Mientras sigue el debate acerca de la creación de un organismo provincial para que tenga injerencia en la actividad yerbatera, se oyen diversas voces. Y un informe de Coninagro que desmiente a los liberales: la regulación del INYM sí funcionó.
Los recién llegados a un liberalismo tardío quizá entiendan de muchas cosas que ocurren en las grandes ciudades pero no recorrieron las chacras misioneras y sus plantaciones (para detectarlos, el amable lector descubrirá que estas personas llaman ‘yerbatales’ a lo que todos los misioneros llamamos yerbales) ni conocen el trasfondo de años y décadas de pasarla mal. De entregar la materia prima a la cooperativa o al acopiador y después esperar, esperar y esperar. Y los plazos se estiran. Y los pagos no llegan. El ‘retorno’ es el nombre que el misionero acuñó para esta situación. Y ese retorno era poco y llegaba tarde cuando la libreta del almacenero ya estaba en cesación de pagos.
Los que desconocen la historia de la yerba quizá ignoren que en el gobierno de Juan Carlos Onganía se prohibió la cosecha. ¿Por qué? Porque había demasiada materia prima acopiada en forma de yerba canchada que se guardaba en los grades galpones del Mercado Consignatario. Y se aplicó la ley de la mandarina: “a chuparla”.
Y que 20 años después la situación era inversa.
El brioso candidato oficialista y productor de yerba Ramón Puerta impulsó en 1987 la desregulación total. Lo mismo que ahora. Solo que ahora está Pedro Puerta pero en esencia no cambia nada. Ya todos saben lo que puede pasar.
Todo el mundo se largó a plantar a lo loco. Y sí: el precio de la materia prima era muy bueno y tentaba tener mucha hoja verde para ofrecer.
EL que tenía diez hectáreas, plantaba diez; el que tenía 500 o 1000 o 10 mil plantaba esa cantidad. ¿Resultado? En pocos años (la yerba tarda un lustro en empezar a producir) la sobreoferta saturó el mercado.
Ante esta situación, hay que aclararlo, no todo es pérdida.
Los sectores más cerca de la comercialización (la industria y en especial, la molinería) no ven con desagrado que el precio de la materia prima caiga. En una era de commodities baratos, esto es ‘papita pa’l loro’.
Ya para mediados de los 90, los chacareros de Misiones sabían que el pan para hoy (desregulación total) era hambre para todo el tiempo. En Misiones, muchas veces la diversificación permite sobrevivir: cuando va mal la yerba, el año se salva con el té, o el tabaco, con la forestación o vender algo de animales.
Pero en los 90, NADA tenía precio. El té se pagaba 0,07 dólar. O sea, 7 centavos de dólar. Y todo costaba en dólares mucho dentro del país: el combustible, las facturas de la luz, teléfono, el gas. Todo.
Así, la sensación de agobio fue ganando. Solo el invento de Eugenio Kasalaba y las ferias francas importadas desde Brasil (ferias de hortigranjeros, las llaman) permitió ir sacando a la cabeza fuera del agua.
Terminó eclosionando en 2001 (vaya año) y se vinieron a Posadas en sus destrozados tractores (a muchos los trajeron arriba de camiones).
De esa crisis surgió el Instituto Nacional de Yerba Mate.
Y los resultados están a la vista: dos décadas después un informe de Coninagro que analizó la situación y dio su veredicto. El informe presentado por Plan B Misiones es elocuente: Estudio de Coninagro reivindica al INYM y desmiente a liberales: regulación sí funcionó en la yerba mate.
Y agrega: “Un análisis realizado por Coninagro, que aglutina a todas las cooperativas agropecuarias del país, reivindica el rol regulador y la gestión del INYM al establecer que la yerba mate fue la mejor de las economías regionales en los últimos seis años. Así, gracias a las regulaciones, la yerba mate pudo ser el mejor sector en estos últimos tiempos, y superó a producciones como el maní, aves, cítricos, forestación, leche, miel, ovinos, papa, tabaco, vino y mosto, peras y manzanas, granos, hortalizas y porcinos, entre otros”.
Hoy pueden salir a hablar los grandes del sector yerbatero. Y muchos darán el visto bueno a la iniciativa del presidente Javier Milei.
Pero hay que advertir. Habrá grandes jugadores que no van a plantar cinco o diez hectáreas. Van a implantar cientos y cientos de hectáreas de plantines. En tres, cuatro, cinco años esa materia inundará el mercado y los precios van a volver a valer casi nada.
Es una película que los misioneros con memoria ya la vieron.
La reacción local de la dirigencia fue apelar a esa memoria. El líder de la Renovación, Carlos Rovira, propone crear un Instituto Provincial de Yerba habida cuenta que la mayor parte de la producción sale de Misiones y que 19 de cada 20 productores están en la provincia.
Algunos protagonistas del viejo Tractorazo advirtieron desde Oberá que no se puede dejar afuera a Corrientes. Que el Instituto debería abarcar toda la región productora (solo están Misiones y Corrientes).
¿Se podrá?
Difícil responder sin recordar que la provincia del Taragüí siempre estuvo interesada en mecanismos como el que acaba de implementar el Presidente. Que posee la industria número 1 y es la que más yerba vende en el mercado interno. Es difícil.
El propio ministro de Hacienda proveniente de una de las zonas yerbateras más fuertes del país (Apóstoles) dijo en FM de las Misiones que la Provincia tiene facultades para regular dentro de su territorio la yerba mate.
Y recurriendo a la memoria (y a los que no son memoriosos, que lean el informe de Coninagro), destacó. “El INYM ha fijado precios regularmente en todo este tiempo (dos veces al año), ya sea a través del consenso o a través de laudo, pero siempre hay un precio sostenido que asegura a los productores una rentabilidad mínima que les permita seguir trabajando y continuar viviendo en sus chacras“, destacó.
‘Ta clarito, ¿no?
Para dar un ejemplo de la dinámica de negociación y comercialización de la materia prima Safrán habló de una cuestión económica (de las que Milei sabe mucho) y dijo:” La yerba es un mercado no competitivo. Cuando un mercado es competitivo, dice la economía, hay que dejar que el mercado funcione; pero cuando el mercado no es competitivo, ¿qué va a pasar con la falta del INYM? No es que el productor va a imponer el precio, sino que el productor va a ir con la yerba al industrial y éste le dirá: ‘yo te doy tanto por el kilo, y si querés dejalo y si no, bueno, llevátelo a otro lado’. Así los productores se verán empobrecidos a lo largo del tiempo”, argumentó. Y ni hablar de los (largos) plazos en que cobrarán.
Para que se entienda la teoría de la que tanto suele hablar el Presidente: un mercado es competitivo cuando las dos partes (oferta y demanda) están distribuidos en forma más o menos equilibrada o que no pueden llegar a influir en la formación de los precios. Cuando una de las partes (en este caso, será un oligopsonio, o sea, pocos compradores de materia prima y muchos oferentes de hoja verde) impone condiciones sobre la otra, es claro saber dónde estará el fiel de la balanza y quien va a imponer sus precios y plazos de pago en la negociación. “Y si no, agarrá tu yerba y llevátela a otro secadero”. Eso es lo que van a oír los productores.
Esa es la realidad yerbatera.