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domingo, septiembre 8, 2024

Linda Celeste y Gilles, una huida de San Ignacio miní

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Los jóvenes están escapando de sus captores y llegan al gran portal de San Ignacio. Y en el momento, se está por emitir un programa de televisión con receta de comidas locales. Y en el pasado, el jesuita Rainert está por llegar al mismo lugar… 245 años antes

La novela El tesoro de los padres buscó unir la partida de los jesuitas expulsado en 1768 de estas tierras por decisión del rey Carlos III de España y una acción que ocurre en estos días siempre con el escenario del lugar donde se erigieron las misiones jesuíticas.

Capítulo 14

Una receta especial

En los procesos de sus sueños, el hombre se ejercita para la vida venidera

Friedrich Nietzsche

Finales del verano 1768 zona del Guayrá.

El padre Tadeus Rainert y su amigo desandaron un trecho y luego en un pequeño descubierto del bosque encontraron una cabaña con un niño de unos 10 años.

Estaba al cuidado de una anciana que era amiga del hombre de bastón y sombrero.

Los tres se pusieron en silencio rumbo al oeste nuevamente, tal como lo hiciera en su momento Rainert.

Ahora, sólo tenían que ir. No había apuros ni impedimentos que forzaran la marcha.

Sin embargo, así y todo, el peso de la carga lentificó la marcha y tuvieron varias jornadas utilizando las picadas que tan bien conocían los jesuitas y los indios.

Al cuarto día estaban llegando a San Ignacio Miní.

Las altas construcciones se destacaban, así como los cerramientos laterales.

-Tú ve y entrega la carga a tu gente. Nosotros hasta aquí llegamos y no entraremos a la misión.

-Sin ti, esto no hubiera sido posible. Sé que estoy en deuda contigo, estimado amigo.

-¿Qué harás después? –quiso saber el otro.

-No tengo nada pensado. ¿Sabías que nuestra congregación ha sido echada de todos los lugares y esta expulsión nos deja tan inermes como a los hermanos guaraníes?

-Algo de eso me enteré… Oye, ¿no te gustaría volver con nosotros? Aquí con mi hijo, pensábamos recorrer las otras misiones y ver cómo están quedando mientras se produce la partida…

-O sea, ¿me invitas a ser compañeros de esta tierra y seguir viviendo aquí…?

-Bueno, si no tienes otros planes, podemos seguir habitando esta región sin que tengamos que rendir cuentas a nadie…

-Sabes que pertenezco a una orden y la obediencia es una de las exigencias que tenemos asumidas dentro de nuestros votos. Pero haré el intento de quedar por aquí.

-Ve, entrega la carga y nosotros esperaremos aquí afuera. Si no vienes hasta mañana, asumiremos que no puedes unirte a nosotros, ¿qué dices?

-Haré lo que me dices, porque para eso fue todo este esfuerzo. Pero mañana a esta hora, estaré con ambos.

-Pero antes de partir, quiero que me expliques por qué son tan pesados estos libros…

-Ah… esa es una larga historia… ¿conoces algo de sobre los alquimistas?

-Mhmmm… poco y nada. ¿Tiene que ver con estos libros, tal vez?

El cura esbozó un gesto indescifrable y se alejó lentamente…

Mientras Rainert se alejaba rumbo al acceso principal de la Misión, iba oyendo los suaves silbidos de su amigo. Parecía que imitaba el canto de algunas aves. El cura alemán iba con el cansancio en el cuerpo pero con una gran sonrisa en su rostro.

“Estos jesuitas son increíbles…” iba pensando el otro

* * * * * * * * * * * *

Actualidad.

Planilla de trabajo del canal oficial.

Locación: Ruinas de San Ignacio

Transmisión: en vivo (de 9 a 11:30)

Cámaras: Dos (César da Rezza y Javier Enroquiz)

Director de Cámaras (en Misiones): Luis Sanhardt

Director de Cámaras (en Buenos Aires): Omar Reus

Programa: Comidas del país (edición Nº 18)

Conducción (desde Misiones): Lisa Cuntres y César Rendón

Participación: Chef local Juan Artiga.

Nota: Se envía un Panorama de noticias de 3 minutos cada media hora.

“Está un canal porteño con un chef local”, informaron los medios locales a modo de resumen para lo que ocurrirá esta jornada desde la plaza central de San Ignacio Miní.

Casi en simultáneo con la organización de la salida al aire del programa de televisión, Gilles va guiando a Linda en la oscuridad y cumpliendo con la consigna dada, hacen un recorrido lento pero seguro. “Por aquí ya pasé”, se va dando fuerzas. La luz del teléfono móvil está aguantando bien y a este paso pronto estarán afuera.

