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martes, noviembre 26, 2024

El Tesoro y los señores poderosos

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La historia vuelve a la actualidad. Los captores de Linda Celeste ya están en San Ignacio. Y Gilles sigue deambulando por el túnel en el que entró. ¿Qué puede salir mal?

La novela El tesoro de los padres se entrega en forma de folletín semanal, un capítulo por vez. El epicentro está en Misiones y alterna momentos del pasado cuando los jesuitas fueron expulsados con hechos de la actualidad. En este episodio, los captores de Linda Celeste llegan a San Ignacio mientras Gilles, el camarógrafo francés intenta salir del túnel en el que se halla.

Breve descripción de los capítulos ya publicados
1 – Por los caminos del Señor Tadeus – En 1768 Un jesuita de la Misión
de Santa María va a partir hacia San Ignacio mientras los paulistas que
buscan esclavos se preparan para atacar la Reducción
2 – Territorio pirata – En la actualidad, Zosa Guarencio es un capo de la
marihuana y está enojado con las autoridades argentinas porque “no
cumplen sus pactos”. Y busca realizar una acción vengativa: secuestrar la hija de un Prefecto
3 – La sartén y el fuego – Linda Celeste (17) es la hija del Prefecto que
acaba de ser secuestrada. Primero no toma conciencia de la situación y cree que ha sufrido un accidente mientras iba a la escuela
4 – Integrado y vital – Gilles Bechardié es un camarógrafo de la TV
francesa que tiene la posibilidad de venir a filmar en Sudamérica un
documental sobre las Misiones Jesuíticas. Está entusiasmado porque espera hallar tesoros ocultos

5 – La selva tiene muchos ojos y algunas miradas – Próximo a desatarse la batalla entre los esclavistas portugueses y los habitantes de la misión Santa María, un cura jesuita tiene que partir y lleva una carga valiosa en sus alforjas.

6 – La familia del Prefecto Gómez Cervinho recibe una llamada de los captores de su hija. A nivel de cancillería el caso empieza a trascender pero los medios aún no se han dado por enterados.

7 – Ora pro nobis. Mientras Tadeus Rainert escapa con un grupo de aborígenes de la Misión Santa María y una carga en animales, los mamelucos llegan y atacan. Las batallas son feroces

8 – Un descenso húmedo. Gilles Bechardié se anima a ingresar a un túnel-cueva en las ruinas de San Ignacio miní. No sabe lo que puede hallar, pero está dispuesto a todo

9 – El padre Tadeus Rainert es rescatado en su huida de los mamelucos por un vigía de la selva. Están en medio del monte pero terminan hablando del Dante

Capítulo 10

Los señores poderosos

Huayna Capac sintióse temeroso de la peste. Se encerró y en su encierro tuvo un sueño en el que tres enanos venían a él y le decían: “Inca, venimos a buscarte”. La peste alcanzó a Huayna Capac y mandó que el oráculo de Pachacámac interpretase qué cosa debía hacerse para recuperar salud. El oráculo declaró que lo sacasen al sol, que así sanaría. Salió el Inca al sol y al punto murió”

(Bernabé Cobo, Historia del Nuevo mundo)

Actualidad

Los captores de Linda Celeste llegaron finalmente a San Ignacio e ingresaron a la localidad donde se hallan en pleno pueblo las antiguas reducciones de San Ignacio Miní. Allí, se yerguen aún majestuosas las construcciones que hace unos tres siglos levantaron los guaraníes con la dirección de los padres Jesuitas.

Allí aún hoy pueden apreciarse como signos arqueológicos pero también como parte de los espectáculos de luz y sonidos en cada noche, los distintos espacios físicos recuperados donde transcurría la vida de cientos y hasta miles de guaraníes que aceptaron ser “reducidos” para recibir doctrina, alimentos, forma de vida nueva y –por sobre todo- seguridad contra los ataques de bandeirantes que provenían del Este y respondían a la corona portuguesa, pero también de los sórdidos intereses de encomenderos españoles afectos a la mita y el yanaconazgo, formas insultantes de explotación y cuasi esclavitud que sólo el cobijo de los padres de la Compañía de Jesús parecía proteger en forma eficaz.

Fueron unos 150 años donde estas poblaciones de los bravíos guaraníes –que fueron capaces de extender su presencia por las selvas sudamericanas distribuyéndose desde el Río de la Plata hasta bien al Norte donde el continente adquiría forma de una cintura muy delgada- tuvieron su influencia.

