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domingo, octubre 6, 2024

Las pugnas de San Ignacio

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La novela que en forma de folletín se entrega semana a semana trae esta vez varios escenarios: desde un debate de intelectuales en la televisión nacional sobre el impacto de la obra de los jesuitas en la región hasta un eventual combate de fuerzas armas y narcotraficantes pasando por competencias de comparsas y activas negociaciones diplomáticas

Se trata del capitulo 18 de El Tesoro de los padres y acción se traslada al debate televisivo acerca del papel de los jesuitas. Pero esto no obsta para observar un duelo de comparsas en un pueblo misionero a los que se suma una rebelión de presos en un penal y la batalla de fuerzas que se acerca.

Capítulo 18

Un buen día para ser saltimbanqui

Historia de Gilgamesh

Gilgamesh había soñado que estaba de pie bajo las estrellas cuando caía sobre él desde el firmamento un dardo que no se podía arrancar. Después, un hacha enorme se incrustaba en el centro de la ciudad. Su madre le dijo que el sueño predecía la llegada de un hombre más fuerte, que después sería su amigo.

Cuento babilónico del segundo milenio antes de Cristo

“Hay muchas historias que se cruzan en estas tierras increíbles, estimados Lisa y César, y que hablan de lo que ocurrió desde la época en que los habitantes de estas tierras eran los señores poderosos de la selva hasta que llegaron los mamelucos con deseos de esclavizarlos y el paso de un siglo y medio de cultura mixturada entre guaraníes y jesuitas. Cuando llegó el triste momento de la expulsión de los padres de la Compañía de Jesús, hubo historias inverosímiles que no sólo hablaban de los tesoros. Esa fue una parte más de la mitología que cubrió como un manto la historia regional…”

Alberto Nizpoet manejaba la expresión oral desde que era niño y en los actos escolares siempre era elegido como el bastonero, o el que guiaba las presentaciones. Todo eso le permitía conducir las audiencias hacia donde a él le interesaba.

-Pero, pero –Leonardo Ranhes no veía la hora de aportar algo sobre sus estudios y conocimientos-.

Los conductores un tanto apiadados del hombre de la voz aguda, le dieron un pie

-Adelante profesor Ranhes, díganos –le dijo con amabilidad Lisa Cuntres…

-“Doctor”, la corrigió –y ahí nomás el intelectual se ganó el odio incondicional de la muchacha de la televisión- Soy doctor en Antropología. Sólo quería recordar que las historias de los tesoros siguen chocando con muchas mitologías y aún, le digo más. Hasta las lecturas del Evangelio llegan a desdecir esta postura. Recuerde usted, la parte en la que se lee

“No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perfo­ran las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se  los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón”, que está en el libro de Mateo en su capítulo seis, si la memoria no me falla…

En ese punto, Nizpoet estaba haciendo gestos y Lisa le dio el pie para que dijera lo suyo.

-Sí, díganos, profesor Alberto.

– Estimada Lisa, una joven bella e inteligente como usted sabrá comprender al igual que la respetable teleaudiencia –arrancó Nizpoet y terminó de ganar a la conductora para su bando- cuando los Jesuitas son expulsados, los guaraníes no vuelven a su estado anterior. Eso era impensable porque ya eran citadinos.

-Usted afirma que ellos no volvieron a la selva misionera…

-Exacto. Hoy vemos grupos como los “mbya” pero estos sólo aparecieron luego de la expulsión de los Jesuitas. Pero no sólo reocuparon sus selvas, sino que también tomaron elementos de su historia, la interpretaron a su manera y la incorporaron a su milenaria espiritualidad ancestral. Entre esos mitos se destaca el del “kechuita” que se halla incorporado a la mitología de los mbya, los indígenas que aún hoy sobreviven en Misiones. De ellos es la historia acerca de un varón virtuoso el kechuita que había alcanzado la perfección espiritual gracias a su amor al prójimo y sin sufrir la prueba de la muerte se traslada a la Tierra sin Mal. Antes de su partida pidió a su pueblo que “siguiesen sus huellas y superen sus obstáculos” para poder gozar también de ese país. De lo contrario quedarían abandonados. Dicho esto partió en su “apyka”, una especie de silla de montar y nunca más regresó”.

