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sábado, noviembre 23, 2024

Traducción/traición: los espantosos nombres de autos

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A veces, el nombre de los autos en un idioma exótico suena bien. Pero en el lugar de destino…ahí es otra cosa. ¿A quién se le ocurrió poner Laputa a un auto? ¿O Moco? ¿O Pajero?

En italiano se suele decir: “traduttore/traditore” y significa la traición de la traducción. Esto es, cuando en el idioma original algo “suena bien” no implica necesariamente que en otras lenguas ocurrirá lo mismo. Yenda a un caso: auto monovolumen, ppequeño y su slogan fue ‘El Moco lo podés meter en cualquier lugar’. Era obvio que se refería a la facilidad para estacionarlo. En Japón es probable que Moco sonara bien fonéticamente. Pero cuando cruzaba el océano y llegaba a estas costas… ¡ah! Ahí la cosa cambiaba. Te la dejaban picando dentro del área chica, como dicen en el fútbol. Nissan había creado el Moco, un vehículo que incluso llegó a fabricarse en color verde para aumentar la (peor parte de la) vinculación. Y no. No llegó a venderse en países que parlan el castellano. En Europa sí, aunque con otro nombre: Cube. El Moco se fabricó hasta 2016.

Queda clara la cuestión. Elegir un nombre para un coche no es fácil. La denominación de un modelo puede determinar su éxito o fracaso y los fabricantes cuentan con grandes equipos de marketing encargados de buscar el nombre más adecuado para garantizar el éxito comercial del futuro vehículo.  Y es de suponer que el conocimiento de idiomas y lenguas extranjeras debe formar parte de la carrera para marketineros y creativos (no es solo el inglés, queda establecido).

Uno de los casos más reveladores del fenómeno de malinterpretación. El Mitsubishi Pajero es un todoterreno que la firma japonesa sigue fabricando. Aludía al Leopardus pajeros, un felino propio de Sudamérica que también se conoce como gato de los pajonales o gato de las pampas. El problema es la asociación. En España (pero también en estos lares) el término pajero tiene una clara connotación referida al que practica el onanismo de forma compulsiva, y, asimismo, en muchos países de América del Sur, se entiende como un mentiroso, una persona (o situación) poco fiable o perezosa: “Este asunto, me da paja”, suelen expresar los jóvenes. En los países que hablan castellano, su vinculación inapropiada lo obligó a cambiar por el más apropiado Mitsubishi Montero.

El Mazda LaPuta jamás llegó a venderse en el mercado español, aunque sí en Estados Unidos, para diversión de los que hablan castellano en el país norteamericano. El nombre de este pequeño auto deriva del lugar ficticio del libro Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Laputa es, en verdad, una isla imaginaria con una base de diamante que flota mediante un gigantesco imán.

Aca lo conocieron como Chevy; en otros lados como Nova.

En realidad, no sonaba tan mal. Pero el juego de palabras quedaba en la punta de la lengua. Nova se denominó al vehículo compacto de la firma norteamericana GM entre 1961 y 1979. Pero a finales de la década del sesenta, Chevrolet Argentina encontró que su denominación “no iba”, que el cambio de acentuación en Nova podía desprestigiar la identidad de la marca. En la Argentina es un clásico el “No va a andar” y de hecho alguna vez se realizó una campaña publicitaria anclada sobre este concepto (muy de agencia de publicidad pero trasladada al lenguaje popular). El Chevrolet Nova tercera generación fue fabricado entre 1969 y 1978 en Argentina bajo la denominación Chevrolet Chevy por las suspicacias del término “no va”. En otros países de habla castellana, el Nova mantuvo su nombre original.

La polémica también ha estado en otros países. El Seat Málaga pasó a llamarse Gredos en el mercado griego porque allí sonaba igual de mal que aquí Pajero. En Francia, el deportivo Toyota MR2 se quedó en simplemente MR, porque las siglas tendían a pronunciarse como ‘merde’.

Uno de los coches más exitosos de VW padeció también por sus asociaciones incorrectas. El VWJetta suena como cara o rostro en la idiosincrasia argentina, pero su pronunciación fonética correcta sería “yeta”, sentencia de mala suerte en demasiadas culturas. De su caudal de diferentes interpretaciones nació su renombramiento: ninguna de las dos interpretaciones era muy feliz. Para su cuarta generación, en Argentina recibió el nombre de Volkswagen Bora.

Con la letra S separada del reto ya dejó de sonar como “escupida”.

A veces, una letra sola puede cambiar todo el concepto. Si se dice “Coupé” en un auto queda bien. Pero si se pone “Scoupe” queda como alguien que está salivando. Siete años años tardó el fabricante en advertir que el nombre del auto podría sonar como “escupe”. Su nueva nomenclatura mereció la quita de la primera “s”. El Hyundai Cuopé fue una versión deportiva de dos puertas de la versión Excel que se lanzó al mercado en 1988.

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