Aspasia de Mileto era brillante, genuina, bella, misteriosa, distante: una hembra dinámica e intelectual: A los 20 años Sócrates cayó a sus pies. Ella lo ignoró. Y el él se vengó. El rechazo a la mujer y todo lo que tenga que ver con lo femenino no es un fenómeno nuevo. Se llama misoginia. De hecho, se enraíza en lo más profundo de la evolución humana. Eduardo “Balero” Torres analiza sus orígenes y lo plasma en un diálogo entre el Dios Padre y Su hijo. Este es un adelanto de la obra.
La historia de Aspasia y Sócrates
Aspasia de Mileto fue la mujer más célebre de la edad de oro de Atenas: Aún siendo bella, se distinguió particularmente por su intelecto en el mismo entorno que personajes de la talla de Sócrates y Pericles.
“…Qué gran arte o poder de encanto tenía esta mujer que le permitió cautivar como lo hizo a los más grandes estadistas y le brindó a los filósofos la oportunidad de hablar tanto de ella en términos tan exaltados“… se preguntó Plutarco en “Vidas Paralelas”, la colección biográfica que escribió a finales del siglo I y principios del II, sin mucha esperanza de encontrar la respuesta, pues habían pasado centurias desde la muerte de esa mujer.
Su reputación, para bien y para mal, era tal que se llegó a decir que fue ella quien le enseñó al gran estadista Pericles a hablar y que de su pluma brotaron los grandes discursos que pronunció, incluida la famosa oración fúnebre registrada en la historia de Tucídides de la Guerra del Peloponeso.
En una sección del diálogo de Esquines conservado por Cicerón en latín, Aspasia figura como la “Sócrates mujer”, y es presentada como una maestra e inspiradora de excelencia.
Se conocieron cuando tenían 20 años. Y Sócrates la amó. Quizá en demasía. ¿Será de allí que devino su repulsa por el género ya que ella -aunque amante- nunca correspondió al amor del filósofo.
Para redondear la cuestión, el profesor de Estudios Clásicos en Oxford Armand D’Angour, quien al publicar Sócrates enamorado, puso de relieve esta cuestión. “Aspasia era una mujer brillante, genuina, bella, misteriosa, distante: una hembra dinámica e intelectual, una auténtica rara avis allá en sus fueros atenienses, una joven escurridiza y admirada por los maestros de la época que, sin embargo, ha pasado a la historia como una mera prostituta, cómo no, por la misoginia de los autores”.
Ella era una metic (una persona no nacida en Atenas) y, en consecuencia, no se le permitió casarse con un ateniense y tuvo que pagar un impuesto para vivir en Atenas, pero lo más probable es que, debido a su condición de extranjera, no se vio obligada a seguir las políticas atenienses sobre el comportamiento de las mujeres. Ella tuvo un hijo con Pericles (c.495-429 a.C.), llamado Pericles el Joven, (c.440-406 a.C.), fuera del matrimonio, les enseñó a hombres y mujeres, y parece haber vivido libremente como quería.
No se sabe si ‘Aspasia’ era su nombre real o un nombre ‘profesional’ ya que era famosa como hetaira (una cortesana de clase alta), y su nombre significa ‘saludo con cariño’ o ‘bienvenido’ o ‘deseada’ según varias traducciones. Los eruditos coinciden casi universalmente en que Aspasia no era el nombre de nacimiento de la mujer.
O como suelen decir los misioneros, Sócrates se pichó porque la mina lo dejó y empezó a escribir contra las mujeres. Vaya uno a saber. Quizá sea cierto nomás.
Una de las hipótesis más recientes fue la presentada por Armand D’Angour, quien sostiene en su libro “Sócrates enamorado” que su investigación demuestra que Sócrates obtuvo la inspiración para sus originales ideas sobre la verdad, el amor, la justicia, el coraje y el conocimiento de Aspasia de Mileto.
Aspasia venía de Mileto, la ciudad griega más grande de Anatolia hasta antes de 500 a.C., que se distinguía por sus figuras literarias y científico-filosóficas como Tales, uno de los Siete Sabios de Grecia.
Un ejemplo de como razonaba Aspasia se halla en el siguiente diálogo donde participa Jenofonte (historiador y filósofo).
Un ejemplo de Inductio se ve en el siguiente fragmento del diálogo de Esquines de Sphettus en el que Aspasia lo usa en una conversación con Jenofonte (430 – c. 354 a. C., uno de los estudiantes de Sócrates) y su esposa. Ella usa la Inductio para mostrarles que cada uno debe ser el mejor cónyuge para el otro en lugar de desear una pareja ideal:
—Por favor, dígame, esposa de Jenofonte, si su vecina tuviera un adorno de oro mejor que usted, ¿preferiría ese o el suyo?
—Ese, -respondió ella.
—Ahora, si ella tuviera vestidos y otras galas femeninas más caras que tú, ¿preferirías el tuyo o el de ella?
—De ella, por supuesto, -respondió.
—Bueno, ahora, si ella tuviera un mejor esposo que tú, ¿preferirías a tu esposo o al de ella?
Al oír esto, la mujer se sonrojó. Pero Aspasia luego comenzó a hablar con Jenofonte.
— Me gustaría que me dijeras, Jenofonte, dijo, si tu vecino tuviera un caballo mejor que el tuyo, ¿preferirías tu caballo o el suyo?
—El suyo -fue su respuesta.
—Y si él tuviera una granja mejor que la tuya, ¿qué granja preferirías tener?
