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jueves, noviembre 21, 2024

Llora el humor

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Gilda Pernigotti compartió aulas de la Facultad de Humanidades y sets del canal 12 junto a Fernando Rosa. Y deja un sentido adiós por la partida del creador y artista misionero

No era amiga de Fernando Rosa. Pero tuve la suerte de conocerlo mientras cursábamos la Licenciatura en Comunicación Social. Son esas oportunidades que te da la universidad, que te permite establecer lazos con gente que de otra manera no hubiese ocurrido. Y así fue que me encontré con una persona sumamente divertida.
El recuerdo más nítido que tengo de él es en cumpleaños que hizo Lely Brito, una amiga en común. Bajo la consigna de fiesta de disfraces nos reunimos en su casa. Era un encuentro de amigos. Yo era Sherlock Holmes (con lupa y pipa incluidas). Lely, enfermera. Sabrina una muñeca. Fer, el Che Guevara. Y así seguía la lista. Y lo que no puedo olvidar de esa fiesta, es que lloré de risa con Fernando. Así era él. Divertido. Perspicaz.
No sé si le gustaba estudiar. Nunca compartimos grupos de trabajo. Pero era muy inteligente. En esas épocas universitarias, hizo durante un tiempo un programa radial que se llamó Al Sur del Río Bravo.
Pasaron los años, y volví a verlo ya sobre las tablas.

No me sorprendió su talento humorístico, ya lo había visto en primera persona.
Quienes fuimos a sus obras, hasta hoy recordamos como hacía el personaje Rulo Espinola para contrabandear los 45 relojes “Casi O”: 10 en cada brazo, otros 10 en cada pernera… ¿y los 5 restantes?, le preguntaban desde el público “ya sabé’, ya”, era la respuesta ocurrente. Carcajadas al unísono.
Después en Canal 12 nos volvimos a cruzar como compañeros de trabajo pero como estábamos en horarios, programas y funciones distintas, teníamos poco trato. De todas formas, veía como sus variados personajes entretenían a la audiencia.
Como dije al principio, no era amiga de Fer Rosa. No sabía que estaba mal.

Me impactó mucho su muerte. Salvando las distancias, y pido perdón de antemano por la comparación, tuve una sensación similar que cuando me enteré del fallecimiento del Obispo Victor Arenhardt. Uno era humorista, el otro religioso. Ambos, tenían en común que desde los roles que ocupaban, le hacían muy bien a la sociedad. Porque la religión consuela. Y el humor, sana.

Entonces, como quiero tanto esta tierra, me duele cuando hay pérdidas irreparables.
Y los que aún estamos por acá, vale entender que la salud mental no es joda. Que cuando hay señales de que la persona está pasando mal, hay que buscar ayuda y contención necesaria. No hay que estigmatizar. Muchas veces son tratamientos puntuales, ayudan a salir del pozo, y luego el paciente retoma su vida normal. Pero esa ayuda, es imprescindible.
Mis condolencias a Buki, a su mamá, y a sus seres queridos. Misiones perdió a un gran representante del humor. Que en paz descanse.

Gilda Pernigotti
Licenciada en Comunicación Social
Magister en Políticas Sociales

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