Si hasta el término Caribe derivaba del idioma guaraní, sostenían los investigadores y etnólogos. “Karaí-be”, el ‘señor poderoso’ dicen que quería decir que se hallaba inserto en la etimología de aquella zona tan distante de estas selvas subtropicales. Ese habitante de los montes ya no era tan poderoso con la llegada de los europeos, ávidos no sólo de llevarse el oro y plata de sus cerros. También estaban más débiles debido a que estos recién llegados venían trayendo sus venéreas y enfermedades contagiosas para las que los habitantes de esta tierra no poseían defensas. Así fueron diezmados. Pero los guaraníes no sólo eran bravíos. También eran lo suficientemente inteligentes para saber con quién aliarse. Fueron los padres Jesuitas sus auténticos socios en la aventura. No hubo secretos: construyeron un auténtico imperio que produjo en partes iguales, notables resultados económicos y un fenómeno social aún hoy analizado a la vez que grandes inquinas a la sazón en las cortes europeas. Eran poderosos y a los otros poderosos eso no les gustó.

Por eso, y no por ninguna otra razón, los expulsaron.

Ahí estaba, como símbolo de esa época maravillosa la construcción de San Ignacio Miní con su imponente portal de unos 20 metros de alto aún de pie que provoca sorpresa y admiración en los visitantes: sin cementos ni hierros, sólo argamasa, piedra laja y calces para ir subiendo y llegando a esas alturas y mantenerse de pie varios siglos después. Mirarlo era quedar sin aliento.

Y ahí estaban, llegando el porteño, los dos paraguayos y su rehén, Linda Celeste, la hija del Prefecto Gomez Cervinho que iba maniatada y con la boca tapada y su vista también anulada.

-¿Qué dicen en Paraguay? –preguntó uno de los captores.

-A ver, esperá que está entrando la llamada. Hola, ¿si? Sí, soy yo. Acá estamos, en el destino que habíamos hablado. Todo marcha bien, jefe. Queríamos ir por el camino alternativo, cerca de la costa y ahí cruzar el río… ¿Cómo? ¿Ya se difundió en las radios y la tele la noticia…? Sí, ya sé, jefe. ¿Y qué quiere que haga? Si no conseguíamos un telecentro para llamar y avisar sobre la operación a la familia… Y cuando al fin obtuvimos uno, en la casa de la chica, no nos creían… Y, no jefe. No nos creían. Pensaban que era como ese asunto de ahora, que llaman desde un Penal o donde tienen detenida gente y te dicen que tienen a un familiar tuyo capturado y te piden dinero o tarjetas de teléfono celular para negociar dentro del lugar. Y nos colgaron. Costó mucho, jefe… ¿Entiende? ¿Cómo dice? ¿Quiere que cuelgue y nos llama en un rato? Perfecto. ¿Y qué hacemos mientras tanto?…. Ah, okey. Nos vamos para el río, ahí cerca de la desembocadura del Yabebirí. ¡Perfecto!

El vehículo se desplazaba a una velocidad media. Y trataba de no llamar la atención. Iba rodando por las calles tranquilas de la localidad que pese a ser un destino turístico de importancia (el segundo de la provincia) no altera su ritmo de pueblo de provincia. Un lugar donde se respeta rigurosamente la siesta y las tardes suelen arrancar después de las cuatro y cuando es verano (o sea durante unos cinco o seis meses del año) luego de las cinco.

El aspecto de los tres hombres era de personas ceñudas, preocupadas, tensas.

Y esa, era realmente la situación. Sin embargo, no llegaban a llamar la atención. El vehículo no tenía identificación en su lateral, no obstante, tampoco parecía ser sospechoso.

La combi con la joven estudiante en la parte trasera comenzó a saltar suavemente al entrar en los caminos de tierra.

En ese punto, el teléfono del porteño volvió a sonar. El hombre tuvo el tino de no precipitarse en activarlo. Dejó sonar dos veces, y –bajo la atenta mirada de sus cómplices- atendió.

-Sí, jefe. Soy yo –dijo con su inconfundible acento tan distintivo en la zona-. Todo normal. Estamos cerca del objetivo para cruzar “el charco”. ¿Cómo? ¿Nada de irnos al Paraguay? … ¡Ahhhh! Lo que usted diga, jefe. Usted es el que manda. Bueno, entonces debemos ir para el lado del Yabebirí y encontrar una canoa con motor que hay allí de gente nuestra –mientras decía en voz alta para que sus compañeros lo oyeran, le iba indicando al conductor hacia dónde debía dirigir el vehículo-. Bien, una vez que embarcamos en la canoa, uno de nosotros lleva también la moto de agua. Con nuestra ‘carga’ nos vamos a la otra orilla del arroyo y desde allí buscamos la casilla esa que siempre utilizan nuestros contactos cuando se viene la mercadería para este lado… ¡Perfecto!

Así, la combi se dirigió hacia la zona ribereña.
Linda Celeste aún no podía suponer qué estaba pasando con ella y qué pensaban hacerle. Pero sabía que nada de lo que estaba por sobrevenir sería bueno.

