Fue un colono que a través del Movimiento Agrario de Misiones realizó las reivindicaciones para el sector. Y se animó a ponerse al frente. Cuando las papas quemaron, no huyó (hubo otros que sí). Trató de quedarse en su tierra. Fue detenido, torturado y muerto por las fuerzas de la dictadura. El libro “Cosecha de injusticias” recupera su historia y la Misiones de hace 50 años
La vida, pasión y muerte de Pedro Peczak, militante con fuerte sentido religioso de la vida, acento en lo gremial y participación en lo político de Misiones le sirvió a Eduardo “Balero” Torres para reconstruir de manera minuciosa y con el detalle del artesano qué ocurrió en Misiones desde fines de los años 60 hasta la llegada de la dictadura militar en 1976. El padre de Pedrosse había instalado en Zamambaya (nombre que remite a una especie de helecho invasor de los yerbales) y que estaba a unos 20 kilómetros de Oberá. Había viajado con un cura a Apóstoles donde estaban “las polacas” y en la familia Derkach pudo conocer a la que sería su esposa. “Acá, se casa primero la mayor”, dijo el viejo Derkach. Por suerte Cirilo (tal el nombre del futuro padre de Pedro) le gustaba María quien era la mayor. La dote consistió en diez ejemplares vacunos que tardó varios días hasta llegar a su chacra. Era un hombre nacido en Galitzia una zona pobre de Ucrania que pertenecía al entonces imperio Austro-Húngaro. Tenía formación universitaria y de alguna manera se hallaba frustrado por su destino de agricultor. No era lo que hubiera querido pero así fue.
En Misiones donde se instaló obtuvo un cargo de oficial del cuerpo de policía rural del Territorio nacional. Así pudo desplegar sus conocimientos universitarios: leía cartas que llegaban de Europa, hacía trámites para los residentes, se sentía útil con sus conocimientos aprendidos y era apreciado por la comunidad.
Ya en los años 30, con el ingreso de unos 5 millones de kilos de yerba canchada del Brasil el interior de Misiones comenzó a rebelarse. Y allí se dio la primera irrupción de “infiltrados” que llegaban de las grandes urbes para levantar a los chacareros. De esas chispas, estos fuegos: así surgieron los primeros movimientos agrarios y también la represión: un a extensa sequía sumado a los bajos precios del tabaco terminó originando protestas y la famosa Masacre de Oberá.
Esos años intensos tuvieron movimientos rurales que convocaron a los colonos misioneros terminaron plasmándose en el Movimiento Agrario de Misiones (MAM) y su activismo político cargado de reclamos y propuestas forman parte del libro de Torres. Fue su primera obra y está perfectamente documentada.
El MAM constituyó el vehículo para reivindicar los reclamos del sector primario de Misiones. Y de a poco, Peczak fue involucrándose en ese accionar de llevar la representación de los colonos de la provincia. En 1971 irrumpe el MAM para ello.
Durante años, Torres fatigó (verbo borgiano, si los hay) los archivos de El Territorio que era uno de los pocos registros testimoniales sobrevivientes de esos momentos. Así le fue dando forma a su obra.
Luego vino la etapa de las entrevistas y notas.
Muchos, como el propio Peczak ya no estaban más Algunos, luego de las torturas y tormentos crueles habían vuelto a sus vidas en las colonias o ciudades de la provincia. Otros continuaban sus vidas en el exilio.
Así, con la paciencia de un orfebre, las historias fueron tomando forma hasta adquirir la forma de un libro.
En aquella época, se registró la llegada de los formadores ideológicos de Buenos Aires o grandes centros urbanos. Tipos preparados que en dos horas de “bajada de línea” podían transformar a cualquier desprevenido en un militante jugado y dispuesto no solo a jugarse por su gente sino directamente a tomar las armas y salir a combatir desde la guerrilla, poner bombas y producir terror.
Esa fue “la juventud maravillosa” a la que tanto se alabó durante casi dos décadas. No querían otra cosa que una patria socialista y la verdad es que los pobres colonos de Misiones (tal el caso de Peczak) nunca tuvieron esa intención.
