La lengua inclusiva llegó enancada en que ‘quedaba bien’: los políticos adhieren, las oficinas gubernamentales dicen sí y nadie tenía objeciones. Así tribus urbanas pequeñas pero gritonas la impulsaron. Ahora, ¿cumple su función? Los especialistas pero -atenti- la gente de a pie también, dice que eso no es igualdad.
Una verdadera género-manía ha atacado a muchos de los funcionarios -tanto políticos como académicos- y ha convertido a los ciudadanos en víctimas de una bajada de línea inspirada en el feminismo de tercera ola: uno que no busca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres sino la deconstrucción cultural y la profundización de una brecha de género artificial, señaló Claudia Peiró una periodista especializada.
Y Sergio Sinay agrega: “Semejante delirio fundamentalista se basa en la creencia de que el lenguaje impone la realidad, y no que se va transformando según necesidades de todos los hablantes y escribientes antes que desde el capricho de algunos”.
Lola Sampedro, periodista española, fue dura: “Lo llaman lenguaje inclusivo cuando no es más que un esfuerzo absurdo por infantilizar la lengua”.
Volviendo a Peiró, ésta insistió: No todas las mujeres que se definen feministas piensan así, pero este es el espíritu y el objetivo de quienes promueven esta rara revolución que cuenta con el beneplácito, apoyo y financiación del sistema. Los políticos -y las políticas- son entusiastas de esta tendencia que les permite posar de inclusivos sin mayores costos ni renunciamientos.
¿Desde cuándo el rol de una universidad es deformar el lenguaje? ¿Cómo se combina la pretensión de imponer una ideología a través de una jerga con la libertad de cátedra?
Tienen un tono asertivo: no dicen “somos una ultra minoría que quiere manipular el castellano”. El mensaje es: ahora se dice así. Punto.
Poner el eje en el género es tergiversar la realidad. Es usar a las mujeres de tapadera de otras invisibilizaciones, del mismo modo que se usa el feminismo para tapar otras injusticias y otras desigualdades.
En este punto, la periodista recurre a una especialista española.
Carme Junyent, lingüista y profesora de la Universidad de Barcelona, recientemente fallecida, coordinó en 2021 un libro sobre lenguaje inclusivo cuyo título es: “Somos mujeres, somos lingüistas, somos muchas y decimos basta”. Vale aclarar que Junyent era feminista. Aun así, afirmaba que “todo esto del lenguaje inclusivo” era “una imposición desde arriba”.
El mensaje es claro: el lenguaje es libre pero no puede imponerse al resto de la sociedad: “Quien quiera hablar y escribir así que lo haga, pero que a los demás nos dejen en paz”, desafiaba Junyent. “Ese lenguaje ridiculiza la lucha de las mujeres y obstaculiza el mensaje, porque acabamos hablando de cómo se dicen las cosas en vez de qué se dice”, decía. “Se supone que los que proponen ese tipo de lenguaje son los buenos”, pero para ella simplemente eran “más dogmáticos”.
También señalaba algo elemental: “Nadie escucha a los profesionales”, a los lingüistas.
Carme Junyent dejó un mensaje para docentes que se lanzan a esta nueva aventura sin reparos: “Hay profesores que obligan a sus alumnos a escribir así. ¿Quién ampara al alumno?” Y un desafío: “Si alguien conoce un cambio social producido como consecuencia de un cambio lingüístico, me replanteo todo”.
“Defiendo varias cuestiones que plantea el feminismo, pero el lenguaje inclusivo NO! Porque no cambia en nada la realidad de las personas hablar diferente, hablar con una e o una x, más bien me parece patético”, dice Soledad Varela
Está claro: Hay que abandonar la impostura de género y la manía de someter la legislación y las instituciones del país a los caprichos de tribus urbanas que tienen más pantalla que arraigo social.
Y Lola Sampedro cierra el círculo: La insistencia por evitar el masculino genérico me provoca sopor. La comunicación radica también en la economía del lenguaje , además de en su uso apropiado. Hacerlo farragoso de forma gratuita consigue justo lo contrario a lo pretendido. En el caso de la escritura, logra que el lector pase por esos párrafos en diagonal. Cuando es hablado, el oyente pondrá el piloto automático mental y no se enterará de nada de lo que le estás diciendo. No será tanto un problema de falta de atención, sino de un mal uso del lenguaje que entorpece, hasta casi anular, la comunicación.
Pero quizá el mensaje más dramático lo da alguien en Misiones. Luego de publicada la opinión de Peiró en este mismo espacio, Soledad Varela escribió y dejó su opinión contundente al respecto.
“Defiendo varias cuestiones que plantea el feminismo, pero el lenguaje inclusivo NO! Porque no cambia en nada la realidad de las personas hablar diferente, hablar con una e o una x, más bien me parece patético. Lo más lamentable es que hay gente que apoya e invierte en esta payasada”, señaló Varela en concordancia con la opinión de los especialistas.
“Me dedico a trabajar por la inclusión para personas con discapacidad porque soy una de ellas y este es uno de los sectores más olvidados. ¿Cree que usar este lenguaje hizo que nos incluyan? PARA NADA”
Soledad Varela
Pero lo más fuerte venía después.
Yo me dedico a trabajar por la inclusión de las personas con discapacidad, porque soy una de ellas, y este es uno de los sectores más olvidados, vulnerados en derechos. ¿Cree que utilizar este lenguaje hizo que nos incluyan? PARA NADA! Seguimos siendo históricamente excluidos.
Y Varela finaliza: “Es una pena que aun hoy no se considere a la discapacidad como parte de la diversidad. Ojalá algún día dejemos de hablar de inclusión para pasar a hablar de convivencia”.