Luego de probar por años lograr el embarazo Martín y Hada, correntinos ellos, decidieron apostar por la adopción. Pero un juez les dijo: eso del niño recién nacido y solo es más ficción. Lo que hay son chicos grandes y muchas veces vienen con hermanos
“Cumplimos 15 años de casados sin armar la familia soñada, pero con el deseo intacto”. Desde el principio de su relación, Hada y Martín coincidieron en una ilusión: formar una familia “con tres hijos”.
Viven en Santa Ana, un pueblito a quince kilómetros de la capital correntina. Él Martín Branchi tiene 47 años y es correntino. Conoció a su esposa, Hada Irastroza, cordobesa de 50, en 2008, cuando él trabajaba en la sección de personal de un hotel y ella estaba a cargo de la decoración del mismo. Ambos habían pasado los 30. “No teníamos matrimonios anteriores ni hijos. Así que nos casamos al año siguiente”, cuenta Martín, que es asesor en Recursos Humanos en el Poder Judicial de Corrientes, en empresas y en una universidad privada, donde da clases dos veces por semana. Hada, por su parte, se encarga de proyectos de gestión cultural en las provincias de Corrientes y Córdoba.
La emotiva historia fue rescatada por Hugo Martín para Infobae. Y vale destacar el detalle: cuando se piensa en adopción, cualquiera imagina a un bebé recién nacido o alguien muy pequeño. Y uno solo. Pero casi nadie tiene en cuenta las otras variantes: varias criaturas y de edades más grandes. Esos, muchas veces debido a esa fantasía, tienen destino de olvido en hogares de acogida o casas para cuidados institucionalizados.
Y fue el propio Martín que lo puso en palabras lo que muchos piensan: “Para mi, adopción era igual a bebé. Hasta que nos sentamos con un juez que nos dijo ‘no es real lo del bebé. Nosotros trabajamos con niños que están en hogares, institucionalizados. Esto no es un market place donde dejan bebés’. Entendimos que hay niños grandes para adoptar, chicos que tienen pocas chances de salir de ahí porque nadie los quiere, nadie postula con ellos. Y cada cumpleaños están más lejos de vivir en familia. A mí me cambió mucho la mirada. Y si queríamos tres hijos, empezamos a pensar en hermanos en lugar de hacer una adopción por vez. Fuimos por estos niños, los que hay en convocatoria pública”.
Y así, cambiada la actitud, lo siguiente fue mucho más rápido.
Como no querían el bebé pequeño y solito, Martín y Hada consiguieron la guarda de los tres hermanos con rapidez. Fue en febrero de 2024. “Nos metimos en la página de adopción donde están las convocatorias de todas las provincias
(https://www.argentina.gob.ar/justicia/adopcion/buscamosfamilia).
“Buscamos tres hermanos y encontramos a estos chicos de Zárate. Además, coincidían con las edades de los primos que tienen en la familia”.
Y ahí estaban ellos: una chica 13 y una nena de seis años y un varón de ocho que no pueden ser nombrados ni mostrados porque legalmente no tienen la adopción plena)
En marzo viajaron a Zárate y tuvieron la primera entrevista en el Juzgado de Familia 2 de esa localidad bonaerense, a cargo de la jueza Ana Coarasa. En abril fueron elegidos. En mayo conocieron a los chicos. Y en julio ya vivían con ellos. “Como te dije, fue rápido porque lo hicimos por convocatoria pública. El juzgado tiene 15 días para responderte si te considera o no. Vos tenés las riendas del proceso: te van a evaluar en dos o tres rondas, sin que aún conozcas a los chicos ni siquiera por fotos, y te dicen ‘sí o no’”, explica. “Vos te los vas imaginando. Pero hay incertidumbre cuando vas al primer encuentro. Cómo será, cómo se van a sentir…”, indica.
El encuentro (tan temido, tan esperado)
Finalmente, llegó el día tan esperado. “Estábamos parados en la esquina del hogar, aguardando para entrar a conocerlos. Nos pidieron que llevemos algo rico para el desayuno. Fuimos con unos sandwichitos. Nos miramos con Hada. Los dos éramos conscientes que nuestra vida estaba a punto de cambiar para siempre. Fue hermoso. No hubo necesidad de romper el hielo. Se rompió apenas atravesamos la puerta. Los tres vinieron a abrazarnos. Como si nos dijeran ‘los estábamos esperando’. Teníamos una hora para estar y nos quedamos cinco”.
