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lunes, noviembre 25, 2024

Qué pasó con Fernando Savater y su expulsión de El País

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El famoso filósofo español escribía una columna semanal en el diario que había ayudado a fundar hace casi cinco décadas. Es claro, fustigaba algunas de las políticas editoriales y el contragolpe no se hizo esperar: lo pusieron patitas en la calle. Esto es lo que dijo y las similitudes con un caso nacional

La crónica es sencilla: El diario El País de España (uno de los más vendidos en lengua castellana), despidió a Fernando Savater, escritor y filósofo que contribuyó a fundar el periódico en el que se desempeñó como columnistas durante 47 años. El motivo del despido fueron sus críticas a la línea editorial, formuladas en un libro que se publicará próximamente.

Savater fue destituido de su puesto como consecuencia de sus duras críticas contra el medio y su postura ante la gestión del presidente español Pedro Sánchez, pensamientos que volcó casi sin filtro en su próxima obra titulada “Carne gobernada”.

Algunos de los entresijos de esta relación que venía mal están en Carne gobernada y se adelantan aquí. Básicamente señala que El País se transformó en una especie de vocero del gobierno actual de tendencia socialista-izquierdista.

“A la izquierda se la juzga por sus intenciones y a la derecha por sus resultados”

Lo que dice Savater

“¿Por qué conserva la izquierda tan buena fama en nuestro país, a pesar de los crueles fracasos históricos que ha sufrido allí donde se ha impuesto de manera imperativa? Por una mirada sesgada que ha establecido la norma de juzgar a la izquierda por sus intenciones y a la derecha por sus resultados. Si uno proclama que quiere acabar con la miseria y la desigualdad, conseguir una educación universal y una sanidad que proteja por igual a todos los ciudadanos, sean cuales fueren sus ingresos económicos, solo cabe aplaudir estos objetivos generosos. ¡Qué diferencia con las propuestas de la derecha, que hablan de prosperidad conseguida por medio del trabajo remunerado, de propiedad privada, de orden social basado en el cumplimiento de las leyes!”

Y aquí Savater llega a su primera y dura conclusión.

“Es cierto que los hermosos planes de la izquierda nunca se han llevado a cabo ni de manera aproximada en los países que han adoptado un sistema comunista, el izquierdismo más consecuente, aunque han visto desaparecer sus libertades cívicas y la separación burguesa de poderes sacrificadas al ideal utópico. Ah, pero ¿qué culpa tiene el ideal si quienes lo buscan son torpes o incluso hipócritas? Lo excelente sigue siéndolo aunque los que se dedican a predicarlo no tengan ni idea de cómo conseguirlo o, aún peor, logren con sus medidas políticas lo contrario de lo que persiguen. En cambio, los principios y métodos de la derecha han conseguido sin duda las mejores y más competentes sociedades democráticas allí donde se han aplicado: en ninguna parte ni en ninguna época ha habido mejores sistemas políticos donde vivir y la prueba es que la gente huye de los países comunistas a los capitalistas, nunca al revés. Pero tienen defectos, muchos defectos y abusos”

“Si la izquierda no consigue resultados es porque son torpes. En cambio, los principios de la derecha han conseguido las mejores sociedades democráticas

Más adelante, hace algunas consideraciones prácticas.

“Por supuesto, las democracias occidentales ofrecen fórmulas políticas que combinan los ideales socialistas mitigados por la prudencia con los métodos liberales mediatizados por los derechos humanos. El resultado es más o menos eso que llamamos “socialdemocracia” y que considero el sistema preferible a todos los demás ensayados, aunque ese término — “socialdemocracia”— sea anatema y equivalga a “comunista” entre los fanáticos neoliberales (en su mayoría exilados de los radicalismos izquierdistas de su mocedad). No hace falta decir que la estupidez política no es monopolio de la izquierda, de serlo, todo sería demasiado sencillo”.

Al conocerse estas expresiones antes de que saliera el libro, la actual directora del periódico, María José “Pepa” Bueno, le comunicó su despido unos días después de que él, en una entrevista con El Mundo, cuestionara la dirección del medio.

“De ser un diario progresista, de centro izquierda, con las virtudes y defectos propios del caso, pasó a convertirse en un portavoz gubernamental y del peor Gobierno que ha tenido la democracia española desde la muerte del dictador (Francisco Franco). Eso naturalmente socavó el prestigio del periódico, que de ser el diario de referencia pasó a convertirse en un risible epítome de la prensa al servicio de la política“, desarrolló el escritor en su obra.

Si algún lector atento lee entrelíneas quizá halle algún paralelismo con la situación suscitada en la Argentina. En 1987, un veinteañero Jorge Lanata lanzaba Página/12. Tres décadas después no sólo el nombre de Lanata no aparece en ningún lugar del periódico sino que el mismo se transformó en lo que Savater describe de El País. Cualquiera puede ver en P/12 un kirchnerismo militante desde hace demasiados años sin tintes de autocrítica.

“Conocí muchos millonarios de izquierda que no dejan de vociferar sus consignas radicales mientras veranean en (las lujosas islas) Maldivas”

Quizá para redondear los conceptos acerca de qué deseo para la sociedad en su conjunto (ideas de izquierda) y que obtengo para mí (los beneficios de los resultados de la derecha), Savater sostiene:

“Después de haber alardeado de chico malo, comprendí que las mejores personas que he conocido en mi vida — mis padres, mi abuelo— eran más bien de derechas. Y no estoy dispuesto a admitir ni por un momento que la Pasionaria (luchadora social, política y escritora feminista que durante su vida siempre buscó el reconocimiento social y laboral de las clases trabajadoras y de las mujeres en España) era mejor persona que mi madre. De modo que pronto renuncié a sostener ideales comunistas (porque de eso va la izquierda, no nos engañemos) en cuanto comprobé que sus resultados prácticos eran nefastos y que a mí toda forma colectivista me repelía intrínsecamente. Después he conocido millonarios comunistas a tropel, que no dejan de vociferar consignas radicales mientras sacan sus pasajes para el veraneo en las Maldivas. Abundan entre ellos los actores y actrices que todo lo que exhiben en progreso político lo compensan en retraso mental… aunque siempre jugando a su favor, claro. Y los llamados intelectuales, que en España son una casta para echarles de comer aparte. Pueden ser novelistas, poetas, humoristas, pintores o músicos apreciables (noten que digo “pueden”, no “suelen”) pero en su oficio como intelectuales, es decir, haciéndose oír en el espacio público para aumentar el espíritu crítico y la vigilancia ciudadana, resultan no solo inútiles sino dañinos. En general, sus opiniones se orientan a mejorar su caché y aumentar su clientela, lo cual defendiendo tópicos zurdos es más fácil para cualquiera. Les encanta alardear de antifranquismo, trinchera que hoy tiene tanto peligro como declararse insobornablemente opuesto al emperador Calígula“.

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