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jueves, octubre 31, 2024

El tesoro de los padres: la segunda entrega

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Aparecen más personajes y la acción se traslada a la actualidad. Paraguay es uno de los mayores productores de marihuana del mundo. Y el narcotráfico es una realidad en la región.

En el resumen del capítulo 1 puede consignarse: 1 – Por los caminos del Señor Tadeus – En 1768 Un jesuita de la Misión de Santa María va a partir hacia San Ignacio mientras los paulistas -que buscan esclavos- se preparan para atacar la Reducción

Ahora, en el mejor estilo del folletín de siglo XIX, la acción se traslada a la actualidad.

Capítulo 2: Territorio pirata

Actualidad.
La noche anterior Gumercindo tuvo un sueño y soñó que él era su padre. O eso parecía, al menos. Estaba con un arma y caminaba por una selva desconocida. No era como las que conocía. Era de otro tipo de monte. Con árboles muy altos, como si fueran eucaliptos pero distintos, con una piel arrugada y oscura y, abajo, al pie de esos gigantes, el suelo era bastante despejado. Con manto de hojas que hacían constituían un colchón mullido. Ahí andaba él. Con un arma, un rifle y no sabía si estaba escapando de alguien o si buscaba algo para cazar con su arma. Y después llegaba a un claro del monte y se encontraba ¡con él mismo! Entonces el que andaba no era él. Era su padre. Y luego sí, era él mismo. Gumercindo. Estaba en Tacumbú, ese temible penal donde van los criminales más duros del Paraguay pero también los presos políticos. Y las condiciones de hacinamiento eran terribles. Y eso, él, Gumercindo, sí que lo conocía. Y su padre nunca había estado en Tacumbú. Y luego se escapaba. Corría desesperado por bañados y espinos. Y sentía el ladrido de los perros que lo perseguían. Y se metía en un curso de agua, un arroyo. La idea era despistar a los canes. Y así dejaba atrás el bosque y de repente, llegaba otro día. Y él estaba contento. No tenía un arma en sus manos, ni era perseguido. No tenía preocupaciones y el sol salía y sus rayos le pegaban de lleno en su rostro. Él se agachaba ante un arroyo y se disponía a higienizarse un poco. Cuando miraba en el espejo del agua, no se veía… ¡No podía verse! Era espantoso. ¿Sería un fantasma? Porque él se tocaba a si mismo y se sentía pero luego miraba en el agua y no había nadie. Le hizo acordar una película española que había visto de un nenito que se perdía en la noche y se acercaba a un curso de agua igual que éste y cuando miraba allí, en el reflejo aparecía un monstruoso Frankestein y él se moría de miedo. Ahora tenía temor, también pero era porque no podía verse reflejado en el agua. ¿Qué pasaba? ¿Estaba muerto? Por qué no podía aparecer su imagen reflejada. Entonces, se enderezaba para buscar otro ángulo y ver si aparecía al fin el reflejo. En eso estaba cuando –estirando su cabeza para tratar de verse- terminó por hacer en forma física el movimiento y eso lo despertó al final. Cabeceó, con un leve alivio de ver que todo era un sueño. Y a la vez fastidiado porque sus sueños no podían ser domesticados ni controlados como sus guardias o la gente que trabajaba para él. No. Los sueños eran indómitos. Sólo quedaba por despertarse. Pero no era bueno salir de ese estado con la cabeza embotada. Él tenía que tener todo listo, para enfrentar los desafíos del día. Sí, señor. Había mucho para hacer.