-¿Usted quiere decir –preguntó Lisa- que hubo al menos uno que no se fue de esta región…

-¡Exacto, Lisa!  Esto lo ha escrito León Cadogan, un autodidacta paraguayo, quien vivió entre los mbya y a quien le debemos el entendimiento de la espiritualidad de los guaraníes de hoy. Se sobreentiende que el varón virtuoso, el “kechuita”, es una figura legendaria que recuerda el paso de los sacerdotes de la Compañía de Jesús en el pueblo guaraní. Es evidente que lo que se mitifica es la expulsión de los jesuitas. Pero la utilización del singular “el Kechuita” y no del plural “los Kechuitas” origina interrogantes acerca de la existencia de “algún” cura en particular que haya inspirado el mito. El “Pai” Martínez, antiguo cacique de Fracrán, comentaba que “le habían contado que un Padre pudo escapar de su apresamiento y que vivió muchos años entre ellos y que les prometió reencontrarse algún día…”. Y este mito, como la mayoría de ellos, tiene en la historia su explicación.

-En concreto, volvió a la carga Lisa Cuntres- usted cree que algún Jesuita es quedó por aquí… Y si es así ¿para qué?

-En España y otros lugares donde regía la obligación de que la orden de Ignacio de Loyola no existiera más, se hablaba mucho de los que se quedaron aquí. Podían ser fábulas, claro que sí, pero ya había nacido la leyenda del jesuita oculto y omnipresente en los montes de las antiguas Misiones”.

-¿Y quién era ese tal jesuita “oculto entre los montes”?

-No hay certezas, pero personalidades como el Padre Furlong (un gran estudioso del tema) y el sabio Félix de Azara también se hicieron eco de la historia. Y en los tiempos presentes el mito sigue vivo. Es común escuchar en zonas rurales de Corrientes historias que hablan de sacerdotes que viven ocultos en los montes, que se han transformado en inaccesibles a partir de la vivencia de estos mitos. O aquel otro mito que perdura en San José que relata la presencia de un jesuita que custodia la cripta en la que están enterrados sus compañeros para que descansen en paz. Y que se quedaron para cuidar los tesoros. Por eso, dicen las mentas, no pueden ser hallados porque el Kechuita que tiene el alma limpia protege la entrada al lugar donde se lo guarda…

Nizpoet era un gran narrador y hasta los sonidistas prestaban atención a su relato.
-Bueno –en este punto César Rendón el otro conductor- pero también está la especulación que este hombre que vimos hoy puede ser un heredero o alguien vinculado a Martin Borman, el nazi que vivió en Misiones.

-Yo quisiera aportar algo para que se pueda eliminar esta hipótesis. Porque he estudiado a fondo el tema –dijo Von Kattingenschen, el periodista recién llegado.

-Bueno, lo escuchamos.

-Mire, hay trabajos realizados por investigadores locales. Hay uno que estaba buscando en un diario local de un tal Arguindegui

-Ah! ¿Cómo el que era ministro de la dictadura?

-No, en realidad, ése era con hache al comienzo y este Arguindegui es sin hache al comienzo. Le decía… Borman puede ser que tuvo presencia en Misiones, pero la presencia de los Kattingenschen data de varios siglos antes en la región.

-¿Y entonces…? –lo apuró Rendón.

-Los Van Kattingenschen o Kattingenschen provienen de Holanda donde estaban en la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. Fueron libertarios y no aceptaban el clima opresivo derivado de la llegada de la Inquisición en los países europeos. Acuérdese que ese fue uno de los motivos que llevaron al cisma entre los cristianos, con la posterior irrupción de Martín Lutero en Alemania y Calvino en Suiza.

-¿Por qué esa cuestión de poner ‘Von’ o ‘Van’ al inicio de un apellido?

-Es por alcurnia. Un nombre con esa preposición le daba más nobleza al apellido. Pero aún ahí, había sutilezas: “Van” es holandés y “von” de Alemania. Y a nivel de linaje, “Von” está un escalón más arriba en la jerarquía de la nobleza. De allí que muchos afirmaban que Beethoven no tenía el abolengo que quería aparentar porque había comprado un título nobiliario en Holanda, simplemente.

-En definitiva, para usted esta persona con el sombrero y que muchos vinculan a un personaje de fábula local es su tío…?

-Exacto: Es mi tío Heins Karl Kattingenschen, descendiente de los Von Kattingen que vivieron en el siglo XV en el litoral del Volga.  Antes eran Van Kattingen pero luego pudieron comprar un título nobiliario durante una época de bonanza con la venta de pescados al rey de la región. Y elevaron su categoría en la nobleza. Y luego migraron a América en el siglo XVIII. Entraron a Brasil y luego algunos vinieron para acá. Mi bisabuelo llegó de San Pablo allá por 1870 a Buenos Aires.