Martín destaca: “En el encuentro había una psicóloga muy buena, Florencia Alonso, que amenizaba: ‘¿por qué no les cuentan a Martín y Hada su color favorito? ¿Qué comida les gusta?’. Fue una emoción enorme. Y después de los primeros 15 minutos, nos pusimos todos a dibujar. Compartimos las hojas. En media hora tuvimos cinco dibujos hechos por los cinco: una familia, un puente, una ruta, un paisaje. Cuando hicieron la casa se dibujaron con nosotros y anotaron: mamá, papá y sus nombres. Fue súper natural. Eso, a 40 minutos de conocernos. Hoy, esos dibujos están en sus habitaciones, clavados a unos corchos Los chicos tuvieron una buena onda tan grande que pasamos del desayuno al almuerzo. Después jugamos afuera a la pelota, escuchamos su música preferida en Spotify. Y al día siguiente volvimos y fuimos a pasear a un parque. Los evaluadores hicieron un gran trabajo para encontrar el match (o sea la equiparación de ambas partes)”.
Durante cuatro semanas, los Branchi visitaron a los hermanos en el hogar de Zárate. Les permitieron quedarse con tres días con ellos en una estancia cercana, donde paraban. “Lo pasamos muy bien. Nos divertimos mucho. No era nuestra casa, pero era un lugar parecido. Porque Santa Ana es un pueblo rural, de calles de tierra”.
Allí, Martín vivió un momento que lo conmovió y lo hizo creer aún más que estaba en el camino correcto. “Coincidió que ese domingo era el Día del Padre. Yo no tenía ni idea si me iban a decir ‘feliz día papá’ porque apenas me conocían. No tenía expectativas. Pero cuando me levanté, encontré un regalo hecho por ellos: una remera para dormir, que dibujaron y decía ‘feliz noche, papá, te amo’. No lo podía creer…”.
El 2 de julio, los chicos partieron junto a sus padres hacia su nueva vida en familia. Había inseguridades y vivencias. Los dos más chicos mostraban más entusiasmo, por el viaje en avión, algo que nunca habían hecho, y lo que se les venía. Con decirte que entraron al avión y fueron corriendo a buscar lugares vacíos, como si fuera un colectivo. Conocieron el aire, las nubes, estaban felices. Pero la vivencia de una adolescente es distinta a la de un niño. La mayor me confesó ‘tengo miedo de todo’”.
Ni Martín ni Hada ahondaron en la historia previa de los tres hermanos. Saben que fueron judicializados en 2021 y enviados al hogar donde los conocieron. “Eso significa que alguno de sus derechos fueron vulnerados y el Estado consideró que no podían seguir con su familia de origen.
Todo parece ir por carriles normales. Tampoco los niños, dice Martín, hablan de su pasado: “No son temas que surjan, al menos por ahora. Tal vez algún comentario muy inocente al pasar, pero no desde el drama. Y no se nota lo que pudieron haber pasado. Van a los cumpleaños, están con amigos, son amorosos, cancheros y están ocupados en crecer”.
Qué hacer con tres chicos nuevos en la casa
Durante el tiempo en que estuvieron institucionalizados, siguieron sus estudios. Una de las chicas está haciendo su adaptación, y los otros dos están en el año que les corresponde. Todos estudian en Corrientes.
Según Martín, los tres tienen características distintas: la mayor “es súper inteligente, muy rápida para aprender, además de ser muy cariñosa”; el único varón, el hijo del medio, “es un amor, siempre muy pendiente de sus hermanas y de la casa. Todo el tiempo busca en qué ayudar, en acompañarme a la ferretería si hay que arreglar algo. Es alguien de acción”; y la más chica, “es la más consentida, la mimada. Le encanta pintar con acuarelas, se nota un talento ahí”.
Educar es poner límites. Y eso lo saben aunque no tuvieron hijos antes. “Tomamos decisiones sobre qué habilitarles y qué no. Por ejemplo, el uso del teléfono celular. Aprendemos los límites, cosas de la organización familiar. Y siempre desde lo que somos nosotros. Nunca quisimos disfrazarnos de gente que no somos. A mí no me gusta el fútbol, y a mi hijo sí. Y no me quise disfrazar de futbolero para cumplirle esa ilusión. Pero su tío sí lo es, su abuelo sí lo es. Encima es de River y toda mi familia también. Así ve los partidos con ellos, por ejemplo”.
“¿Vamos a casa?”
La reflexión final es un claro mensaje: la deja Martín: “¿Cómo podemos hacer para que más gente considere esta posibilidad? Veíamos a los chicos en el hogar y pensábamos: si tan solo otras diez parejas hicieran lo mismo que nosotros, todos esos chicos tendrían una familia”.
La necesidad de tener una familia está: Pese a esas teorías marxistas que decían que era un invento valga este relato.
“Habíamos salido a pasear por primera vez después que nos los entregaron en guarda -recuerda Martín. Estábamos en una especie de feria, había muchísima gente. Entonces, el varón le tomó la mano a Hada y nos dijo ‘Ma, pa, ¿vamos a casa?’. Me impactó. Que ellos sintieran esa familiaridad de decir volvamos al hogar, a dónde queremos estar. Fue muy lindo y lo voy a recordar por siempre”.
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