El hombre levantó la vista de la mesa y posó su mirada verdosa en su interlocutor. Se lo notaba furioso y no lo disimulaba. Aunque los anillos que llevaba en ambas manos denotaban que no era pobre, se apreciaba la ausencia en los laterales de su dentadura.
-Pero, decime una cosa. ¿Quién carajo creen que soy yo? ¿Por quién me toman, a ver, contéstame…? ¿Qué soy, el bobo del grupo…?
El otro se quedó callado y apenas levantó la mirada. Y eso que no solía permanecer en silencio. Sólo tomaba la jarra repleta de agua, hielo y yuyos y cebaba un tereré más…
-A mí, a Gumercindo Zosa Guarancio no me van a tomar el pelo, estos kurepa malnacidos. No saben con quién se están enfrentando estos cueros-de-chancho argentinos. No, señor.
El otro sólo movía la cabeza y escuchaba lo que su jefe decía.
-Yo, que nací en Caazapá, nunca me achiqué. A mí que siempre respeté los arreglos, ¿me vienen a saltear así? Yo, que tuve un abuelo que peleó la guerra con los ‘bolitas’ y mató a cinco sólo con su machete porque el fusil ya no tenía más municiones… A mí, justamente, ¿me vienen a hacer esto? ¿Quieren guerra? La van a tener, eh
-Bueno, jefe, quizá hubo una confusión o un malentendido… -trató de apaciguar el otro y sorbía de su mate de cornamenta vacuna.
-Escuchame, Marcelino… ¿ahora vos también me tomás de zonzo a mí? Acá las cosas están claras. Me jodieron. Me saltearon y no voy a permitirlo más…
Zosa Guarancio es el capo de la producción marihuanera en el Sur paraguayo.
La zona de Colonias tiene un aspecto campestre con sus ondulaciones y valles fértiles donde se produce mucha soja, algo de maíz, mandioca. Los granjeros de origen alemán tienen sus chacras con yerba y la industria elaboradora funciona bien. Hay también ganaderos que apuestan a la cría de animales híbridos que cruzan razas europeas con otras índicas. Los grandes viajan a Buenos Aires para la Gran Exposición de la Rural de Palermo que siempre se hace en el invierno desde hace más de 120 años. Y van y compran hermosos animales que van a servir en el más estricto sentido. Porque los traen para atender la mayor cantidad de vacas posibles cuando éstas entran en celo. El toro se la pasa el día copulando hasta que cae rendido de tanto aparearse con las hembras. Su fortuna es esa: la genética que le dio una hibridación fantástica que les permite a su progenie venir con características notables: animales nobles, fuertes, resistentes a las plagas típicas de una región subtropical y una carne británica, blanda, atractiva a los paladares. Pese a la prédica de los veganos, el mundo actual tiene esa característica: las poblaciones que ganan en ingresos y logran desarrollo económico van dejando las dietas vegetales y se pasan a las proteínicas de carne animal. Funciona casi como una ley económica: a mayores ingresos, mayor cantidad de carne en tu plato.
Y también están los que apuestan a la producción láctea. El yogur y los quesos del país están saliendo de esta región.


Pero hay una región que no quiere cambiar y sigue apostando a la marihuana.
Y Zosa Guarancio es el más importante en esta parte; él es el gestor de esta hierba, en forma de cigarrillo armado que se hizo más famosa que nunca al compás rítmico del reggae proveniente de Jamaica: el joint o porro es el rey. Allá lejos, en un país que nadie sabía dónde quedaba, un cantante con rastas llamado Bob Marley hizo mucho por la divulgación del consumo universal de la marihuana. Una planta que crece bien disimulada entre otros cultivos y evita ser avistada desde las alturas. Que el trabajo posterior de secado y prensado la transforma en los panes que viajan a la frontera. En este caso, van a la Argentina. Y se envían a través de osados canoeros que cruzan el río y van dejando su producción en estas orillas. Y en contraprestación, las camionetas y vehículos alta gama que vienen a ingresar al circuito ilegal del país. Famoso por sus autos mau.
En esos momentos, en la gran vivienda amurallada de Zosa Guarancio apareció en la pantalla de la televisión al reconocido comentarista local Randal Malcolm Tonierrez.
El hombre va desgranando con un estilo enfático sus observaciones. Y critica la forma de ser nacional. Y arranca con el significado de un país Mau.
“Mau tiene su origen en “malo” dicho en portugués. Cuando los robos se hacían desde el Brasil hacia el Paraguay comenzó a usarse la palabra. Y se extendió por todo el país”, dice Toniérrez mirando fijamente a la cámara con su dedo índice erguido como si quisiera traspasar el otro lado de la pantalla e ingresar en la conciencia de su público.
“Ya desde hace unos años, el tránsito de una carga de marihuana se transformaba en una 4 x 4. Y esa máquina todoterreno podía conseguirse por ocho mil dólares si era Mau. Así de sencillo. Eso lo sabe cualquiera en Paraguay”.
“En nuestro país todo es Mau. Hasta los títulos profesionales. Un fiscal denunció que funcionarios paraguayos fraguaban sus títulos para ganar más como empleados del Estado. Mau son unos 50 diplomas y certificados de estudios que encontraron en jefes y funcionarios públicos que se inventaron profesiones para delinquir, incluyendo a falsos médicos y falsos odontólogos que en forma criminal han estado lucrando con la necesidad de personas humildes, poniendo en grave riesgo la salud de la población, ante la absoluta falta de control de las autoridades sanitarias”. Y recurriendo a su memoria, el comentarista traía un caso de Estados Unidos.
“Así, Frank Abagnale Jr, el personaje representado por Leo Di Caprio en la película Catch if you can (Atrápame si puedes) quedaba reducido a una pequeña muestra de lo que se transformó la cultura guaraní. ¿Recuerdan la película? El joven se hacía pasar por médico en un hospital, por un abogado que trabajaba en la Corte y hasta de piloto de avión internacional…¡sin ser nada de eso! Sí: no sabía operar ni tomar la presión, no sabía nada de Derecho ni, mucho menos, pilotear un avión. Pero se hacía pasar por uno. Bueno, amigos, ¡en Paraguay tenemos muchos Frank Abagnale Juniors!”
Y finalizaba con un llamado de atención para todos sus connacionales.
Zosa Guarancio y Marcelino escuchaban atentos, mientras iban sorbiendo el tereré:
“Hace rato que el Paraguay entero se ha vuelto copia de sí mismo, territorio pirata, simulación completa. Es como la versión trucha de un país original que quizás ya se perdió sin remedio, o acecha escondido en algún recodo del futuro, esperando ser hallado por sus hijos más dignos y verdaderos”.

