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sábado, septiembre 14, 2024

Campo Grande despidió a diez docentes que se jubilaron

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Fue una verdadera fiesta y se realizó en la emblemática escuela N° 150 “Maestro argentino”. Hubo risas, canciones, recuedos y mucha emoción. Y también una fiesta de despedida en un salón de la localidad

A Campo Grande, la localidad ubicada sobre la ruta 14 a unos 40 kilómetros al norte de Oberá, se la conoce como la “capital del docente”. Y bien ganado tiene ese título: antes de que existiera el pueblo siquiera (que hoy es capital del departamento Cainguás) ya se erigía orgullosa su primera escuela. La 150. Solicitada a las autoridades del entonces Territorio Nacional para que diera instrucción a las poblaciones que se iban formando hace ya casi un siglo atrás.

Así que todo está justificado: En estos días los vecinos, habitantes, ex alumnos, claro que sí, dieron la despedida (o ingreso a la jubilación) a nueve maestras y un maestro quienes se despidieron luego de una vida dedicada a la educación. Diez. Nada menos. Y fue en el salón “Misionero y Guaraní” el 5 de abril.

Así que la fiesta fue acorde al evento que se trataba. El propio canal 12 trasladó un móvil para obtener el testimonio de los docentes que se estaban jubilando. Ahí está el mural con el nombre de cada docente.

Y allí empieza el testimonio de protagonistas. Dora Giménez se pone pensativa y recuerda: “Me inicié en la escuela 43 de (Aristóbulo del) Valle Chico y continué después trabajando en Primera de Mayo y en la escuela 150 Maestro Argentino. Hace 43 años y un poco más, casi 44 años de servicio como maestra y como directora 13 (casi 14) años en la escuela número 150”.

Ella tiene tiempo para dar gracias. “Solamente quiero agradecer profundamente a Dios, a la Virgen, a mis padres, a mis profesores, a todos los supervisores, directores, vice-directoras, maestras, padres, comisiones de la escuela, alumnos, ex-alumnos que me han acompañado con mucho amor, con sentido de pertenencia para sostener nuestra escuela, que es muy grande y siempre necesita de la ayuda de todos y de nuestra comunidad de Campo Grande, a la Intendencia, a todos”.

El abrazo de cada mañana

Otra que se pone nostálgica al hablar es Graciela De la Cerda. “Cuando terminé la secundaria, y empecé la terciaria, mi idea era seguir medicina. Pero como medicina en esa época lo más cerca era Corrientes, decidí hacer el profesorado. Creo que no me equivoqué, fue mi mejor elección porque yo amé y amo mi profesión. Mi vida fueron los niños, toda la vida dedicada a los chicos. Estuve en la vicedirección, pero mi alma siempre estuvo con los niños. Eso de levantarte a la mañana, llegar a la escuela, sentir el bullicio, el abrazo esperado. No hay palabras, no se llena con nada, y bueno, fue mi vida”.

Y Graciela se acordó de los que ya no están. “Entonces hoy yo le agradezco primero a Dios, a mis ángeles del cielo, mi papá y mi esposo que se fue. Por mis padres que me dieron la posibilidad de estudiar. Y si tengo que pedir disculpas a mis hijos por el tiempo que les robé con los cursos, con las reuniones, lo hago. Siempre los hijos quedan relegados, porque a menudo estuvo la escuela y estuvo mi profesión. Porque a pesar de que me jubile, mi alma sigue estando la escuela y siguen siendo los niños. No hay amor más puro que el de un niño. Ese abrazo y el beso que te dan todas las mañanas o todas las tardes al llegar a la escuela, es lo que te llena de vida y es lo que te llena el alma”.

De la Cerda junto a sus familiares repasó su recorrido. “Yo nací en Oberá, mi papá, policía; mi mamá, enfermera. Entonces a mi papá le trasladaron a Campo Grande. Y sí: hice toda la primaria en la escuela que me jubilé. Hice la secundaria en el bachillerato, que está cerca de la escuela. Y la terciaria hice en la escuela normal número 6, Aristóbulo del Valle”.

Y así llega a jubilarse en la escuela donde hizo la primaria. “Sí, eso es como un sueño, porque trabajé en otras escuelas. Pero bueno, después de los últimos años, terminé acá, en mi escuela querida. Porque la escuela de la infancia es lo que más uno atesora y lleva en el alma siempre”.

Miryam Perez es enfática: “Trabajé dos años en una escuela de colonia ( Esc 404). Un año viajé a Salto Encantado, y el resto de mi docencia transcurrió en la Escuela 150! Me siento feliz de haber llegado a ésta etapa de mi vida, haber llegado a la labor cumplida y jubilarme disponiendo del tiempo completo para disfrutar con mi familia! Las gracias infinitas a Dios por permitirme esta etapa de mi vida!”

