Este capítulo final es el epílogo de la novela en forma de folletín. ¿Qué pasó con Gilles y Linda Celeste? ¿Y con los padres de la chica? ¿Y con el hombre del sombrero? ¿Y con los bandidos? Aquí están algunas respuestas
La novela de entregas tipo folletín semana a semana trae el cierre de todas las historias abiertas. Pregunta ¿se sigue usando eso de que los bebés llegan desde París?
VARIOS EPÍLOGOS PARA UNA SOLA HISTORIA
Del amor a la gloria vana, ¿está libre tu pecho? ¿Lo está de ira y del temor a la muerte? Los sueños, los temores mágicos, las hechiceras, los nocturnos lémures, los sortilegios de Tesalia: ¿te ríes de ellos?
Horacio (Epístolas II, 2)
María Elena estaba exultante y luego de volver del gimnasio, decidió darse una ducha y prepararse un buen mate.
Aún con el pelo mojado y todas las serotoninas soltando drogas de placer que se desparramaban por su cuerpo, decidió jugar un rato con su nueva mascota, un gato que habían rescatado de la calle. Como el minino no tenía tantas ganas, decidió dirigirse a la computadora en el living de la casa.
Abrió los programas y fue a su correo electrónico.
Su vista fue recorriendo los distintos envíos hasta que se detuvo en uno. Era el que le interesaba.
“¡Carta de Linda!”, se dijo en cuanto vio el sumario en la bandeja de entrada.
Aunque solían dialogar vía Skype y así podía ver a su hija, el envío de notas seguía constituyendo para ella un gran motivo de alegría. Prefería la lenta morosidad de las cartas. Y si fueran de papel, ¡sería mucho mejor! Pero ya no podía pedir tanto. EL correo electrónico tenía esa ventaja. Era instantáneo.
Uno lo escribía en una parte del mundo, entraba a la función “Enviar” y a los pocos segundos (o minutos, tal vez) la carta estaba llegando a destino. ¡Eso era maravilloso!
Pero más maravilloso era poder leer cómo estaba su hija. Su querida hija que hoy estaba viviendo en Francia.
¡En Francia! ¿Quién iba a decirlo? ¿Quién hubiera podido suponer que todo aquel asunto de su secuestro y todos esos malos momentos hubieran llegado a terminar de esta manera.
Ese joven con nariz prominente y tan buen carácter resultó la pareja perfecta para un petardo como Linda Celeste tal como ella hubiera buscado si se le hubiera dado la oportunidad. Las cosas se acomodaron solas. Como decía su madre que conoció las cosas del campo: “Las cosas se van acomodando como los zapallos en un carro: a medida que se avanza, cada uno va encontrando su lugar”… ¡Y era así!
Hoy, Linda Celeste, la joven posadeña hija del Prefecto Gómez Cervinho vivía en Paris. Estaba casada hacía más de tres años con Gilles Bechardié. Más allá de la forma inesperada en que se conocieron (fue durante su secuestro) ambos congeniaron desde el comienzo y hacían un gran equipo.
¡Al igual que ella con su marido! Ahora que habían vuelto a los viejos tiempos, ahora que todo estaba sobre ruedas otra vez.
Pensar que durante la crisis del secuestro, ambos pensaron que lo peor estaba por sobrevenir para la pareja.
Cuando todo eso hubiera terminado allá en esa playa de San Ignacio y para Linda y Gilles en Corpus, ella y el Prefecto se sentaron y pudieron charlar de frente.
Una de las cuestiones dichas como al pasar por Gilles -que no quería involucrarse en semejante complicación de sus futuros suegros- fue que él conoció otras personas que habían intentado las terapias de pareja. Y que las mismas habían resultado muy exitosas en “algunos casos”, había advertido el joven francés. En realidad, él se lo sugirió a Linda, y ésta –impetuosa como siempre y deseosa de que sus padres tuvieran una segunda chance- les planteó en forma directa.
El resultado fue que el Prefecto se mostró bastante reacio al comienzo.
Pero tuvieron la suerte de encontrar a una terapeuta –la muy agradable Raquel Gassman- que los fue conduciendo sobre todos los trillos problemáticos de la pareja. Quizá porque era una mujer cuya edad, aunque no fácil de discernir, rondaba la de ellos. Era una de ellos. De su generación.
Nunca hubo charlas negativas. Nunca hubo acusaciones. Siempre terminaban recordando los buenos momentos.
