Betina Raimondi y Claudio Robetto oriundos de Mar del Plata recorrieron 17 países en cuatro meses. Se trató de un Mooney M20J ¡modelo 1978! Compañeros de ruta, de vida y aventuras. Sus seis hijas están expectantes a dónde irán ahora
“Cuando uno tiene un porqué encuentra un cómo”, dice Betina Raimondi marplatense, madre de seis chicas y esposa de Claudio. Entre ambos recorrieron 17 países en un pequeño avión, en 4 meses, y volaron 270 horas. Este gran logro forjado por las ganas, voluntad y esfuerzo, le permitió conocer distintas culturas y ver los paisajes más maravillosos, según relató el sitio Ahora Mar del Plata.
El matrimonio de ingenieros Claudio Robetto y Betina Raimondi cumplieron una ansiada meta en su Mooney M20J. Mauro V. Rizzi
“Si ustedes son flexibles, no se van a quebrar”. El consejo, recibido a tiempo, fue guía desde el momento de tomar la decisión de este plan en extremo pretencioso hasta llegar a destino. Fueron 124 días y 35.000 millas, recorridas al cabo de 270 horas de vuelo que se vivieron codo a codo, literal. Porque no hay otra manera en ese metro y monedas que tiene de ancho la cabina del Mooney M20J, modelo 1978 (apto para cuatro plazas, pero con los dos asientos traseros convertidos en un desbordado portaequipaje), para afrontar el que sería –y fue– el viaje de sus sueños: la primera “vuelta al mundo” lograda en ese tipo de aeronave por una pareja argentina.
Betina y Claudio hace 33 años que son pareja y tienen seis hijas mujeres. Ambos, tienen una empresa familiar, y decidieron cumplir un gran sueño. Él es piloto privado y un día antes de comenzar la aventura rindió el exámen de piloto comercial. Ella estudia para alcanzar el mismo título.
El 21 de mayo salieron oficialmente desde el Aeroclub de Batán, al sur de Mar del Plata. Pasaron por la provincia de Córdoba, luego hicieron escala en Brasil, y siguieron por Venezuela hasta Estados Unidos, Canadá, Groenlandia, Escocia, Inglaterra, España, Italia, Alemania y Rusia. “Pensábamos que no íbamos a poder seguir, creíamos que por la guerra de Rusia y Ucrania el espacio aéreo iba a estar restringido, o directamente prohibido, entonces la idea era ir hasta Europa a visitar a Martina, nuestra hija que está en España, embarazada de su primer hijo y nuestro primer nieto”, cuentan con emoción.
“El viaje lo hicimos inspirados en una pareja de argentinos que hizo un viaje en un avión monomotor. Nosotros somos los segundos en hacerlo. Comenzamos a ahorrar, a planificar y sucedió la guerra en Rusia y cambiamos los planes. La idea era hacer una travesía un poco menor, que era cruzar todo el Ártico”, detalla la mujer.
Cuando llegaron a España, donde vive una de sus hijas, decidieron ir por más. “Nos hicieron una nota y nos presentaban como la pareja de pilotos que dábamos la vuelta al mundo pero en ese momento no la íbamos a dar. La situación nos generó la inquietud y nuestro amigo que ya había viajado nos ayudó a llegar a Rusia. Por ser argentinos y pilotear una nave argentina podíamos lograrlo”, asevera Betina.
“Nosotros en el 2014 habíamos traído un avión y una pareja amiga se enteró y nos invitó para que le contemos nuestra experiencia. Y ellos nos contaron que querían dar la vuelta al mundo y nosotros dijimos que queríamos hacerlo también. Ellos lo hicieron primero”, comenta Beti.
Fueron 17 países. Comenzaron en Argentina, Brasil, llegaron al Caribe (Martinica, Barbados y Providenciales), EE.UU (donde realizaron tres escalas), Canadá, Groenlandia, Islandia, Escocia, Gran Bretaña y norte de España. También hicieron vuelos locales en España. Recorrieron Italia, Croacia, Alemania, Rusia (allí completaron ocho paradas), Alaska, sobrevolaron Canadá, nuevamente en Estados Unidos en distintos puntos del país, de nuevo hacia el Caribe, a República Dominicana, atravesaron nuevamente Brasil, ingresaron por Cataratas del Iguazú y llegaron a Mar del Plata.
La pasión original por los aviones es de Robetto. Su padre, Giuseppe, fue piloto en Italia durante la Segunda Guerra Mundial y uno de tantos que buscaron en la Argentina un horizonte de paz y nueva vida. Aquí se desempeñó como instructor, se dedicó a volar también –y mucho– en fumigación de campos. Así, Claudio se crio desde muy pequeño entre el aire y la tierra, atento siempre a los controles e instrumentos de medición. Y a los 29 se recibió de piloto. “En lugar de boliches, me gastaba la guita en horas de vuelo porque es un curso costoso”, resaltó.
Toda aventura siempre tiene sus riesgos y esta pareja de atrevidos los hizo frente. Con preparación, estudio y dedicación lograron atravesar las dificultades.
“Me daba mucho temor el iceing (congelamiento), que es cuando se puede formar hielo en las alas y el avión no se puede sustentar más y se cae. Nos pasó en Canadá, cuando estábamos dentro de una capa de nube y empezó a bajar la temperatura de 5 a 1 grado. Cuando estaba en 1 estábamos dentro de la capa. Antes miramos mucho la meteorología pero el tiempo cambia y se hizo interminable. Sabíamos que iba a terminar pero me generó bastante miedo hasta que aclaró y atravesamos la capa”, detalla.
También pincharon ruedas en aterrizajes y se rompieron partes del avión pero siempre tuvieron la ayuda para solucionarlo. Betina recalca la calidad de las personas que se cruzaron en el camino.
La palabra mágica: “Messi”.
“Lo que más me gustó fue la gente, de por sí la aviación tiene una camaradería, pero la gente en general fue genial. Mucha gente amable, solidaria, hemos hecho amigos rusos al margen del idioma que fue difícil comunicarnos pero usábamos aplicaciones”, comenta.
“La parte humana fue muy linda en el viaje. Las culturas, comidas, costumbres son distintas pero descubrí que el ser humano es igual en todas partes. Somos todos bastantes parecidos y la palabra mágica siempre fue Messi”, asegura, entre risas.
La vuelta también fue genial, ya que, sus hijas les prepararon una bienvenida muy especial. Igual, de todas formas, Claudio ya quiere volver a salir a una nueva aventura. “Le dije a mi marido: ‘Esperá que aterricemos’. Pero nos está costando volver a la vida cotidiana”, asegura. Betina sostiene que de este viaje, como en la vida, se queda con que siempre hay que “recalcular y ser flexibles”. Y tal vez sea la clave de ese para qué y así llegar al cómo.