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martes, diciembre 3, 2024

Se avecina una pelea (o varias) en El Tesoro

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La novela que en forma de folletín se entrega semana a semana encuentra a fuerzas nacionales y locales dispuestas a todo frente a una avanzada del ejército de narcotraficantes que están queriendo cruzar el río desde Paraguay. A pocos kilómetros

Es el capitulo 17 de El Tesoro de los padres y la situación en la zona fronteriza frente al gigantesco peñón del Teyú Cuaré se está poniendo cada vez más tensa. Mientras la TV decide trasladarse al lugar del eventual choque y se encuentran con un descubrimiento inesperado.

Capítulo 17

El cuerno de Marte llama al combate

“Durante nueve días, arreciaron las flechas del dios. En el décimo, Aquiles convocó al pueblo al Ágora. “¡Atridas! Creo que tendremos que retroceder, yendo otra vez errantes si escapamos de la muerte; si no, la guerra y la peste acabarán con los aqueos. Pero antes consultemos a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños para que nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo, pues también el sueño procede de Zeus”

La Ilíada – Los sueños proceden de Zeus

El cruce en lanchas se hizo en forma muy rápida y simultánea. Varias embarcaciones poseían doble motor fuera de bordo y conducción por volante. Todos los secuaces de Zosa Guarencio portaban sus armas con orgullo y estaban dispuestos a enfrentar a los efectivos. Si fuera en suelo paraguayo o argentino, poco importaba.

Las fuerzas conjuntas argentinas advertidas de este movimiento se comunicaron con sus pares del vecino país e iniciaron una tarea de pinzamiento para evitar que hubiera riesgos.

La idea era rodear a los delincuentes. Pedirles la rendición y evitar el uso de armas de fuego.

Estaban equivocados, pero ellos no lo sabían.

En la Cancillería, ya se tenía la novedad más buscada de las últimas horas.

Las Fuerzas de la Policía Federal habían realizado el allanamiento que se exigía y con la orden del juez pudieron detener a Ezequiel Ventegas Sarquich.

La foto del famoso terrorista ya estaba siendo enviada a los pares del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se lo veía desgreñado y con gesto de malhumor. No estaba satisfecho para nada. Había pedido la presencia de sus abogados, algo que se le concedió pero que no impidió su encarcelamiento. Y así, mientras viajaba en el camión celular rumbo a un penal se le tomaba una instantánea con las esposas colocadas y su cara de enfado. En su casa, quedaron su esposa argentina (tenía una en Paraguay también) y sus dos hijos nacidos aquí, su gran argumento para impedir (hasta ahora) su extradición.

Era lo que necesitaban en la Cancillería argentina. Sebastián Gracia Resteplen observó atentamente la imagen en su pantalla de computadora, la imprimió y luego alzó el teléfono de su par en Asunción. Ahora ya podía darse vía libre al operativo de rescate de los jóvenes secuestrados y captura de los delincuentes que acechaban la zona y habían sido los responsables de este desaguisado.

Las primeras señales eran que el encuentro de fuerzas conjuntas argentinas y paraguayas para tratar de detener y aprehender al grupo de Zosa Guarencio sería en suelo guaraní. La coordinación se hacía con una doble cabeza de comando: por un lado en la Argentina con la Armada y Prefectura guiando a sus pares de la Federal y Gendarmería y por el otro en Paraguay con sus propios comandos.

Mas, el seguimiento a los desplazamientos del grupo de Zosa indicaba otra cosa.

El jefe argentino se comunicó con su par del Paraguay y le señaló la cuestión.

-¿Es posible que estén pensando en cruzar el río?

-Sí, colega. Es muy probable. Acá tenemos señales claras y creemos que están yendo para allá. En cercanías al Peñón del Teyú Cuaré parece que estarán llegando en no más de 30 minutos.

-Bien, entonces nosotros estaremos esperando de este lado en la playa ahí cercana y ustedes pueden hacer un recorrido desde el río por la parte Norte.

-¿Y ahí qué logramos?

-Encerrarlos. No dejar lugar para una huida. Por tierra argentina, no habrá huecos. Ya tenemos el apoyo de las fuerzas terrestres para evitar cualquier escape. Y en el caso de que quieran usar el río para volver a suelo paraguayo, ustedes pueden darnos una mano para cortar esa vía de escape. ¿Qué le parece?

-Me parece bien. Pero necesitaríamos un grupo por agua desde el lado Sur.

-Sí, ya me di cuenta –dijo el oficial argentino. Ahí desplegaremos una línea con lanchas para impedir el escape río abajo. De esa parte nos ocupamos nosotros.