Todo el rato, los jóvenes sienten el esfuerzo de ir ascendiendo que sumado al hecho de que no han probado bocado alguno en casi 36 horas hace que sientan debilidad y hambre por partes iguales. Pero ellos siguen.

-¡A prepararse que estamos para salir al aire! –agitó la modorra un asistente de dirección con modales afectados. Todos apuraron su accionar.

En diez minutos estarían transmitiendo desde San Ignacio a todo el país y la idea era mostrar algunas comidas típicas locales. Pero ese día, habría un menú especial.

-Juan, ¿estás listo, muchacho? –le preguntó al cocinero local- necesitás algo? Me lo decís pero ¡ya!

-No, no. Todo está perfecto –respondió el chef local.

Era un joven nacido en Posadas que se había perfeccionado en Europa y que había conseguido trabajar en hoteles y restaurantes de la Costa Blanca y en Francia. Y por ende, conocía tanto la comida de otros lugares como la de su región natal. Y estaba orgulloso de presentarla. No tenía nada que envidiar. Y con una extensa base de formación académica, encaraba su trabajo con gran felicidad.

Mientras se hacían los aprestos, los dos jóvenes, Gilles y Linda Celeste increíblemente llegaban sanos y salvos al mismísimo agujero donde un día y medio atrás el joven francés había iniciado su aventura.

Sin que nadie se diera y discretamente emergieron del lugar mientras los pocos paseantes no se percataban de la situación.

Cuando Linda Celeste vio la aglomeración, le tomó la mano a él y le dijo:

-Vamos allá, que parece que está por ocurrir algo. El hombre nos dijo que esperáramos en la plaza central, ¿verdad?

Gilles asintió.

-Bueno, es  ahí, donde está toda esa gente…

Y sin soltarle la mano lo fue conduciendo hacia el lugar. Pese a que Gilles conocía por haber transitado el lugar, se dejó llevar por su bella cicerone.

-Eh… -dudó ella en un momento…

-¿Qué pasa, dime?

-Creo que debería avisar a mi gente que ya no estoy secuestrada, ¿no crees?

-Sí, claro…

Ella tomó su teléfono celular que apenas tenía energía. La poca que quedaba se había ido agotando en el recorrido del túnel.

-No. Parece que ya no se puede enviar más.

-Mmmhm… dijo él. ¿Sabes qué? Apagalo un rato y deja que quede así. Luego lo prendes y verás que tendrá un resto de energía con el que podrás enviar el mensaje a tus seres queridos…

-Dale –dijo ella y fueron a mezclarse con la gente del pueblo, los cholulos y los mirones que observaban el inicio de la trasmisión.

Linda revisa sus bolsillos y encuentra un billete de bajo valor. Ve un niño vendedor ambulante con su canasta y unas telas que tapan la mercadería que lleva. Se acerca. Le entrega el billete y vuelve con una sonrisa que llena su boca.

-Tomá –le dice a Gilles- ¿las conocés?

El francés toma la comida y la mira atentamente. Y, niega con la cabeza, mientras la ataca con fruición.

-Las llamamos chipas y son unas tortas de harina de mandioca hechas al horno. Mi mamá las hace muy ricas, no sabés, porque le agrega queso y le salen muy blanditas. A veces le agrega una ralladura de queso duro para el exterior…

-Ohhh, pego esto está muy guico…-dice Gilles mientras embucha su chipa y se le escapa por primera el clásico uso de la ge de los franceses cuando remplazan la erre fuerte.

Luego de 20 minutos, resultaba evidente que el programa estaba emitiendo su señal con material originado en Buenos Aires o en otro lugar. Aquí todos los técnicos y animadores permanecían  atentos mirando una pantalla que funcionaba como un monitor de retorno.

En cualquier momento llegaría el turno. Y así fue. Por las cucarachas, esos adminículos que se colocan en la oreja los conductores y presentadores, llegó la indicación.

(Las imágenes usadas corresponden a Guía Gastronómica TV)

Y todos se aprestaron.

-Buenos días amigos del Cocineros del país. Aquí son las 9 y 25 de la mañana de un día precioso. Hacen 18 grados y el sol está brillando sobre esta parte del país. Nos encontramos en estas maravillas que son las Ruinas de San Ignacio. ¿Cómo están ustedes?

Desde el estudio central, hubo una respuesta ya que todos quedaron en silencio. Miraban el monitor que no tenía retorno de audio ya que eso provocaba el acople cuando salían al aire.