-Bien, dijo César Rendón, escuchando por su “cucaracha” la recomendación. Ahora vamos con Iván que ya está terminando sus pinchos… que se ven ¡fantásticos! Y antes de ver a Iván (la cámara mostró al joven chef con su gran sombrero blanco y una espátula en su derecha, mientras sudaba y cocinaba con una sonrisa que inundaba su boca), que no perdió oportunidad para adelantar lo que se venía…

-Sí, gracias César… En diez minutos ya probaremos esta comida que también fue parte de la dieta de los Padres Jesuitas hace 300 años en este mismo lugar… Un verdadero tesoro regional…

-Gracias, Iván. Ahora sí, antes de ir al corte, vemos nuestra cámara ubicada estratégicamente donde antes Martin Borman tuviera su vivienda. Hoy desde estas construcciones podemos apreciar… véanlo ustedes mismos ¡un gran combate se avecina! Las fuerzas de seguridad de la patria se preparan para enfrentar las huestes delictivas de la frontera… Y nosotros seremos testigos privilegiados…” (La cámara recorrió el paisaje agreste y pudo apreciarse cómo las lanchas de la pandilla de Zosa Guarencio ya habían tocado la orilla argentina. Todos estaban descendiendo y tomando posiciones mientras unas figuritas pequeñas se desplazaban entre los arbustos y capueras tomando sus propias posiciones…).

En Buenos Aires informaban que el rating minuto a minuto estaba creciendo con una línea roja muy significativa para esa hora de la mañana (cerca del mediodía) y muchos canales de cable tomaban sin pedir permiso la señal oficial. Los otros canales de aire, adelantaban los titulares de los noticiarios de mitad de día y también tomaban “con autorización” la señal estatal. Una transmisión en vivo de una lucha entre fuerzas conjuntas y delincuentes de frontera no era habitual.

* * * * * * * * * *

“Amiiigos: Bienvenidos al desfile del añooooo. Esta vez la gran comparsa de Corpus tiene invitados especiales: los amigos de Posadas Linda y Yiles… ¿es así, verdad? (preguntó bajando la voz y mirando para el lado donde los dos jóvenes se alistaban. Y éstos asentían con su cabeza mientras hacían un calentamiento y relajación al estilo los futbolistas antes de entrar al campo de juego). El animador-conductor estaba entusiasmado presentando la primera comparsa.

“Tenemos a Winner Fashion con Jacinto Chabies al frente como todos los años. ¿ya están listos para recorrer las avenidas de nuestra localidad y llevar alegría a sus compueblanos? ¿¿¿Sí????, Adelante pues, es el tuuuurno de Winner Fashion, amigos!!!!”

Y ahí nomás con un ritmo atronador que se producía con los tambores de la comparsa pero también con equipos portátiles de música que reforzaban los compases originados en forma manual por otros que tenían toques digitales y de música electrónica con fuerte acento en música brasileña, el grupo arrancó.

Y aunque eran pocos, no más de veinte los bailarines, el ritmo frenético era contagioso y todo el mundo aplaudía y algunos acompañaban con palmas mientras otros sacudían los pies y las piernas para seguir el ritmo.

Los niños pequeños acompañaban el movimiento de Chabies que irradiaba felicidad y no buscaba disimular sus “rollos”. El hombre iba por la vida y el baile sin tapujos ni vergüenzas. Usaba una especie de camisetilla recortada por arriba de su ombligo que llamaba la atención por sus colores fucsia y verde. Era definitivamente, donde estaba la acción en el grupo Winner Fashion. El resto era casi un decorado que justificaba su presencia en la medida que don Jacinto estuviera ahí. Como la gran nadadora Esther Williams en sus movies de los años 40: el resto de las acompañantes en sus danzas acuáticas aportaban un poco más que el decorado. Sin ella, nada hubiera tenido sentido.

-Pero ¡eso es trampa! –quiso protestar Linda Celeste cuando oyó la “asistencia” sonora proveniente de los equipos digitales de música que remarcaban los compases de la banda de don Jacinto…

-¿Tú dices…? –se preguntó Gilles casi como temiendo que mucho no podían hacer al respecto.

La muchacha posadeña con decisión se acercó a uno de los jueces y le advirtió el detalle al que consideraba un truco deshonesto.