“Me gustaría que usted, Pedro, escriba en este papel (le daba una hoja y una birome) diez virtudes o cosas buenas que ve en María Elena”.
Era una consigna sencilla.
Y el Prefecto escribía.
Y pasaban las sesiones y con lo ahí escrito parecía que la psicóloga no había hecho nada. Que era un simple ejercicio de entretenimiento y para que pasara la hora.
Luego, le tocó el turno a ella. “Hoy me gustaría que usted María Elena escriba las diez virtudes que ve o aprecia en Pedro”.
Y así iban pasando las sesiones. Sin gritos ni acusaciones amargas. Eran poco más que charlas de amigos o diálogos informales donde –pese a ello- todo avanzaba. La pareja notaba los avances en la relación diaria.
Cuando habían pasado unos seis meses, un día la terapeuta se sentó y le dio a él la nota que ella había escrito.
Y viceversa.
“Me gustaría, María Elena, que usted nos leyera en voz alta lo que escribió su esposo acerca de sus virtudes”.
Ella empezó a hacerlo y a los pocos minutos, las lágrimas rodaban por su mejilla e inundaban de amor perdido su corazón.
Cuando le tocó el turno a él, el hombre resultó más flojo aún. Apenas pudo terminar el cuarto renglón y ya lloraba como una criatura.
La psicóloga se puso de pie. Los instó a abrazarse y les abrió la puerta de su consultorio y los dejó marchar.
-Los espero la semana que viene… -les dijo con su voz calidad y afectuosa, aunque ellos casi no escuchaban.
Ese día hicieron el amor como hacía años no lo hacían, en forma adolescente y desaforada.
Y por supuesto, siguieron yendo a ver a la querida Raquel que les tenía un verdadero aprecio personal.
“Hola Ma! Cómo están las cosas por allá. Acá se va el verano. Todo está tomando un color amarillento pero Paris es muy linda en esta época. No sabés! Espero que vos y papá puedan visitarnos pronto. Más ahora que….
“Tan-ta-taaaan!!!! Qué emoción, eh!””
María Elena empezó a notar que el pulso se le aceleraba y que las líneas se le cruzaban.
Intentó seguir leyendo.
“Tengo un retraso y hoy me hice el test… mamá! Mientras escribo espero las rayitas… Así que pronto podré decirte qué salió”…
Y ella pensó: “Oh, no! A ver con qué sale…”
“Vos sabés mamá, que al principio me costó adaptarme, no tanto por Gilles con el que parece hubiéramos vivido toda la vida juntos. Pero Francia era extraña para mí. Pero ahora ya siento que va a ser mi lugar en el mundo… ya me manejo bastante bien con el idioma, y me presenté para tratar de ingresar en La Sorbona. Veremos. Gilles me dijo que hay otras casas de l’enseignement supérieur donde podría hacer una carrera. Así que estoy entusiasmada, eh”
“Bueno, esperame que voy a ver el Eva Test…”
A esa altura María Elena no podía más…
“¡Mamá… vas a ser abuela!!!!!”
“Oh, acabo de hablar con Gilles y ya le avisé. Me dijo que viene corriendo para acá. Le dije ¿para qué? Y sabés qué dijo el loco este. “Para abrazar a mi gran bailarina mágica..” ¿Vos podés creer que sigue acordándose de nuestro baile en Corpus… Ja-ja. Hay que decir que fue buenísimo. Y el Turco ése que que quería hablar con Papá para ‘arreglar’ el casamiento entre él y yo… ja-ja. Qué momentos, por Dios…”
“Bueno mamita querida. Por ahí a la nochecita nuestra que son como las cuatro de la tarde de allá, hablamos,… ¿qué te parece, ABUELA? Ja-ja.. hoy soy muy feliz, viejita querida!!!:”
Y así, rapidito se despedía.
Ahí mismo, tomó el teléfono y llamó a su trabajo.
-Agencia de Seguridad Ge-y-Cé, buenos días, en qué puedo servirle…
-Karen,… pásame con mi marido… por favor.
Se escuchaba un ruido en el aparato y el tubo se alzaba. Gómez Cervinho había dejado la fuerza y había puesto una agencia de seguridad. LE iba muy bien. Y no tenía las presiones de su anterior trabajo. “Los chorros son más fáciles que los narcos y los contrabandistas” parecía ser su reflexión tras el tiempo transcurrido.