-Sí, fue la respuesta del conductor. Es verdad. El buen tiempo acompaña a esta región del país desde hace dos días. Y aquí en lo que fuera la Plaza Central de las misiones jesuíticas nos hallamos dispuestos a escuchar más sobre la realidad de la obra de los seguidores de Ignacio de Loyola. Por esos, en nuestro espacio Pueblo y Memoria participarán dos importantes investigadores locales para debatir acerca de este fenómeno: los Jesuitas y su obra hace más de dos siglos. Un historiador y un antropólogo pondrán su óptica para aclarar cuestiones que tienen que ver con los guaraníes, los padres Jesuitas y la historia de la propia provincia… (se queda callado, escuchando)… Sí, es verdad, amigos. No hay casualidades. La provincia se llama así: Misiones, justamente porque constituye un homenaje a esa gran obra de los Jesuitas.  Pero no más palabras. Vayamos a los hechos y en este caso, con olores y sabores regionales que saben muy bien. Puedo asegurarles porque ya lo estoy percibiendo…

En ese momento, la cámara dejaba de tomar solamente al conductor  (en la emisión, tenían la pantalla partida en dos mitades, cada una con un zócalo que decía en el de la izquierda “Buenos Aires – Estudio” y en la otra: “Misiones – Ruinas de San Ignacio”) y se iba abriendo la toma hasta incorporar al cocinero al que se lo veía con su típico sombrero altísimo y su accionar intenso sobre varios frentes de comida.

-Aquí con nosotros, Juan Artiga. Buenos días, Juan, ¿cómo está todo, eh?

-Hola César, buenos días. Gran jornada para estar visitando esta región del país. Y desde ya, la primera visita que agradecemos es la de ustedes ya que de esa manera nos permiten difundir las recetas de los padres…

-Eh, discúlpame, Juan. Sí, acá me consultan desde Estudio. ¿Lo que vas a presentar tiene algo que ver con las comidas de aquella época en que estaban las misiones, aquí y había padres jesuitas e indios guaraníes?

-Efectivamente César. Se trata de pinchos de lomo, con adobo de aceite ajo y orégano sobre puré de mandioca, harina de maíz y arvejas con reducción de malbec, y panceta. Según comentó Artiga, la receta elegida fue inspirada recreando la descripción del padre Antonio Sepp- “los productos alimenticios vegetales eran obtenidos por el indígena de su lote agrícola del avá-mbaé y si por alguna razón lo que había producido no satisfacía la demanda alimenticia del grupo familiar, los productos les eran suministrados por la comunidad. Las casas indígenas no poseían cocinas, los alimentos eran cocidos en fogones que eran encendidos en el interior o en las galerías de las viviendas…Los Padres poseían un gusto más refinado en su dieta. En la residencia funcionaba una cocina y un salón comedor. Una huerta, muy bien cuidada, abastecía a los Padres de deliciosas frutas y verduras, como la lechuga, zanahorias, rabanitos, perejil, orégano…No faltaba la provisión de azúcar obtenida de la caña o de la miel de abeja. Tampoco la sal, aunque los guaraníes no la apreciaban en su dieta”.

Y ahí estaban ellos observando a ver cuándo aparecía su amigo. Los secuestradores ya podían estar cerca y no se podían quedar mucho tiempo ahí.

Hay un corte en la transmisión del programa de televisión. Gilles escuchó que el misionero ha vivido en Francia y se acerca.

Le pregunta algo en francés al chef acerca de qué se trata.

Y el otro le pregunta a él: Qui êtes-vous et pourquoi êtes-vous ici?

(¿Quién sos y qué estás haciendo acá?)

-Ah, c’est une longue histoire et vous n’en croirez pas

(Es una larga historia y no sé si lo podrás creer)

Cuando intenta un diálogo, en la otra punta ven aparecer hombres sospechosos. Son los perseguidores paraguayos y el argentino.

* * * * * * * * * * *

Los dos paraguayos y el porteño tras cruzar el arroyo, ya estaban en camino otra vez. Habían decidido no avisar aún de la novedad al otro lado del río.

Sabían que los jóvenes no podían andar lejos. Y se dirigieron con premura hacia la zona de las ruinas de San Ignacio.

Cuando llegaron vieron el gentío y supusieron que los jóvenes podían estar mezclados entre la gente.

Pagaron la entrada e ingresaron al recinto. ¡estaban en lo cierto! A medida que se acercaban, sabían que los jóvenes podían estar ahí y apuraron el paso. Iban a los empellones avanzando.

En ese punto, el hombre del bastón y el sombrero se acercó a una de las partes laterales del parque de la otrora misión y tocó bocina.

Gilles se dio cuenta y le señaló a Linda Celeste.

-¡Allá está nuestro amigo!

El hombre le hacía señas para que se acercaran a las rejas. Aunque estaba tapiado todo el sector, los jóvenes se dirigieron prestos hacia el lugar.