-No, señorita. Quizá usted no lo sepa, pero desde hace varios años que se puede usar el “refuerzo sonoro”. Así lo bautizamos…

-Ah! –dijo la joven- ¿Y quién lo inventó, eh?

-Y fue don Jacinto, que un día vino con la propuesta y nos pareció adecuada porque a veces los muchachos pierden el ritmo y si tienen un marcador de pasos, lo vuelven a tomar y nadie se da cuenta… ¿Usted me entiende, verdad?

-Sí, claro –dijo Linda Celeste con ironía- Claro que lo entiendo… ¿Y usted recuerda alguna vez que la comparsa de don Jacinto no ganó..?

-Eh… no, señorita… no recuerdo. Creo que nunca…

El sonido aturdía pero la gente estaba contenta.

En el bar las imágenes de la televisión estaban clavadas en el canal oficial nacional que seguía con sus zócalos: URGENTE MISIONES EN VIVO (el que salía en la parte superior en continuado de derecha a izquierda) y el de más abajo que iba cambiando cada tanto: “Fuerzas conjuntas enfrentan a delincuentes – Transmisión exclusiva”, decía una. “Cámaras exclusivas desde San Ignacio. Enfrentan a delincuentes fronterizos”, afirmaba otra.

La mayoría miraba con total tranquilidad como si fuera la transmisión de un partido de fútbol entre dos selecciones nacionales y no percibían que se trataba de un enfrentamiento real con armas de fuego y potenciales víctimas mortales. Y que además todo ello estaba ocurriendo a pocos kilómetros de donde estaban los propios espectadores sentados.

Y los mismos paisanos que miraban la televisión tenían un ojo para ir viendo cómo venían las comparsas y el avance de Winner Fashion  y –los que no lo querían tanto- regodearse con los excesos de grasa que sobresalían en el voluminoso cuerpo de Jacinto Chabies mientras danzaba con su comparsa. En un pueblo pequeño, las diversiones no eran muchas, y menos las gratuitas, así que bien valía la pena esta ocasión.

El público, gentes sencillas de las colonias, cultivadores de mandioca y maíz, pequeños agricultores con quintas de hortalizas que se vendían en las ciudades más grandes, colonos que tenían un poco de yerba mate y té, algunas señoras del pueblo, algunas empleadas domésticas, los administrativos del municipio y del Concejo que no estaban en la comparsa, los chicos que pudieron salir antes de la escuela con sus guardapolvos puestos y otros ya quitados, todos aplaudían a los voluntariosos bailarines y trataban de acompañar con las palmas.

En una esquina, el humo anunciada la venta de choripanes. Un hombre regordete y con barba de varios días de unos 35 años proveniente de Jardín América se acercaba en estas ocasiones (había descubierto la veta del carnaval  y desfile de comparsas de Corpus hacía tres años) para colocar una producción más que interesante. Su plus era que conseguía los chorizos embutidos en la colonia Oasis de un productor que los elaboraba con métodos artesanales y que daban un sabor único a los choripanes. Aún no tenía competencia en este rubro pero no obstaba para que vendedores de chipas, de empanadas caseras rellenas hasta con arroz y carne, de golosinas y palitos dulces buscaran hacer sus ganancias ese día. Y en las despensas y comercios del recorrido, las ventas aumentaban en forma significativa.

En el lugar había dos turcos que no lo eran. Esta paradoja se explica únicamente en una tierra que recibió inmigrantes de muchos lugares del mundo y la simplificación formaba parte de las categorías identificatorias de los países de origen que hacía la gente del lugar: el italiano pasaba a ser el “tano” (apócope de napolitano), el español devenía “gallego” y los de Medio Oriente se transformaban –todos- en “turco”.

En el pueblo había dos y uno era inevitablemente comerciante. O bolichero, como se los denomina. Y estaba muy atento, pese al aumento de las ventas.

“Eso sí, hay que tener ocho ojos para evitar a los pícaros que aprovechan el bulto para llevarse artículos entre sus ropas”, decía el turco Asaf, en su clásico negocio de la esquina. Igual, el turco estaba muy conforme con las expectativas de este año que estaban más que satisfechas. Y, jugador empedernido, no dejó de desafiar al armenio Toketlian (al que también le decían “Turco”, pero esto ofendía profundamente a Toketlian ya que su pueblo había sufrido un genocidio a manos de los turcos a inicios del siglo XX, y le dolía mucho) para poner unos pesitos a favor de Mburucuyá. Como buen descendiente de libaneses, Asaf no dejó de admirar la belleza de la joven posadeña, con esos ojos claros que resaltaban en la piel blanca y su cabellera azabache. ¡Le recordaban tanto a su Zoraida cuando era joven! ¡Qué bella era Zoraida!