-Hola, ¿cómo va todo, viejita?
-Hola, abuelito… ¿a que no sabés quién me escribió? Antes decían que los niños llegaban desde Paris en cigüeñas,… bueno, parece que ahora, los niños nacen directamente en París…
-¡Quéeee! ¿Vos me estás hablando de Linda y Gilles, tal vez? Ja-ja. No me digas que nos van a hacer abuelos… ¡Ya era hora! Yo pensaba que el franchute ese tenía cerrada la fábrica, por Dios… Y que solo disparaba balas de salva…Cuatro años tardaron!!!.
-Pedro. ¡Te prohíbo que hables así de tu yerno! Es el único que tenés y es una buena persona… Si, está bien. Llevó a nuestra hija muy lejos… pero sabemos que ella está bien y es muy feliz…
-¿En serio que están esperando un bebé..?
-Siiiiii! Me lo acaba de confirmar Linda…! Y me dijo que después para media tarde quieren ambos charlar con nosotros… ¿Vas a poder estar?
-Pero, claro, mujer. Hoy no hay demasiadas urgencias. Acordate que aquí YO soy el jefe… ja-ja
-Buenísimo. Así charlamos con ellos… ¿Qué te parece? ¿No te gustaría pasar un otoño en Francia o tal vez la Navidad blanca en la Torre Eiffel o el año nuevo en la Ciudad Luz”…
* * * * * * * * * * *
Al nuevo jefe de Prefectura le costó un tiempo acostumbrarse a las características del lugar. Pero vino a reemplazar a un tipo tranquilo y muy apreciado como Gómez Cervinho. Así que el tiempo de adaptación se hizo con el saliente en funciones y pudo interiorizarse de las características de sus funciones.
Las embarcaciones poseían un equipamiento tecnológico digno de las necesidades de la fuerza y pudo comenzar sus funciones con todo el apoyo.
Ya sabe que los grandes temas con los que deberá confrontar serán el contrabando y el narcotráfico. Pero que no puede soslayar –además y como si fuera poco- la cuestión del abigeato. Los ganaderos que tienen campos en las riberas saben que muchas veces los robos de animales pueden venir por el lado del río. Es un aspecto que no podrán descuidarse.
Pero, claro. Lo importante era lo importante.
Cuando el flamante jefe llegó, aún se hablaba del operativo llevado a cabo en forma conjunta con otras fuerzas durante la época del final de mandato de Gomez Cervinho que terminó con la captura del jefe narco y sus secuaces en una playa de San Ignacio.
Todo esto había tenido trascendencia nacional porque se había visto potenciado por la casual transmisión de un equipo de la televisión oficial que se hallaba filmando en la localidad y pudo poner un equipo en la zona del Teyú Cuaré y con ello llegar al país y lograr captar el momento preciso en que los maleantes –luego de negociar con un desconocido- intentaban la huida. Pero las fuerzas del operativo conjunto realizaban una notable maniobra de ataque con pinzas que incluyó la inutilización de las naves de los integrantes de la banda de Zosa Guarencio. Las explosiones de varios motores fuera de borda produjeron un verdadero impacto en la transmisión, ya que hubo disparos y –eso sí, fue notable- muy pocos heridos.
Es que las armas de las fuerzas conjuntas buscaron inutilizar el escape mientras lanchas de Prefecturas de Argentina y Paraguay terminaban llegando a la playa y producían el cercamiento de los maleantes.
En ese punto, con altavoces, se pedía la rendición de los integrantes de la banda de Zosa Guarencio.
Y con éste a la cabeza, uno a uno, todos fueron dejando sus armas en el suelo y entregándose a los miembros de las fuerzas conjuntas.
Todos fueron juzgados y terminaron en prisiones federales de Argentina.
La transmisión tuvo un rating altísimo por el horario matinal y porque la TV oficial no solía alcanzar esos niveles en casi ninguno de sus programas.
El productor y el jefe de Programación recibieron sendos ascensos por la decisión.
Eso sí, nunca más volvieron a tener semejante nivel de audiencia. El rating no los volvió a acompañar.
Era muy difícil competir con las otras señales, decían consolándose en el canal.
Lisa Cuntres tuvo un desencuentro con César Rendón y terminaron peleados.