En ese punto, los secuestradores ingresan al sector pero no alcanzan a ver a los jóvenes.

Aprovechando la multitud, Gilles y Linda Celeste llegaron corriendo hasta las rejas de la zona occidental de las antiguas misiones y le dijeron a su amigo.

-¿Qué hacemos?

-Bueno, pues, salten por arriba de las rejas. No hay otra forma. Vamos.

En los exteriores a las ruinas de San Ignacio como siempre había movimiento: turistas, aborígenes, colectivos y transportes de pasajeros. En el medio de ese semi caos, la camionetita del hombre del sombrero apenas se mantenía regulando el motor. EL hombre se había bajado de su vehículo sin detener el motor. Y bien que lo había hecho.

Los jóvenes con una agilidad digna de saltarines rusos, estuvieron en la parte alta de las rejas y de un salto llegaron al suelo, del otro lado.

-Tenemos que ir a Corpus… -dijo el hombre.

En ese punto, mientras veían qué hacer, Linda volvió a acordarse de su familia y decidió encender su teléfono celular.

-¿Usted nos dijo que vamos a Corpus, señor…?

-Exacto, señorita, -contestó él con una sonrisa de satisfacción.

El aparato estaba exhausto. No tenía más energía. Apenas parpadeó. Pero ella buscó en la Agenda el nombre de su mamá y de inmediato, comenzó a tipear.

“Estoy ok y voy a Lor…”

En ese momento se dio cuenta del error y quiso corregir “Lor” por “Corpus”… pero ya no había más nada que hacer. No había más energía… Aunque por esas extrañas vueltas que tiene la tecnología el mensaje igual viajó.

Pocos minutos después, en Posadas, la señal de alerta de su madre con el sonido distintivo, la puso en frenesí.

-¡Un mensaje de Linda! –gritó la mujer.

“Voy a Lor…” Qué querrá decir. “Estoy bien”. Eso es clarito. Pero ‘¿Voy a Lor…”? ¿A Loreto? ¡¿A Loreto?!

Inmediatamente la esposa del Gómez Cervinho llamó a su esposo y le comunicó la novedad.

Él también estaba entusiasmado.

-Parece que ya tenemos el lugar donde se encuentran secuestrados…

-‘Encuentran…’ ¿Por qué decís así?

-Porque son dos, Linda y otra persona más, aparentemente…. ¿Vos querías decirme algo?

-Es muy raro, porque recibí un mensaje desde el teléfono celular de ella… y…

-¿¿¿Y..?? –urgió él casi con desesperación.

-Y, nada. Parece que está bien, pero no coincide con lo que vos decís…

-“Estoy bien. Voy a Lor…”

-¿A Lor…? –repitió en forma de pregunta él. Qué raro, ¿no? Ahora reenviame el mensaje –Hizo una pausa…-. No, mejor dejá. Mando a buscar el aparato para que hagan algún tipo de rastreo desde Investigaciones y el SBD. Tal vez sea una clave o tal vez… (se quedó pensando) quiso escribir ¡Loreto!, ¿no creés? -Y se entusiasmó y notaba que su esposa también tenía un mayor optimismo y de a poco, recobraba la ilusión.

“Quizá haya alguna esperanza y todo pueda salir bien”, se decía ella mientras cerraba los ojos y apretaba con fuerza un rosario que le había regalado su madrina cuando era apenas una niña vestida de blanco y recibía por primera vez a Jesús en la Eucaristía. “Él te va a acompañar”, le había dicho su tía Carmen (no era familiar, pero era tradición entre su parentela llamar “tío” o “tía”  a los padrinos de bautismo. Y ella, ahora, de grande, volvía a tener fe.

En ese momento, ingresó un auxiliar del Prefecto y le comunicó algo al oído.

Éste salió corriendo y tomó el teléfono.

-¡Hola…! –dijo casi gritando. Sí, soy yo… Hay novedades sobre nuestra hija… sí… parece que está yendo a… ¿Cómo dice..? ¿Es posible?

Su esposa se había acercado con una mirada llena de intriga.

-…. Mire –insistió el Prefecto- Sea más preciso por favor. ¿Cómo dice? ¿Me puede reiterar la novedad? A ver, sí. Lo escucho. Que ya encontraron la vivienda… ah!, -lanzó un suspiro- ¿Y están bien? Ah… aún no tomaron posesión del lugar, pero no hay peligro. ¿Confío en ustedes en que mi hija no sufrirá ningún daño…? Bien, gracias.

Y colgó. -¿Y…? –preguntó su señora.-Parece que ya encontraron la casa donde está detenida Linda y otro muchacho más. Ya están rodeando la vivienda y todo marcha sin problemas.

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