Y Toketlian agarró viaje y le aceptó el reto. La última vez que se habían desafiado, el libanés apostó por el resultado de un partido de fútbol que pasaban por la tele. Y perdió. Pero después se enteró de que era un match que ya se había jugado y lo que veían era una repetición y el pobre armenio cayó en la trampa. ¡Con tantos canales de deportes, muchos pasan un encuentro al mediodía y luego lo repiten a la noche! Pero él no sabía eso ¡El amigo Asaf ya sabía el resultado y apostó sobre seguro! Y esto le quedó como ‘pica’ y quería desquitarse. Y hoy pondría todas sus fichas al ‘caballo del comisario’. En este caso, más que comisario, el jefe del Concejo, que para el caso era casi lo mismo.

Luego de 25 minutos de danza, el grupo de don Jacinto Chabiez se fue retirando…

“Y, así, amigos….! Winner Fashion termina su primera ronda de bailes..! Ahora nos tomaremos un breve descanso y luego, habrá más shows para este desfile. Será el turno de Mburucuyá y más tarde habrá una segunda tanda…Ya volvemos… no se vayan que lo mejor está por venir…”

“Oh, no –pensó Gilles- será que entendí bien… Segunda… ¿cómo dijo? ‘tanda’… ¿Qué será eso? Parece que el  baile no finaliza…”

Linda Celeste estaba pensando lo mismo, en tanto se hacía los ajustes a su ropa. Se ponía una cinta en el pelo para atajarlo y funcionaba como vincha a la vez. Se miró en un espejo muy pequeño y quedó satisfecha con lo que veía…

-Gilles, ¿cómo me veo?

-Ah… -el joven francés no estaba seguro de conocer la psicología femenina- Cgeo que todo está muy bien. La ‘gopa’ tiene todo color lindo, como tú…como tú sabes… -y el joven no se animó a decir un piropo porque temía meter la pata. Algo de razón tenía: los elogios al sexo opuesto siempre se hacen con la seguridad de manejar las sutilezas de idioma y evitar los malentendidos.

La muchacha comprendió esto y no lo presionó más Gilles.

-Mira, Gilles. Tenemos que armar una estrategia para ver cómo vencer a Winner Fashion… ¿qué me dices?

-Está bien, Linda. Cgeo que tú segás nuestga lídeg. Tú nos guiagás al tgiunfo… Y nosotgos te seguiguemos…

-Ah, qué fácil es para vos decirlo, Gilles. Yo guío, pero cómo lo hacemos. Ahí está el problemas… ¿no te parece?

-Sí, si… Yo puedo intentag algunas vaguiaciones de danzas paga ganag algunos puntos… Y podemos pgobag que tu pises aquí… (le señaló la rodilla sobre la pierna flexionada), tomas mi mano, pisas mi, cómo se dice, (señaló su hombro)…

-Tu hombro!

-Eso, pisas ahí y te subes aguiba mío, y te quedas pagada sobre mi mientgas yo danzo…

-Ah, me encanta esa idea… Vamos a hacerlo, Gilles…Es un poco arriesgado, pero podemos intentarlo…

Estaban ensayando algunos pasos y el sonido de acordeón cuando la voz del bastonero del evento los fue convocando…

“¡Y ahoraaaaa, amigos!!! Llega Mburucuyá, la gran comparsa que compite con Winner Fashion. Este año, con invitados especiales de Posadas… Ellos son los jóvenes Linda Celeste y Yiles que van a participar del desfile… Así que, ¡fuerrrrte ese aplauso!”

Y ahí nomás mientras los tambores y redoblantes ponía la base del ritmo, la gente se sorprendió del sonido pegadizo que producía el acordeón de Nito Behren, un joven descendiente de alemanes y polacos que vestido con unos pantalones cortos al estilo germano se lanzó a hacer sonar su instrumento con un entusiasmo digno de alabanza.

El grupo empezó a avanzar por la avenida principal y la gente prestó más atención aún que la suscitada cuando apareció Winner Fashion.

Al principio, la coordinación no era la adecuada. Y esto alteró bastante a Linda Celeste que tenía un rigor proveniente de sus largas prácticas de la Estudiantina posadeña.