-Bien colega. Allá nos encontramos. Ya estamos partiendo.

En las Ruinas de San Ignacio el programa de televisión continúa en vivo, mientras Ernesto el heredero de Heins Karl Kattingenschen explica cómo la presencia de su antecesor es muy antigua en la región.

Por los sistemas internos del canal, ya recorre el aviso de que puede haber un enfrentamiento entre fuerzas de seguridad y delincuentes.

El director de cámaras decide poner un equipo en el móvil y llevarlo a las riberas del río mientras buscan la supuesta vivienda de Martín Borman.

Al rato, estaban en el lugar en medio de la selva y la construcción de piedras grandes y sólidas se yergue en medio de la selva, algunas ventanas con sus marcos pero sin los techados.

Tato Cardoso está ahí para refrendarlo. “Mire, yo tengo 75 años y era muy joven cuando ocurrió esto. Pero lo recuerdo como si fuera hoy. Íbamos con mi hermano por esta selva. Estábamos de cacería y nuestros perros se orientaron a esta zona y tratando de alcanzar nuestra presa no nos dimos cuenta. Cuando menos lo pensamos, en medio de la espesura se nos apareció un hombre…”

-¿Qué aspecto tenía..? –quiso saber el conductor.

-Era rubio, del tipo europeo. Pero acá hay mucha gente así… eso no quería decir nada. Lo mismo, es verdad que hablaba raro, como un extranjero, pero eso tampoco era extraño porque muchos habitantes acá, con muchos años en Argentina, siguen hablando bastante atravesado, ¿usted me entiende, verdad? Eso sí, las ropas eran del estilo militar. Todo de verde como si se quisieran mezclar con el medio que los rodeaba, ¿me entiende? Pero después, haciendo averiguaciones, supe que era el lugarteniente de Martin Borman. Acá en el lugar más o menos todos sabían. Es más, hace poco tiempo me animé a volver al lugar. Ya estaba deshabitado. ¿Sabe qué encontré en la vivienda? –le preguntó al conductor poniendo un suspenso inevitable.

-Díganos, Tato, ¿qué encontró?

-En una de las paredes más grandes internas había una gran cruz que después me explicaron era el símbolo de los nazis… Una cruz fantástica… me dijeron…

-¿No será una cruz esvástica, tal vez? –quiso precisar el otro.

-Ésa… esa cruz está tallada en una de las paredes de piedra. Pero la casa tenía un baño con bañera, ¿entiende? Era puro lujo en el medio del monte… Y cuando ese hombre se nos aparece, nos dice (imita la voz): “Esta es una prrropiedad prrrivada, tienen que salir de aquí”…

La cámara empezó a hacer un paneo.

En San Ignacio, Lisa Cuntres iba describiendo el paisaje.

-Aquí, amigos desde Misiones… estamos observando cómo nuestro móvil se trasladó hasta la vivienda de, dicen algunos, ¿verdad, César?, Martin Borman el ex jefe de nazi que vivió en esta región. Vea la teleaudiencia el paisaje imponente. Desde estas alturas se puede apreciar el río Paraná (la cámara se movía lentamente) tanto hacía el Sur como hacia arriba… Vean las riberas del Paraguay (la cámara hacía un barrido por la región occidental de las orillas del Paraná y luego volvía a posarse en este lado del río)… vean … vean… (empezó a titubear)… Ahí llegan esas lanchas con gente adentro. ¡Qué lindo! Ahí vienen desde el Paraguay…. A ver, Javier ¿podés acercarnos a observar qué traen?

La cámara estaba captando el preciso momento en que las lanchas de Zosa Guarencio llegaban a las orillas argentinas y el zoom de Javier Enroquiz hizo centro en los hombres que traían sus poderosas armas. Algunos antes de tocar la costa y amarrar la embarcación ya estaban saltando al agua con sus ametralladoras y armas ligeras apuntando al cielo y pegando el salto desde la proa y sin preocuparse más… Se los veía entusiasmados.

-Pero, pero… -comenzó a tartamudear la conductora…

El paneo hizo que descubrieran entre las capueras a las fuerzas vestidas de verde acercándose con determinación para intentar detener a los visitantes indeseados…

-Señores, acá está ocurriendo algo único. Las fuerzas de seguridad argentinas están por enfrentarse con delincuentes. Y ustedes serán testigos de esta lucha –dijo César Rendón mientras esperaba la confirmación de que la transmisión estaba llegando a Buenos Aires, sin problemas…

En el rating minuto a minuto, la señal de la TV que transmitía comidas a la mañana comenzaba a subir rápidamente y los seguidores de audiencia no se extrañaban.