“Lo único que me queda es esperar que papá y sus amigos se lancen a buscarme y me liberen”, se trataba de consolar pero no podía impedir de a ratos que algunos lagrimones se le saltaran. Aunque ella no sabía si de desesperación o simplemente porque la venda sobre sus ojos apretaban sobre los lagrimales con intensidad.

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En el momento en que los captores hablaban con Zosa Guarancio, en Buenos Aires se daba la autorización de iniciar un rastrillaje pleno en la provincia de Misiones, así como apoyo por agua, tierra y aire para tratar de hallar a Linda Selene (el error era atribuible al apuro en la transmisión de la información) Gomez Cervinho quien “fuera vista hoy por la mañana cuando partía rumbo hacia su escuela en Posadas”, según el escueto comunicado.

El alerta rojo de rastrillaje tenía influencia en Paraguay pese a que seguían las negociaciones con respecto a qué hacer con el ex guerrillero paraguayo que ya estaba identificado en Ituzaingó, provincia de Buenos Aires.

Paraguay solicitaba la detención preventiva de Ventegas Sarquich para evitar que volviese a desaparecer (ya lo había hecho dos veces con anterioridad y la cancillería guaraní sospechaba no sin razón de que las propias autoridades locales ponían en sobre aviso al paraguayo). Así, mientras se esperaba la orden judicial autorizando la retención preventiva (sería la figura legal) de Sarquich, iniciarían su propia búsqueda en territorio guaraní. Ya las radios de la zona del sur estaban difundiendo un comunicado donde Zosa Guarancio avisaba que las autoridades argentinas eran las que estaban equivocadas. Y así, llegaron a la conclusión de que la chica secuestrada podía estar en territorio del departamento Itapúa.

“Atención, atención. Noticia de úuultimo momento –decía en una simpática tonada el locutor Radio Ñeengatú-. Un comunicado sin membretes ni localización de su datado señaló esta tarde que un capo de la droga reivindicó el secuestro de una joven argentina en dicha nación. El hecho habría ocurrido hoy por la mañana y las autoridades locales suponen que la muchacha ya fue cruzada hacia nuestro país a través del río Paraná. No se conocen más detalles… Ampliaremos en cualquier momento. Ahora seguimos escuchando la “Música romántica con arpas y guitarras”.

Fue en ese punto, que Zosa Guarancio decidió que había que modificar los planes.

“Si ellos creen que la chica está de este lado –especuló- lo mejor va a ser retenerla allá hasta que pase la tormenta. Luego negociaré con ellos sin que tenga que informarles dónde la tenemos”…

Así, decidió llamar a sus hombres que estaban en San Ignacio y comunicarles las novedades.

La estrategia consistiría en aprovechar toda la logística que poseen en la región y comenzar a negociar desde una posición de fuerza.

*********

Gilles ha perdido la noción del tiempo. No sabe cuánto tiempo ya lleva bajo tierra. El túnel parecía no terminar en su descenso. “Esto es como estar muerto”, piensa en un momento y aparta rápidamente la idea de la cabeza ya que puede producirle inmovilidad y constituir un desastre para su aventura. Perderse en este agujero y que nadie más sepa de él sería una verdadera lástima. Eso no era lo que él quería.

La humedad se intensificaba y los musgos también. El silencio era absoluto, sólo el sonido de sus ropas al rozar con la vegetación en esas profundidades le indicaba que seguía avanzando. La sensación de sofocamiento era cada vez más tremenda. Y también, bajando. Su linterna-bengala funciona bien, pese a ser con luz de led que solían tener la característica de ser flojas, más allá de su tonalidad blanca-fría.

No quiere mirar su reloj para no ponerse nervioso. Sabe que han pasado al menos dos horas y media pero prefiere no asustarse, ni mucho menos en volver para atrás. “Si alguien cavó esto, y luego lo calzó para impedir derrumbes y lo fue haciendo en forma meticulosa, algún motivo tendría. Y este pasadizo a algún lugar lleva. No puede ser que sólo sirva para desagote de las riadas como me dijeron. Estoy seguro, que algo más habrá”, era su tenaz razonamiento que lo impelía a continuar.

Y así, tozudamente, seguía avanzando. Aunque de a ratos, el lugar parecía tornarse cerrado y que las lianas y arbustos le iban a impedir seguir su marcha.

En un punto se sentó a descansar un momento, pero luego de un instante, reflexionó, se dio ánimos a sí mismo y retomó la marcha. El túnel de a ratos, parecía que iba achicándose. “Oh, no –pensó-. Espero que no termine aquí y que deba volver al inicio. No lo toleraré….”

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