“Somos unos ‘presos’…” pensó por un segundo ella, como sintiéndose avasallada por esta locura en la que estaban inmersos.

Pero –apartando ese pensamiento negativo de un plumazo- decidió tomar la iniciativa. Arrancó de atrás y moviéndose con una gracia inigualable, producto de la juventud, la elasticidad de un cuerpo joven y de tantas horas de ensayo en otro lugar y por otras circunstancias, empezó a deslizarse mientras se movía a izquierda y derecha, ondulaba su cuerpo como los juncos se mueven empujados por el viento.

“Oh, mi Zoraida, mi bella Zoraida”, pensaba el bueno de Asaj cuando vio a la posadeña avanzar dentro del reducido grupo para ir a pararse delante de todos, girar sobre sus talones y enfrentar al grupo.

Haciendo un gesto con la mano, ordenó detener la comparsa, los tambores hasta que los últimos compases del acordeón fueron callándose.

-¡Grupo Mburucuyá! Atento!!! –Gritó- ¡A triunfar, a ganar!  A ver, repitan!

-¡Mburucuyá, a triunfar, Mburucuyá, a Ganar! – era un grito de guerra, un reto, un desafío. Ellos estaban para demostrar y demostrarse que podían.

¡A triunfar, a ganar!

En ese momento, con un suave repiqueteo, comenzaron a sonar los tambores como si estuvieran llamando… Ella permanecía quieta, inmóvil y con los brazos levantados. Con su vincha un tanto ladeada y su corta pollera que exhibían sus firmes piernas. Lentamente empezó a sonar el acordeón con los compases del valseado… Eran como suaves firuletes que hacía Nito Behren. Sólo se veía como subía y bajaba el pecho de Linda Celeste con su respiración intensa.

En ese preciso momento, surgió Gilles.

Él no tenía pensado hacer nada fuera de lo normal.

Pero esa música con sones de valses y algo más que se despertó en el fondo de su memoria funcionaron como un revulsivo, como el disparador.

Se desprendió del grupo y dio un medio giro tras tomar impulso. Giró y giró sobre sí mismo, apoyado sobre sus brazos mientras la gente lanzaba un “ohhhh!” de asombro. Hizo varias piruetas más, giró sobre sí mismo y quedó con una rodilla hincada en el suelo y tendiendo la mano, frente a Linda. Ella permanecía inmóvil y con los ojos bien grandes cuando vio las acrobacias que hacía su amigo. Abrió grande su boca y desplegó una sonrisa ganadora. Con su mano derecha tomó la de él, pisó sobre su rodilla flexionada y de ese pequeño impulso, en un instante, estuvo sobre los hombros de Gilles. Otro “ohhhh” de la gente avisó que todo ello constituía una sorpresa y un verdadero show inesperado, algo que quizá  no estaba de los límites previstos del desfile.

Haciendo un buen esfuerzo (Linda no era grande pero evidenciaba tener huesos pesados), Gilles se incorporó y la llevó andando unos pasos mientras ella saludaba a diestra y siniestra.

La gente –que había tomado aliento ante lo inesperado de la situación- estalló en aplausos.

Ahora, el acordeón de Nito al máximo al igual que la banda de sonido daban una sensación de gran fiesta para el desfile.

Gilles avanzó unos metros y con la máxima gracia posible se deslizó y luego se agachó para que la joven no tuviera miedo. Entonces, dio un pequeño empujón con sus hombros y Linda se desprendió y flotó un segundo. En el instante siguiente, él la estaba tomando por debajo de sus hombros y la bajaba apoyada otra vez su espalda contra su rodilla flexionada y ella quedaba con su rostro pegado al de él, a muy escasos centímetros, con sus bocas casi tocándose… Oh, qué momento para ambos. Cuando Gilles vio los grandes ojos celestes de la joven se dio cuenta que no necesitaba más. Estaba enamorado de ella en forma perdida.

Gilles hizo un giro, la joven posadeña –con suma elegancia- siguió el volteo sobre sí misma y salió danzando con un garbo digno de profesionales.

Mientras él hacía más piruetas con un lazo que había conseguido y la gente –retomando el aliento- aplaudía a rabiar a Mburucuyá.

Ahí, sí. Gilles no paró de girar y cruzarse con Linda Celeste que venía por el otro camino y se cruzaban una y otra vez, aprovechando los aires de valses (“valseado”, iba a corregir Nito Behren) y sus sones que la gente acompañaba con palmas. Gilles descubrió que tenía más flexibilidad de la que pensaba y Linda Celeste estaba en su plenitud.