Los canales de cable con sus señales de noticias trataban de confirmar la especie y empezaban a tomar la transmisión en vivo en un ángulo de su pantalla, mientras los locutores propios iban describiendo la situación y trataban de verificar la especie en la Cancillería o con alguna oficina del Poder Ejecutivo. “Las fuerzas de seguridad combaten al narcotráfico”, tituló con su estilo amarillista Crónica TV. Y se olvidó de poner el crédito a la TV oficial pero el logo del canal de origen salía igual.

“Al fin que algo estaba saliendo bien…”, piensa sin creer su mala suerte Sebastián Gracia Resteplen, “vienen y me avisan: ‘prendé la tele y poné el canal’. Fah, voy y ¿con qué me encuentro? ¡Con todos mis amigos de las Fuerzas de Seguridad! Menos mal que les habíamos pedido discreción para esta cuestión. Pero no, no hay caso. Ahora tenemos el conflicto con Francia, con Paraguay con nosotros mismos. Y ¿qué hacemos? LO transmitimos por televisión, en vivo y en directo desde “el mismo lugar de los hechos”.. Ja ja (se rió en forma irónica y nerviosa a la vez)… Tal como lo pide la audiencia globalizada. El combate del crimen y su transmisión para todos los públicos…”

Y mientras el pobre asesor de la Cancillería se infligía duras laceraciones y pensaba en cómo adelantar al Ministro las malas nuevas, en Loreto, los bailes estaban empezando.

Así, los tuntunes sonaban en Corpus, mientras la puerta del ministro de Relaciones Exteriores y Culto hacía tun-tun.

* * * * * * * * * *

“Y, aquí, amigos… ¡¡¡la comparsa Fashion Winner!!! Este año con vestimentas más coloridas, con mayor alegría y diversión… Y un ritmo que se impone…Y aquí viene don Jacinto… bailando y sacudiendo el estandarte de Fashion, que lleva una rosa por símbolo…!”

El presidente del Concejo Deliberante le ponía mucha energía. Era evidente que lo hacía por gusto: Fashion Winner era su “hijo”, su creación, su gran alegría. Las ropas ajustadas tanto en las muchachas como en los varones, los festones, los espaldares, todo se destacaba y la gente aplaudía. Algunos, divertidos, tomaban en sorna toda esa experiencia, pero a la mayoría le gustaba el espectáculo. Jacinto Chabies encabezaba su comparsa y se sacudía como un poseso: iba y venía y no cesaba de arengar a su grupo de bailarines. No todos tenían la misma calidad para el baile ni el mismo compromiso para la acción.

“Es que a algunos se los convoca por su dependencia con el trabajo en el Concejo –explicaba un hombre mayor a los jóvenes visitantes que se estaban poniendo sus trajes-. “Hay algunos que no quieren saber nada con esta fanfarria, pero admiten que si dicen que no, se les puede acabar su contrato y con ello, sus ingresos. Y, así, aceptan esta situación de tener que andar sacudiendo sus traseros delante del resto del pueblo…”

Pero el bueno de Jacinto trataba de marcar el ritmo y arengaba a sus bailarines y ejecutantes de ritmos. “Todos juntos, vamos ya, Que Fashion Winner volverá a ganar”, entonaban como un grito de guerra, mientras los excedentes de grasa sobrepasaban los bordes del traje principal de Chabies y amenazaban con romper las costuras y desbordarse más allá de lo que la discreción lo permitiría. Pero el hombre no paraba de danzar.

Gilles miraba y decía: “No es posible. Esto no me puede estar pasando. Debo estar quedándome loco… ¿Qué hago acá… Quiénes son todos estos que me rodean..?”…

Pero luego dirigió su mirada a la joven posadeña y todas las dudas desaparecieron como se desvanece una niebla matutina en Misiones. En un ratito se levanta y aparece el sol esplendente….Como la sonrisa de la joven con el nombre igual que sus ojos… Una mirada, una sola y todo estaba bien… “Habrá que bailar, nomás”, se consoló.

-Vení Gilles, le exhortó ella. Te ponés al lado de Carlos, acá. Eso, eso. Y ahí empezamos a bailar. El acordeón está sonando muy bien con ese vals…

-No, señorita. No es un vals. Es un valseado… tiene otros compases…

-Bueno, lo que vos digas. Pero tiene que salir así, eh…! Exhortó ella. Y luego, cuando arranca el acordeón, habrá que entrar con los tambores de acuerdo…?

Linda Celeste llevaba puesta una falda corta del tipo jean con botas de caña alta blanca. Y una remera ceñida al cuerpo que la hacía destacar y la mostraba con toda su belleza a pleno. Estaba muy entusiasmada y creía que podían ganar.