Luego ella dejó el noticiero y pasó a conducir un ciclo semanal acerca del rock nacional. No estaba satisfecha con esta situación pero era lo que pudo conseguir. Aceptaba la situación como profesional y esperaba una nueva oportunidad. Hacía además locución en una radio pequeña.
En tanto, Rendón ascendió a director del noticiero. Muchos sospechaban –y no sin razón- que la cobertura del caso San Ignacio había tenido que ver.
De San Ignacio, la historia más increíble la produjeron tres personas que se hallaban en un túnel en el predio de las Ruinas.
Aunque dijeron estar perdidos, afirmaron haber oídos unos disparos y explosiones (se supone que de las lanchas de la gente de Zosa Guarencio) y que guiados por estos sonidos pudieron ir hacia la superficie.
La mala fortuna hizo que cuando emergieran en el predio fueron capturados por la policía que ya estaba alerta de los problemas que había habido en el lugar de transmisión del programa de televisión.
Fueron identificados fácilmente por las filmaciones como los que buscaban –con armas en la mano- a Linda Celeste y Gilles.
Y luego, la joven pareja se acercó en el juicio a confirmar que habían sido sus captores.
Terminaron en el Penal de Loreto luego de ser condenados por los crímenes de secuestro y retención de menores (Linda tenía en ese momento 17 años) y otros delitos menores.
Dicen que dijeron al salir:
-Bah…en ese túnel lo único que había eran unos libros todos guardados ahí…
El Historiador Alberto Nizpoet y el Antropólogo Leonardo Ranhes volvieron a encontrarse en un canal local e intentaron reeditar el duelo intelectual que sostuvieran cuando fueron tan famosos. Como ya tenían cierta fama por discutir al aire en una transmisión nacional, se pensó que podían tener un atractivo adicional.
Lo interesante es que en esta ocasión, Nizpoet atacó con otra propuesta acerca de los personajes que habían visto como el hombre del sombrero. Así desarrolló la teoría de los sobrevivientes del Graf Spee y desechó la de Borman. En 1943, el acorazado alemán con ese nombre había producido verdaderos estragos en la flota inglesa. Y varios buques británicos lo persiguieron por todo el Atlántico. Y al llegar a esta región, se produjo la Batalla del río de la Plata. Allí muchos de los marinos alemanes bajaron de su barco y quedaron en Argentina. El Graf Spee fue hundido. Pero varios de sus sobrevivientes terminaron en Misiones. Según Nizpoet había testimonios claros en ese sentido. Y como no podían vivir en territorio argentino, se instalaban en embarcaciones ancladas y así podían seguir viviendo en estos lugares. Según Nizpoet había testimonios que uno de ellos terminó viviendo en San Ignacio y que bien podía ser el dueño de la casa y familiar de quien habían visto por el playón principal de las Ruinas.
Su teoría no tuvo mayor aceptación.
El Antropólogo Ranhes tan solo escuchó y agregó algo acerca de la teoría del Estructuralismo francés: Claude Levi Strauss –destacó- estudió las culturas primitivas de esta región. En especial en una zona cercana de aquí con sociedades ágrafas, al igual que la guaraní. De allí que sus conclusiones sobre los mitos pueden seguir siendo válidas para este caso.
-¿Y cuál es la conclusión? –Que todo pasa y todo es humano… (?)
* * * * * * * * * * * *
El viaje del tatarabuelo de Kattingenschen.
El hombre del sombrero y su hijo esperaron en las afueras de San Ignacio Miní. Sus caballos descansaron y ellos pudieron ver cómo era el movimiento de la misión que estaba finalizando su existencia como tal.
A la mitad del segundo día, Tadeus Reinert se despidió de sus colegas y de los guaraníes que lo conocían. Se les unió y partieron. La idea era sencilla. Acompañar el movimiento de despoblamiento y unir todas las misiones mientras se producía la partida de los Jesuitas. Que estaban mal. Porque no tenían lugares para dónde ir. El hombre del sombrero amaba la selva de esta región y podía manejarse casi a ciegas por los trillos y caminos que unían las distintas misiones.