“Y ahí, amigos, se va yendo la comparsa Mburucuyá. Fuerte el aplauso para los integrante… Qué gran baile, qué gran representación, ¿verdad? Qué gran fiesta hoy, eh!!!”

-Hey Gilles, me sorprendiste,… -dijo Linda- De dónde lo sacaste, lo tenías oculto…

-Bueno, hace un tiempo fui a veg Saltimbanco… Del Cigque du Soleil en Paguis… Y eso me inspigó.

-Ah, el Circo du Soleil… Escuché algo de esa gente…. Son buenísimos ¿verdad? Hacen shows inspirados en el circo y los viejos espectáculos callejeros. Creo que son de tu país… ¿no?

Gilles movió la cabeza de un lado para otro y lo negó.

-No, Linda. Ellos son de Canadá pego están todo el año andando pog el mundo. Y tienen gente de todos lados que actúan… pego son de Canadá…

-Miralo vos al Gilles. Se lo tenía oculto, eh.

* * * * * * * * * *

El Rulo Manuel, el que había simulado un ataque de convulsiones y caído en el piso como si estuviera preso de epilepsia en una notable actuación como era de esperarse, ya estaba bien. Y todos los presos interesados en huir charlaban en forma tranquila con el director del Penal.

Éste estaba accediendo a todos los requerimientos y ya había enviado en forma discreta una orden para que acercaran dos vehículos (“Queremos tres”, era la orden, pero él, firme, respondió: “Muchachos, no tenemos tres autos sino solo dos y eso que uno de estos no es del Penal sino el mío propio”).

Allí la negociación se había estancado).

Mientras los presos dialogaban entre ellos, los penitenciarios se dieron cuenta del extraño movimiento puertas afuera de la oficina y se pasaron el dato con gestos simplemente. Aunque estaban desarmados, era evidente que había ayuda externa y la huida podría llegar a frustrarse.

-Escúcheme, jefe. Necesitamos tres autos. No joda con dos porque no entramos…

-Pero uno es una camioneta doble cabina. Van cinco o seis adentro y otros cuatro atrás en la caja Y en el otro coche van cinco. Y ya está… -trataba de contemporizar el director.

-No, no y no. A ver, ¿qué parte de NO usted no está entendiendo? Va a tener que mandar a conseguir algún auto más. Quizá algún penitenciario tenga su auto particular,…

El director del Penal se hacía es desentendido y se dirigió a uno de sus lugartenientes:

-Che, ¿vos tenés auto acá?

-No, jefe. Vengo en colectivo.

-Ah,…¿Y Carlos y César…?

-Y, no. Ellos tienen… -y se dirigió a los presos- salvo que les interese ir en moto…

Los otros se consultaron entre sí… y la respuesta fue negativa.

-¡Necesitamos un auto más, carajo! –estalló el líder de la revuelta demostrando que su nivel de paciencia estaba colmándose.

-Bueno, bueno. Vamos a ver con los ayudantes de cocina. Che, Nito, andá a averiguar…

Y el otro viendo que afuera ya estaba todo listo, levantó las cejas, y le dijo a su jefe:

-Sí, creo que Darío el ayudante de huertas y panificados tiene un Fiat. Es viejo y está medio podrido. Pero si no hay nada mejor.. ¿será que no lo quieren ver? –se dirigió al jefe de la revuelta…

-¡Vamos! Andá a traerlo y nosotros decidimos si sirve o no…

-Bien, los otros dos vehículos ya están listos…

-¿Tienen combustible..?

-Sí, señor… Listos para ser usados…

-Bien, vamos a ver el otro auto… -dijo y fueron saliendo de a  uno.

En el largo pasillo, los efectivos de las fuerzas conjuntas recién llegados, estaban apostados en lugares estratégicos y aprovechando la poca claridad del lugar (habían apagado algunas luces fluorescentes además) les permitiría actuar tranquilamente.
Dejaron salir al grupo que iba con el líder de la revuelta a la cabeza y junto a él un grupo de presos y el director del Penal.

Cuando terminaron de salir, en forma silenciosa se fueron acercando por detrás y fueron desarmando a los más rezagados. Entre dos atacaban al preso en rebeldía, uno lo tomaba de la boca el otro lo apuntaba con un arma y el preso, tomado por sorpresa, no atinaba a decir nada. El procedimiento fue sencillo y no tuvo demasiadas dificultades.

