa y sus hijos Juan Francisco e Ignacio lo llevaron en ambulancia al hospital público Cullen de la ciudad de Santa Fe.
Cuando llegaron, el cuadro que describían los médicos era gravísimo.
Con el correr de las horas les informaron que Claudio tenía un ictus isquémico con infarto hemorrágico en varias zonas, sepsis, coma profundo, shock séptico resistente con fallo multiorgánico.
La tomografía mostró un infarto extenso del tronco encefálico. Era una situación desesperante. Tenía un pronóstico reservado, con pocas posibilidades de volver a la vida normal, debido a las lesiones cerebrales irreparables.
Los médicos comunicaron a la familia que a Claudio le quedaban pocas horas de vida, tanto que una enfermera le dijo a su esposa: “Preparate chiquita. Si se muere es largo, pero si vive va a ser más largo aún” y le entregó la alianza y la ropa de su marido.
“La enfermera me trajo la alianza y la ropa de Claudio. ‘Preparate, porque si se muere es largo, pero si vive va a ser más largo aún’”, recordó la esposa
“La verdad, no tenía dimensión de lo que ella me estaba diciendo. Luego nos hicieron pasar a la unidad coronaria para despedirnos, porque Claudio se moría, no tenía ni 24 horas de vida. Bien, Claudio pasó las 24 horas. A las 48 me dijeron también que se moría. Pasó las 48 horas y en ese ínterin es que vino Ernesto de Buenos Aires, que trajo esa estampita que empezamos a rezar ahí. Al tercer día me hablaron del estado vegetativo y de mantener sus parámetros hasta donde se pudiera”
Y la propia María Laura resume. “A pesar de su mejoría, se trataba de una persona que no hablaba, no veía, no caminaba, no podía manejarse”.
Al cabo de unos días, Perusini mostró una notable mejoría y, tras unos meses de fisioterapia en el Hospital Vera Candioti, era independiente, autónomo en su vida diaria, ya realizaba tareas manuales normales. Todos los familiares y amigos habían rezado pidiendo la intercesión de Mama Antula.
Siete personas que no eran amigos ni familiares también rezaron por la salud del enfermo.
Fue monseñor Giobando, amigo personal de la familia Perusini, quien les acercó la imagen de Mama Antula para que le recen cuando Claudio estaba internado en el Cullen. Desde aquel día el hombre lleva consigo aquella estampita. La tiene escondida en la funda de su celular.
La sanación de Perusini no tiene explicación médica. Fue considerada un posible milagro.
Es que la relación entre los rezos y curación se hizo clara y evidente. A esa conclusión científica llegaron los médicos. Además se consideró una consulta médica realizada el pasado 14 de septiembre y la documentación que atestigua la invocación de la beata.
Una vez a su lado el cura rezó durante horas a Mamá Antula, antes de ese momento ni Claudio ni su mujer sabían quien era la religiosa. “A partir de allí , junto con el Rosario le pedimos a Mama Antula el milagro de que Claudio no se muera. Dios a través de ella nos hizo el regalo de recuperarlo con todo, con su chinche, su forma de hablar, caminar y pensamiento. Todo absolutamente todo”, agregó su esposa, María Laura.
Durante ese proceso, un amigo jesuita llevó una estampita de Mama Antula a la clínica y comenzó a rezar por un milagro. De forma repentina, la condición de Claudio se revirtió, recuperando todas sus funciones vitales. Esta asombrosa recuperación, sin una explicación médica plausible, fue considerada como un posible milagro.
El matrimonio está convencido de que la intercesión de Mama Antula fue fundamental para la recuperación de Claudio y quieren destacar que es Mama Antula la verdadera protagonista de esta historia y no él. “Creo que también Dios puso, con Mamá Antula, la mano allí, porque el día lo vinieron a evaluar y él pudo responder a esas mínimas órdenes que le pedían. Por eso es que a veces narro esto, estos episodios, porque no es mágico lo de un milagro. Personalmente creo que Mamá Antula se involucró y que Claudio fue obediente a todas las órdenes médicas, pedidos y cosas que debía hacer, porque la pasamos muy mal”, dice María Laura.
Investigación
El 13 de abril de 2018, el por entonces arzobispo monseñor José María Arancedo les tomó juramento en Santa Fe a las personas designadas para llevar adelante la investigación canónica de esta curación y el 18 de diciembre de ese año se cerró el proceso con una misa de Acción de Gracias.