Y ahí mismo, Zosa Guarancio metió su bocadillo…
-¿Te das cuenta lo que oíste, Marcelino?
-Sí, jefe. Que todo el mundo tiene autos Mau…
-Decime una cosa, chamigo, ¿para qué tenés dos orejas y una cabeza, vos?
-Para oír y pensar, jefe.
-Bueno, pensá por una vez…! ¡No te das cuenta que nosotros producimos y vendemos lo único auténtico que hay en el Paraguay! Todo lo demás de aquí es trucho. Y nosotros ofrecemos auténtica droga guaraní cultivada y elaborada en origen por sus propios productores…
Y Marcelino quedó mirando a su jefe como los perros cuando miran a sus dueños que están gritando… y no entienden si están enojados, eufóricos o simplemente locos.


Al rato, Zosa Guarancio volvía a su letanía. Sólo que el tereré había dejado paso a un vaso bien cargado de whisky escocés con hielo.
-Ya se me acabó la paciencia, sabés, chera’á. Conmigo no se jode.
-Pero jefe… habría que charlar con nuestro contacto.
-Mirá, ése es otro kurepa y no confío en él. Así que, ¡se acabó! Gendarmería no debía incautar ese último envío que hicimos… ¿Cuándo fue..?
-Y, el 3 de mayo pasado
-Bueno, ése. ¿No habíamos pactado que ese no se entregaba, acaso? Sin embargo, vinieron los verdes y se llevaron todo. ¿Qué se creían? ¿Qué somos nosotros? ¿Los hijos de la pavota? ¡No, señor!
-¿Y qué tiene en la cabeza, jefe?
-Vamos a raptar a la hija del jefe de Gendarmería en Posadas y la vamos a vender a los que trafican con las putas. Tengo varios conocidos que pueden llevar a la chica a distintos lugares y no la van a encontrar más…
-Pero ¡es una locura! Vamos a salir perdiendo nosotros.
-No, Marcelino. Vamos a negociar con fuerza. Van a saber que con nosotros no se juega. Vos sos muy pendejo, sabés. Tenés que aprender.

El pobre Marcelino con su flacura a cuestas y sus temores de siempre no sabía cómo advertirle a su jefe la locura en que se estaban por meter. Esto podía terminar mal. Muy mal. Y no era pesimismo. Apenas un poco de realismo.
Ahora, quería realizar un secuestro internacional de una chica argentina y cruzarla por el río. Y luego venderla a los traficantes de mujeres. Y Gumercindo creía que los tipos se iban a quedar así piolas viendo cómo ellos se llevaban a la piba y ¿no harían nada? “Pero qué idea más ridícula”, se dijo a sí mismo.
“Nos van a salir a buscar con toda la artillería y nos harán pelota. Vamos a terminar perdiendo nosotros. El jefe debe entender cómo es esto…”
Pero haciendo caso omiso a sus pensamientos, Marcelino convoca a su gente y empiezan a planear el secuestro de la joven posadeña. Y cómo harán para cruzarla al Paraguay.
-Usaremos motos de agua y una de las lanchas. Tenemos armas y hay que llevar cintas y sogas. A ella no hay que lastimarla. Sólo la traeremos aquí para negociar –miente a conciencia porque tiene fe que todo terminará bien y no como quiere el tavyrongo de Gumercindo Zosa Guarancio, el rey de la marihuana en el Sur paraguayo.
El abigeato es otro rubro que viene creciendo fuerte.
El nuevo presidente del país prometió que combatiría la actividad en su última reunión en el Comité Latinoamericano de Seguridad.

Fin del episodio

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