En un rato, el recorrido del largo pasillo, diez de los presos ya estaban recapturados.

Cuando el líder se dio vuelta y estando en medio del patio, el director del Penal se lanzó como un guardavallas al duro piso y enseguida el líder tenía tres armas poderosas apuntándolo mientras miraba desolado cómo sus compinches venían arreados, maniatados y cabizbajos.

La rebelión del Penal de Loreto había fracasado… ¡Por un mensaje de texto mal escrito y enviado casi sin querer!

En un rato, las fuerzas del comando conjunto estaban avisando que la rebelión en el Penal de Loreto estaba sojuzgada y que no había señales acerca de la presencia de dos jóvenes desaparecidos, un francés y una muchacha posadeña. Pero que por lo demás, la calma había vuelto al Penal y los quince alzados ya estaban guardados en sus respectivas celdas de aislación para evitar ulterioridades.

En el SBD recibieron la información, mientras se hacían la pregunta: “Bien, ¿y dónde están estos muchachos?”

Los padres de Linda Celeste no entendían qué podía haber pasado con ella, por qué no había señales de vida y qué era ese mensaje erróneo que determinó otra acción. Nada estaba encajando y ellos estaban al borde de la psicosis total.

* * * * * * * * * *

En la Cancillería seguían las alternativas de lo sucedido mientras hacían presión a diversos ministerios para tratar de sacar la señal oficial de televisión que transmitía desde San Ignacio.

“No es posible, señor secretario, les informaron. La señal está pagada y hay una gran demanda por ver el show desde Misiones”…

-Pero, entiéndalo. Tenemos al embajador francés haciendo reclamos por su connacional desaparecido en aquella zona….¡y en el canal están pasando una lucha donde podría estar este joven!

“Bueno, estimado Sebastián, bien lo dice usted: “Podría”. No hay certezas. Pero debe entenderlo. En el canal priorizan el alto minuto a minuto del rating y no quieren dejar pasarlo”.

“¡Oh, Dios…! Cómo quisiera estar en Moscú… o en (y ahí, una broma lúgubre de su carácter depresivo le jugó una mala pasada, se dio cuenta, tarde) o…en Misiones!”

* * * * * * * * * *

“La batalla de San Ignacio…” Así estaba titulando el canal oficial para cuando las fuerzas conjuntas de Argentina y Paraguay ya se hallaban parapetadas, listas para el combate.

“Véalo hoy en nuestro canal. El canal de todos. Transmitimos desde Misiones. Estamos en las Ruinas de San Ignacio pero también estamos en la frontera donde las fuerzas de seguridad combaten el crimen y el delito. Y allí estamos con nuestras cámaras”, la voz en off generada en Buenos Aires producía un cosquilleo en los televidentes pero hasta en el equipo técnico de transmisión y –no podía ser de otra manera- en los conductores, responsables de “poner la cara” en momentos tan decisivos.

Lisa Cuntres y César Rendón la venían “remando”, como se solía graficar en el medio televisivo. Habían animado la transmisión con profesionalidad, mientras por las cucarachas y en los cortes tomaban conocimiento del fuerte crecimiento de la audiencia.

Y los invitados también eran conscientes y la cuestión de la obra Jesuita, las viviendas de Borman o del Yasy Yateré estaban quedando subsumidas por esta nueva contienda en ciernes.

Ahora el tiempo de ver algo más.

Está bien. La distancia era tal que sólo gracias a la potencia del zoom y otras delicias de la tecnología se podría acceder a una transmisión con elementos entendibles, no obstante, estar en el lugar de los hechos era un hallazgo que sólo sería magnificado en su justa dimensión cuando todo hubiera pasado. Por ahora, sólo había que ajustar las cámaras, tratar de entender lo que estaba pasando allá abajo, mientras el relato en off ayudaría, en parte al menos, a entender la batalla.

La idea era hacer rendir a los recién arribados a la orilla argentina. No tenían elementos de negociación. Ya no hacían referencia a los jóvenes secuestrados por lo que era dable suponer que habían perdido contacto con los captores (una suposición que resultó válida) y no habían dejado protegida su retaguardia. Habían actuado casi  como primerizos empujados por el envión y nada más.

La estrategia era negociar hasta donde fuera posible y evitar el uso de las armas de fuego (tal el compromiso que traían como consigna), pero el líder de las Fuerzas tenía algunas cartas en la manga para jugarlas, de acuerdo a cómo se desarrollaran las acciones y las negociaciones.

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