Myriam Perez y su familia

A Sarita Onufryczuk le tocó la nueva ley educativa de los años 90. “Comencé a trabajar en 1990 un 1 de junio como profesora en Educación para el Trabajo…como interina. A los 4 años quede titular x decreto. Tuve que revalidar mi titulo en Educación Tecnológica. Comencé y terminé mi carrera en la misma escuela. Era coordinadora de Feria de Ciencias”.

Sarita Onufryczuk y una gran foto con alumnos, aula y mensaje

Y Sarita sigue. “Nunca tuve roces con ninguna colega, Cuando teníamos algún agasajo o alguna reunión siempre me pedían la sopa paraguaya. Decía siempre cumplo los 30 años de servicio y me jubilo y así fue. Hoy disfruto de ese privilegio y gracias a Dios con salud”.

Hubo guitarreada también

A Elsa Ester Butkowski le dicen Mae Pelu…”Comencé a transitar mi carrera docente en 1983. Mi familia y tres hijos me acompañaron en este hermoso trabajo. Trabajé nueve años en escuelas rurales como suplente e interina hasta que en 1992, a través de concurso quedé titular. Pasados los años fui creciendo en la profesión a través de cursos y/o perfeccionamiento docente”.

La mae Pelu (Elsa Ester Butkowski) dice que tendrá más tiempo para su nieto Johann

Y la mae Pelu continuó desarrollando su historia. “Desde 2009 integré el plantel docente en el turno tarde en la escuela Normal N 6 de Aristóbulo del Valle. Desde 2011 soy Vicedirectora de la escuela N° 150, realizando un trabajo de amor y vocación. Aliento a cada docente realizar una tarea desde el amor y la vocación. A los 33 años de antigüedad accedí a la jubilación. Amé cada día desde mis inicios hasta el final. Terminé mi trabajo en actividad… y eso me enorgullece. Ahora dedico mis días a mi nieto Johann”

Esto que dice la mae Pelu es muy significativo: se sabe que hay muchos docentes con años y años de licencia y sin estar al frente del aula. Y ella, no. “Terminé mi trabajo en actividad”.

A Sergio Daniel Vera lo llaman Neri. “Mi inicio ue el 23 de agosto del año 88 en una colonia, kilómetro 17, la escuela número 213. Me quedo por ahí con unas anécdotas trabajando en la colonia. Llegaba los viernes, las dos últimas horas. Los chicos me pedían jugar al fútbol. Y como a mí me gusta mucho el fútbol. Así, de guardapolvo, corbata. (En ese tiempo, se usaba corbata, guardapolvo). Así jugábamos los viernes, las dos últimas horas. Era sagrado el fútbol. La docencia es el pilar de todo. Para mí es formar a las personas de bien. Como resumen, los preparamos no solo para que aprendan a leer y escribir. Los preparamos para la vida”.

Dora Giménez tiene algunas palabras más. “La docencia significó lo más grande: servir, estar al lado de un alumno, abrazarlo, contenerlo, guiarlo, enseñarlo. Hay tantas cosas. Jugar con ellos no se creó. Hay tantas cosas hermosas. Y así una se lleva el amor. El amor de los niños. Eso. Para transmitirlo a tus hijos, imagino, también. Y la vida continúa. En el lugar que me toque actuar, siempre al servicio y con amor. A todas las que están jubilándose en este día, que hacen la fiesta, les deseo éxitos y que sigan derramando amor en su camino. Nada más. No es un fin, sino un nuevo comienzo”.

Así después del acto en Misionero y Guaraní todos se trasladaron al salon Cima. Allí siguió la fiesta. Entre todos los docentes de la 150 y otros colaboradores pagaron la fiesta, el salón, todo. Los que se jubilaban lo merecían.

Al final, la periodista le pide a Graciela de la Cerda “un mensaje para todas esas docentes que están ahora en el profesorado de Educación primaria”.

Y ella dice. “Un mensaje justamente de aliento, con más experiencia. Porque hay que apostar a la educación y a la ciencia. Yo pienso que hay que apostar a la educación en Misiones, porque los niños nos necesitan. Y generalmente, en forma muy especial, que les inculquemos los valores. Perdimos muchos valores. Se perdió la cultura del trabajo. Los padres por ahí no son conscientes de todo lo que sus hijos necesitan. Entonces yo a estos docentes que vienen les digo que, aparte del profesionalismo que uno lleva dentro, generen todo el amor que pueden a esos niños. Esos niños nos necesitan porque vienen carentes de afecto, de conocimiento, de todo lo demás. Pero que siempre aposten a que hay, yo pienso que tiene que haber un futuro mejor. Y depende de los docentes…”

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