Unas larvas originadas en las moscas verdes conocidas en Misiones comen tejido muerto (necrótico) y con su propia saliva cicatrizan heridas. Ayudan a los antibióticos en su labor contra las bacterias. Se trata de una técnica milenaria pero con los controles actuales. A algunos no les gusta porque les parece asqueroso
En la universidad de Campinas en Brasil, dos tipos de moscas son criadas en laboratorio. De ellas provienen las larvas que curan: se trata de dos especies de moscas creadas, alimentadas y esterilizadas por la bióloga Patricia Thyssen, con un fin médico muy específico: curar heridas de difícil cicatrización.
Esas larvas son enviadas por correo desde Campinas a los hospitales: los insectos viajan dentro de un sobrecito (como un saquito de té) y en destino, se desparraman sobre heridas, señaló un informe de BBC Mundo.
La técnica se llama terapia larval: los gusanos comen el tejido muerto pero no pueden parasitar en el cuerpo receptor
Y, cuando se colocan sobre la piel de heridas infectadas -causadas, por ejemplo, por diabetes o úlceras venosas- las larvas se comen el tejido muerto y secretan sustancias cicatrizantes, lo que reduce el uso de antibióticos.
Según la periodista Paula Adamo Idoeta esta técnica, conocida como terapia larval tiene sus raíces en conocimientos ancestrales, aunque un tanto repulsivos: hay registros históricos de que pueblos como los mayas, en América Central, y los aborígenes australianos ya usaban larvas para curar heridas hace miles de años.
Hasta que, en el siglo XX, la penicilina y la revolución antibiótica hicieron que tales tratamientos quedaran en desuso.
El problema es que hoy en día cada vez más antibióticos pierden su eficacia frente a las bacterias resistentes, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) trata como una de las diez mayores amenazas para la salud pública de la actualidad.
Como resultado, más profesionales de la salud han vuelto en las últimas décadas a recurrir a las larvas para tratar heridas crónicas e infectadas, resistentes a los antibióticos y los apósitos tradicionales.
El conocimiento era intuitivo y se usaba desde hace mucho tiempo pero ahora se aplica con controles sanitarios para bajar riesgos
Es claro, la terapia con larvas de hoy es muy diferente, y mucho más higiénica que la realizada antes.
De cientos de miles de especies de moscas, Reino Unido solo usa una -la Lucilia sericata-, para tratamiento medicinal.
Sí, la vieja y tradicional ‘mosca verde’. Que suele dejar sus larvas o huevitos había resultado un eficaz método para cicatrizar.
Es una especie conocida por reproducirse en basura y cuerpos en descomposición. Y eso habilita a sus larvas para tratar heridas humanas crónicas, explica a BBC News Brasil la doctora Yamni Nigam, profesora de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Swansea (Reino Unido).
“Se alimentan de estos tejidos infectados y necróticos, limpian la herida y estimulan la formación de una buena piel”, dice Nigam.
En qué casos se recomiendan: cuando hay una difícil cicatrización
El uso principal es en pacientes con diabetes, cuyas heridas, si no se tratan, pueden provocar la amputación de extremidades o la muerte.
“Son heridas que simplemente no cicatrizan, y a veces el paciente ni se da cuenta, porque los nervios (en la zona lesionada) no funcionan, hay una neuropatía. Es un caso clásico para el uso de larvas”, explica Nigam.
La larva de la mosca Lucilia sericata es una especie no invasora, incapaz de parasitar el cuerpo humano, dice la médica. “Y ella no come tejido sano, por lo que es perfecta para el trabajo”.
En Reino Unido, el tratamiento se realiza con larvas desinfectadas en laboratorio y recogidas en pequeñas bolsas biológicas permeables, parecidas a un saquito de té.
Lo bueno es que las larvas no pueden parasitar en el organismo que están curando. Hacen su tarea y listo
Bajo supervisión médica, estas bolsas se colocan durante un máximo de cinco días sobre la herida infectada y luego se desechan.
La porosidad de las bolsas permite que la larva entre en contacto directo con la herida y, al alimentarse de estos desechos enfermos, puede cuadruplicar su tamaño, pasando de 3 milímetros a 12 milímetros.
“Las larvas no tienen dientes: solo segregan un líquido que atraviesa la bolsa, y digiere y limpia la herida. Y luego vuelven a tragar el líquido, siempre dentro de la bolsa”, continúa Nigam, citando estudios que indican que el tratamiento es capaz de evitar amputaciones y reducir la necesidad de antibióticos.