Así fueron pasando los meses y los años. El terceto hacía su recorrido por las distintas reducciones. Que ya iban mostrando el vestigio de abandono. Su gran alegría era ver cómo su hijo iba adquiriendo sus cualidades. Volvieron a Santa María como primer destino y pudieron enterrar a todos los muertos, pese al hedor existente y salvando a algunos cadáveres de la depredación de los animales salvajes. EN todos los casos, pudieron erigir cruces para señalar el último reposo de todos esos valientes que habían dado sus vidas para defender una forma de vida que ya se estaba terminando. Ya viejo, pudo conocer a su nieto. Y pudo trasladarle la historia familiar. Cómo él, un Von Kattingenschen había nacido en Europa y había venido para estos lugares. Sabía que la tradición de seguir viviendo en las selvas misioneras no sería abandonada por su progenie. Estaba en su sangre y lo amaban. Amaban esta tierra maravillosa, amaban a estos guaraníes y a todos los que vivían por allí. Amaban lo salvaje y agreste de la selva y tenían ese mandato: cuidar lo que tanto había costado conseguir. Para eso estaban ellos. Para cuidar este tesoro invalorable que había en esta tierra.
Ya a comienzos del siglo XIX vendrían los sabios y exploradores y seguirían hallando señales de la presencia del grupo. Por aquí y por allá, seguían andando por las selvas.
Los guaraníes iban dejando este ambiente y se trasladaban a las ciudades. Asunción, Corrientes, Yapeyú constituían los destinos. Pero otras parcialidades empezaban a aparecer. Los Cainguás y los Mbyas ocupaban estos territorios. Todos seguían buscando la Tierra Sin Mal y todos –sin distinción- respetaban a estos hombres que eran vistos como enviados de Tupá. Y el que tenía su sombrero alto y su bastón era el más apreciado de todos. Y ellos tenían que custodiar todo eso que no se había podido llevar consigo su gente.
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Gilles abraza a su mujer. Y ella lo desafía.
“Pensar que una vez te metiste en un socavón. Y después me llevaste a mí ahí. Y anduvimos bajo tierra. ¿En serio buscabas tesoros, vos?” , lo abraza y le acomoda el pelo que cae sobre su frente y tapa un poco su ojo izquierdo.
“Pero claro mujer… Cuando salí del túnel… me encontré con vos. Fuiste, sos y serás el gran tesoro que encontré, no crees…que hallé el mayor tesoro que nunca podría haber pensado siquiera?”
Luego de su traumática experiencia con el encuentro final con su tío tatarabuelo, Ernesto Kattingenschen dejó la redacción del periódico donde trabajaba. No se supo más de él. Pero recuperó las pertenencias de su tío. Consiguió arreglar el camioncito y hasta se compró un sombrero a los Mbyás que venden sus artículos en la entrada de San Ignacio Miní. Ya todos lo conocen. Es el nuevo Yay Yateré de San Ignacio.
Y, dicen algunos fabuladores de la región que continúa con una tradición. Él no se preocupa por desmentirla. Todos dicen que él sigue custodiando el gran secreto de los Padres Jesuitas.
1768
-Así que los alquimistas le pasaron algunas fórmulas
-Algo así. El conocimiento siempre es acumulación de información, cotejo, comparación, prueba y error; volver a empezar, volver a fracasar…
-¿Por qué me dice eso?
-Sencillo: nada se llegó de golpe. Hay algunos descubrimientos sorpresivos en el mundo de la ciencia y el conocimiento, pero la mayoría de las veces, todo avanza lento, con la parsimonia con que los árboles empiezan a foliarse, y luego aparecen las flores y más tarde muchas de estas fructifican…¿me entiende?
-Mmmmhm… más o menos. ¿Qué tiene que ver eso con los libros que aquí llevamos?
-Usted habrá notado que su peso no se equipara con su volumen, ¿verdad?
-Sí, son libros normales pero pesan mucho más…
-¿Probó abrir alguno…?
El hombre tomó uno mientras Tadeus lo miraba con paciencia y una media sonrisa en el rostro…
-Ohhhh! -fue toda su expresión
-¿Se da cuenta?, insistió el cura
-Eso que brilla…¿es lo que sospecho..?
-Sí, es oro…
-¿Cómo lo lograron?
-Una de las ideas con que nos esperanzamos por años era imprimir letras de fino oro sobre el papel. Eso acarreó ingentes horas a nuestros sabios…
-¿A los alquimistas?
-…Bueno, sí. Ellos sabían de todo un poco. También fabricaron la imprenta con moldes. Pero no hubo caso
-¿Y, entonces?
-Se decidió probar con elaborar finas hojas de metal e intercalarlas dentro del los libros de Catecismo…
-Eso fue un gran trabajo…
-Efectivamente y llevó mucho tiempo…¡pero se logró!