El ritmo ondulante del vals (“valseado, señorita”) le daba una cadencia especial al avance de los bailarines de la comparsa Mburucuyá. Y vaya que podían ganar. Ahora, hasta Gilles se estaba entusiasmando.

En ese momento, Von Köttíngenschön ve una imagen conocida en un aparato de televisión encendido. Aunque no puede escuchar lo que están diciendo, puede leer el zócalo de la noticia:

Arriba, todo en alta: ÚLTIMO MOMENTO EN VIVO  IMÁGENES EXCLUSIVAS en un cartel continuo que aparecía por la parte superior izquierda y avanzaba lentamente hacia la derecha por donde desaparecía. Luego como en una Muralla China volvía a aparecer por el otro lado.

Y en el zócalo de abajo, con letras más pequeñas y un cartel fijo, afirmaba:

“Misiones: Fuerzas conjuntas se enfrentan al narcotráfico”

El hombre se acercó al aparato que estaba en un bar y restaurante que tenía sus mesas distribuidas en la vereda y que permitía a los viandantes ver los desfiles y a la vez, la televisión y luego se dirigió al que manejaba el local.

-¿Será que puede subir el volumen un ratito…? Están hablando de acá, de Misiones –le dijo a modo de explicación.

Al rato, escuchaba atentamente, mientras mucha gente se acercaba a mirar también las imágenes y el audio.

-Es aquí, cerquita, en las playas del Teyú Cuaré. Parece que están por enfrentarse con gente del Paraguay, -explicó uno.

-No, es para promover la provincia con una puesta en escena para una película, dijo otro.

-No seas pavo –le espetó un tercero. No te das cuenta que es en serio. Que puede haber una pelea y todo…

-Chssttt, escuchen, exhortó el Yasy

“Amigos, en Misiones, nuestras cámaras trasmiten en vivo el momento en que fuerzas de seguridad están por detener a los agentes criminales que vienen en lanchas. Así que pronto seguiremos trasmitiendo esta exclusividad… Y el locutor en off seguía relatando básicamente lo mismo, mientras la cámara recorría la zona de playas abajo del Teyú Cuaré. Las Fuerzas conjuntas ya estaban apostadas, mientras seguían llegando lanchas con hombres muy armados. “En un momento seguimos con esto. Ahora volvemos a las Ruinas de San Ignacio donde nuestros conductores Lisa y César que están cocinando junto Iván y dialogando con los especialistas en Historia y Antropología sobre los Jesuitas, pero también sobre los mitos y leyendas de una tierra tan especial como aquella desde donde hoy estamos instalados, Misiones”.

-Viste, que te dije. No era una película ni un montaje –le dijo uno de los presentes al otro.

En ese mismo momento, Von Köttíngenschön decidió que debía partir hacia aquella zona para ver en persona esta nueva situación que se estaba gestando.

Se acercó a Gilles y Linda Celeste y les avisó.

-Amigos, tengo que partir. Iré un rato a San Ignacio, pero luego volveré por ustedes, ¿de acuerdo?

Los dos jóvenes lo miraron extrañados. Su salvador era una persona singular, no había vueltas que darle.

-Prométanme que van a ganar, ¿sí?

Los jóvenes sonrieron y asintieron con la cabeza pero no estaban tan seguros para hacer semejante promesa.

-Haremos lo imposible, señor –dijo con respeto la muchacha, mientras se ponía un turbante altísimo al estilo Carmen Miranda, y provocaba con ello la hilaridad de Gilles.

-Oh, Linda, Linda –dijo jocoso- pagueces Cagmen Miganda…

-Quién? –dijo ella…

-Oh, fue una bailaguina bgasilega muy famosa en Estados Unidos que al danzag se ponía atuendos tropicales y sombgegos llenos de fgutas y el pelo le quedaba alto como si fuega Marge Simpson…

-Ah… dijo ella- ¿En serio o me estás tomando el pelo?

-No –se rió el él- ¡es vegdad! Cagmen Miganda fue una gan bailaguina y la bgasileña más famosa del mundo. Ella cantaba Mama eu quego…

-¿Cuál?

-Esa canción que decía (e intentaba tararear) “Mama eu quego, mama eu quego… una chupeta”…

-¡Ah, sí! La conozco, Gilles. Creo que podríamos incorporar esa melodía con el acordeón y hacer unos pasos más. Y además ver con qué podemos fabricar rápido un chupete gigante para hacer la pantomima, ¿qué te parece?