“Los milagros tienen que ser investigados”, afirma el padre Javier González Grenón, quien fue el encargado de hacer aquella instrucción. “Es un proceso que tiene un protocolo de la Santa Sede”, apunta, en diálogo con El Litoral. Se necesitó un notario, el padre Fernando Heinzen; una notaria, Delfina Zenclussen; un promotor de justicia, el padre Hugo Capello; y dos peritos médicos, un neurólogo y un cardiólogo.
Esta comisión evaluó las historias clínicas del paciente Perusini que les brindaron el Cullen y el Vera Candioti. También escucharon a los testigos. Con todo ello, tomaron la decisión de creer que estaban frente a un milagro. Los sobres lacrados con los documentos del supuesto milagro fueron enviados a Roma para la evaluación de la Junta Médica y de la Comisión para las Causas de los Santos.
Tras la audiencia al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, finalmente el Papa Francisco autorizó al mismo Dicasterio a promulgar un decreto relativo al milagro ocurrido en Santa Fe, atribuido a la intercesión de la Beata María Antonia de San José, que nació en 1730 en Silipica, Santiago del Estero, y falleció el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires.
“Recién estaba pensando. Ahora vos me decís juntar las manos, yo las junto y toco los dedos. Antes me decían, cierra los ojos, tóquese las manos. Y no podía, porque no sabía dónde estaban las manos”.
Claudio Perusini
Cuando Claudio era compinche de Jorge
Es que Perusini y el por entonces sacerdote Jorge Bergoglio -hoy el Papa- compartieron gratos momentos en la ciudad fundada por Garay. Perusini quería ser cura y se había acercado al jesuita para que lo acompañe en su decisión.
Ambos estuvieron en los ‘70 en la Compañía de Jesús de Santa Fe, donde Bergoglio lo terminó convenciendo de que ese no era su destino. Más tarde Perusini formó una familia y tuvo dos hijos. El recuerdo de esas charlas en la cocina del convento y el vínculo amistoso entre ambos perduró. Y el destino quiso volver a cruzarlos ahora, con la decisión del Papa de tomar su caso como un motivo para santificar a Mama Antula.
Incluso esta historia contiene otra anécdota llena de fe. Cuando Perusini luchaba por su vida en el Cullen sonó el teléfono de su casa. Su esposa, María Laura, no quería atender. Hasta que le dijeron que el llamado no era del hospital. Era el Papa Francisco. Conversaron media hora.
Cuando Perusini recuperó su vida habitual conversó en varias oportunidades con el Papa Francisco. Incluso lo visitó en el Vaticano y le llevó de regalo seis cervezas artesanales de su producción artesanal. La relación entre ambos continúa.
Y una anécdota más. La última vez que se cruzaron el padre González Grenón y el protagonista de esta historia, Perusini, fue el pasado 31 de julio en el Santuario de los Milagros del Colegio Inmaculada. Aquel atardecer, después de la misa por el día de San Ignacio “ya se había ido toda la gente, quedaba un hombre sentado solo en el último banco del templo -recuerda González Grenón-. Al pasar a su lado me miró y me preguntó: ‘¿No se acuerda de mí?, padre’. Lo miré bien y me di cuenta que era Claudio”, relata el cura.
-¿Cómo estás? -le preguntó entonces el sacerdote.
-Y, bien, acá andamos -contestó Perusini.
-No te quejes, porque deberías estar muerto. Estás caminando…
Ambos lanzaron una carcajada que retumbó en el templo.
Sobre Mama Antula se cuenta que tras la expulsión de los jesuitas del país fue de ciudad en ciudad por las regiones pobres del nordeste argentino para promover ejercicios espirituales según el espíritu ignaciano, para confiar únicamente en la providencia.
En solo ocho años, consiguió ofrecer los ejercicios espirituales a 70.000 personas.
Defensora y divulgadora de la obra de los Ejercicios Espirituales, estableció también una primera Casa de Ejercicios en Argentina tras la supresión de la Compañía de Jesús, que contó con el apoyo del rey Carlos III de España.
Los restos de la beata santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, recibieron “un entierro sencillo, de pobre” y ahora descansan en un altar dentro de la Basílica Nuestra Señora de la Piedad, ubicada en el barrio porteño de Balvanera, donde “cada vez más gente empezó a venir a verla”, dijo el párroco de esa iglesia, Raúl Laurencena.