Ellos, apenas, querían un poco de mejor precio para sus productos y un buen mate bajo la sombra de un árbol en verano. Nunca les interesó eso de la “patria socialista” ni esos melindres de las grandes urbes… pero pagaron con su vida adherirse a ese movimiento. Los otros, esos que con el “pico” te calentaban la pava en un ratito... muchos de esos escaparon rápido como laucha por tirante.
Muchos de esos ideólogos fueron los primeros en huir cuando la democracia tambaleó en 1976. Y tuvieron un buen pasar en el exterior como asilados políticos. Y durante el gobierno menemista terminaron cobrando recompensas fabulosas (se resarció a cada exilado con unos 200 mil dólares).
Pero muchos pobrecitos que no pudieron huir, que no la vieron venir
–como en el caso de Peczak- pagaron con su vida la osadía de salir a defender a los colonos y la producción misionera. Quedaron mezclados: ellos no eran socialistas; eran cristianos por vocación y por tradición. “¿Cómo íbamos a querer el socialismo si en nuestras patrias de origen (Rusia, Ucrania, Polonia) habíamos sido sometidos y tuvimos que huir?”, respondían con sensatez cada vez que se les consultaba acerca de sus intenciones.
La sed de sangre de las fuerzas que tomaron el poder en 1976 se sació con los pobrecitos que andaban escondiéndose en sus chacras y que eran capturados como un tatú en su hueco.
Con los nombres reales de represores y reprimidos, el detalle de los hechos, y la interpretación de sus causas históricas y sociales, este libro cuenta cómo y por qué la provincia se tiñó de sangre cada vez que hubo reclamos de los colonos y por qué es necesario, para que nunca más ocurran, conocer estos sucesos en los que el idealismo, la abnegación y el valor confrontaron con la brutalidad del crimen organizado desde el Estado.
“Cosecha de Injusticias” es, en definitiva, el testimonio irrefutable de un período de nuestra dolorosa y contradictoria historia. Un documento que no puede ignorarse sino a riesgo de volver a cometer los mismos errores.
En 2017, el libro Cosecha de Injusticias obtuvo un reconocimiento de la Sociedad de Escritores de Misiones, encabezada a la sazón, por Aníbal Silvero.
Este libro va más allá de los aspectos biográficos y de ese período en particular. Entrelazándose con la abnegada y torturada vida de Peczak, el lector asiste a los motivos profundos por los cuales Misiones, como abigarrado mosaico de culturas, generó un movimiento agrario combativo que dio lugar a que en diferentes épocas sufriera las más feroces represiones de que se tenga memoria.
“Hoy recuerdo ese día cuando nos trajeron el cuerpo de Pedro, mi hermano. No saben lo que fue para mi madre, todavía me embarga la tristeza, a pesar de los muchos años transcurrido, porque no se puede creer que un argentino haya hecho lo que han hecho con el cuerpo de Pedro. No teníamos consuelo en ese momento, le pedíamos a Dios que nos saque la vida”.
Así recordó Ana, la hermana de Pedro Orestes Peczak a las familias de Los Helechos que también sufrieron esos duros momentos. Fue cuando se inauguró la plaza del Anfiteatro como un recordatorio de Pedro Peczak “Solo por querer buscar justicia terminaron torturados, desechos, desaparecidos y muertos”.
En marzo de 1976 la Dictadura declara ilegal al MAM. A partir de ese momento Peczak y otros 400 dirigentes comenzaron a ser perseguidos. El 22 de noviembre de 1976 fue arrestado en la casa de sus suegros y torturado hasta la muerte por las Fuerzas Armadas, quienes entregaron el cuerpo mutilado a sus familiares el 17 de diciembre de 1976.
El libro Cosechas de injusticias se conseguía en los locales de librería Tras Los Pasos de Posadas y Oberá así como en los locales de California Supermercados en Posadas pero los últimos reportes lo dan como agotado. Y asimismo había algunos ejemplares en librería Tao de Puerto Iguazú, y a Renata Otto en la feria en Eldorado.