El francés alzó sus ojos al cielo y se tomó la cara con las dos manos…

-Oh, Linda, Linda… Tú estás loca, muy loca… como Cagmen Miganda!!

* * * * * * * * * *

Cuando cruzaron el acceso a Loreto, se dieron cuenta que algo no andaba bien.

Unos cientos de metros más adelante, y pasaban algunos corriendo.

Los enviados desde Posadas no entendían nada.

Los choferes de los dos vehículos iban atentos a que pudieran venir ataques externos.

Y los uniformados que viajaban sacaron los seguros de sus armas.

La batalla podía empezar en cualquier momento.

A un kilómetro del pueblo, un joven que venía en bicicleta con cara de susto fue detenido.

-Qué está pasando? –quiso saber el jefe del operativo…

-Y no sé. Todos dicen que hay quilombo en el pueblo. Yo por las dudas me rajo…

-Pero, ¿qué quilombo…? ¿Hay un secuestro o algo así. Hay bandidos sueltos…?

-No. Eso yo no escuché. Lo que oí es que hay lío bárbaro en el penal…

-¿En el Penal de Loreto, decís?

-Sí, ahí parece que se armó…

-No se habla de secuestro, entonces?

-No, señor. Se habla de que los presos tomaron el Penal con todos los penitenciarios adentro. Si usted quiere, eso puede ser un secuestro. Están todos los secuestrados adentro, eso sí…

-Muchachos, dijo el jefe del operativo, no sé si vamos a encontrar a dos jóvenes secuestrados, pero seguro que tendremos que liberar a los penitenciarios y castigar a los presos que se están haciendo los locos allí… ¡Vamos para el Penal de Loreto, entonces!

¿Qué había pasado?

Uno de los secuaces de Zosa Guarencio tenía un amigo dentro del penal de Loreto y le avisó con un mensaje de texto que se estaban viniendo para Argentina para hacer un ataque.

El hombre dentro del Penal, leyó dos veces el texto en su teléfono móvil y comunicó a sus compañeros de celda. En el primer turno en exteriores, casi toda la población de presidiarios unos dos centenares, ya estaban enterados de la novedad. Unos quince de ellos ya estaban apuntados para iniciar un ataque preventivo y toma de rehenes entre los penitenciarios. La idea era aprovechar este sistema bastante tolerante para iniciar un escape condicionado y con los vehículos del Penal dirigirse a San Ignacio que estaba ahí nomás, a pocos kilómetros y unirse a las tropas de Zosa Guarencio.

Así, el mensaje recorrió con un reguero de polvo dentro del penal de Loreto: un grupo de lanchas estaba viniendo desde el Paraguay y varios de los internos se interesaron en la cuestión. Querían ir en forma inmediata para unirse al grupo de Zosa Guarencio.

Y para eso había que generar el caos dentro del penal.

El Rulo Manuel comenzó a gesticular como si le hubieran picada mil hormigas.

-Qué te pasa, Rulo? –se acercó muy confianzudo uno de los penitenciarios que estaba en esa zona.

El hombretón que medía un metro 75 y pesaba 80 kilos de puro músculo se había caído de bruces y espumaba por la boca.

Varios compañeros admiraban las dotes actorales del Rulo…

Enseguida se acercaron entre varios y rodearon al penitenciario que se había agachado para atender a Rulo.

Cuando se quiso dar cuenta, lo tenían sujeto entre tres hombres que le decían calladamente:

-Quedate piola y no hagás locuras. No hagás ningún aspaviento, ni llamés la atención. No hagás sonar ninguna alarma que no queremos lastimarlos…

-Pero, pero… -el otro aún no caía en la nueva situación.. El Rulo… está mal…

-Vos vas a estar peor si no te quedás tranquilito.

Al rato, casi repitiendo el procedimiento, varios penitenciarios fueron cayendo bajo el dominio de los quince interesados en escaparse. Ya tenían el control del Penal y el jefe estaba dispuesto a dejarlos libres, al notar que la mayoría de la población carcelaria no los acompañaba. Lo importante era que nadie saliera herido. Y el vehículo o los vehículos –estaba seguro- se recuperarían muy pronto. No quería que en su foja de servicios quedara una marca de rebelión, toma de rehenes y pérdidas de vida.

Pero no tenía en cuenta –ni él ni los presos que confiaban en que la sorpresa seguía siendo su arma más poderosa- que en ese momento, la patrulla con varios Unimog estaba entrando al penal y se desplegaba ante la mirada asombrada de los demás presidiarios, que no entendían cómo esta gente tan armada ya estaba allí.

Ahora, la cosa se estaba poniendo linda, sí señor.

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