—La mejor granja, naturalmente, -dijo.
—Ahora bien, si él tuviera una esposa mejor que la tuya, ¿preferirías la tuya o la de él?
Y ante esto, Jenofonte también guardó silencio.
Entonces Aspasia concluyó:
—”Dado que ustedes han fracasado en decirme lo único que deseaba escuchar, yo misma les diré lo que ambos están pensando. Es decir, usted, señora, desea tener el mejor marido, y usted, Jenofonte, desea sobre todas las cosas tener la mejor esposa. Por lo tanto, a menos que ustedes puedan concebir que no haya mejor hombre o mejor mujer en la tierra, ciertamente siempre estarán en extrema necesidad de lo que consideren ser lo mejor, es decir, que usted, Jenofonte, sea el esposo de la mejor de las esposas, y que usted, esposa de Jenofonte, sea casada con el mejor de los hombres . (Henry, 44)
Para cuando Aspasia nació, alrededor del año 470 a.C., Mileto se había unido a la Liga de Delos dominada por Atenas, tras enfrentamientos con los persas.
El turno de Balero
“Esta es una pequeña parte de mi próximo libro: ‘Finalmente, Dios se arrepintió”, adelantó Eduardo “Balero” Torres respecto a lo que se halla pergeñando.
Definitivamente, la misoginia no es nueva. Torres rastrea sus orígenes en los filósofos occidentales los que -considera- terminaron influyendo en los maestros del cristianismo, tales como Santo Tomás de Aquino y muchos santos de la Iglesia.
Así, tanto Pablo de Tarso como santo Tomás de Aquino son citados como ejemplos de odio y destrato a la mujer, su cuerpo, sus funciones en la sociedad. Y lo traslada todo a un diálogo (muy socrático, eso sí) entre el Dios Padre y su hijo Jesucristo.
–¡Me rebelan e indignan las afirmaciones de estos “Santos”, de la religión Católica, la más numerosa del cristianismo! …
- Padre, – exclamó Jesús con ojos acuosos en tanto su voz, entrecortado por el esfuerzo del llanto reprimido como si fuera un niño cuando busca auxilio y consuelo en el padre: ¿Cuál es la relación de estas aberraciones, falsas y engañosas con mi obrar y el mensaje de amor que dejé en la tierra? ¡Nada, absolutamente nada! Nada dice de la misericordia, del amor y del perdón, tampoco, nada tiene que ver conmigo lo expresado por Pablo en sus epístolas, donde manifiesta sus comentarios absolutamente misóginos, del cual no debemos extrañarnos que hayan suministrados los fundamentos para que estos “Santos” concluyan con semejantes disparates…
Las conclusiones degradantes del género femenino de estos doctores y santos de las religiones fueron influenciados por escuelas filosóficas platónicas y aristotélicas
- Jesús se sumió en un silencio prolongado para calmar su ánimo y luego, expresó:
-Padre querido, tengo la convicción, que el dolor y la decepción que sentías por el comportamiento de los humanos en la tierra incluían estas actitudes, porque no sólo desilusionan sino, que también, distorsionan, deforman, traicionan el mensaje Divino que prediqué en el obrar como pastor para cumplir el Plan Divino… Creo Padre, que las conclusiones degradantes del género femenino de estos Doctores y “Santos” de las religiones, fueron influenciados por las escuelas filosóficas platónicas, neoplatónicas y aristotélicas, quienes vivieron en una sociedad donde la mujer cumplía la función que describen nuestros “santos”, desconsideradas, menospreciadas, limitadas socialmente, permanecían en sus hogares con la función esencial de la reproducción. Para el placer, los griegos, se relacionaban con los efebos en una sociedad que naturalizó la homosexualidad aceptada y generalizada… Padre, espero que me entiendan, no soy homofóbico, pero en función del lugar que ocuparon las discriminadas mujeres griegas y el concepto de estos filósofos respecto a ellas, se comprende la influencia que ejercieron sobre los “Santos” y en la propia religión, lugar don se mantuvo durante siglos estos comportamientos.
-Antes de conversar de las mujeres estuvimos analizando las opiniones de estos “Santos” sobre el mal y seriamente inquiero, si sus perversas e infundadas opiniones sobre la mujer no es la muestra más cabal del mal, porque en su exceso de egolatría, mienten, inventan, abusan por ser considerados intelectualmente superiores y saben que lo son y creen, consecuentemente, que esta superioridad les faculta para afirmar como ciertas sus propias fantasías, frustraciones, sus resentimientos y con soberbia e irresponsabilidad, dicen lo que desconocen e inventan lo que no pueden justificar. Son soberbios con comportamientos muy parecidos a los que ellos mismos llaman demonios.- -Hijo, ¿no estás siendo muy duro en tus conceptos?
-¡No, Padre, en absoluto! Al contrario, creo que estoy siendo medianamente benigno en mis valoraciones y no los juzgaría si fuesen opiniones personales que puedan discutir en una escuela filosófica. En este caso dictaminan y propagan un falso dogma que no tiene nada que ver con nuestro obrar y sustentará las bases para la doctrina de la Santa Iglesia Católica, la más numerosa, abusando de la credibilidad y confianza de millones de fieles.
(…)
Se llega a sostener que cuando nace un
varón todo es perfecto y cuando
nace una mujer es porque el semen es débil
- Padre, si vivieran y estuvieran frente a nosotros me gustaría que me contestaran, cuáles son los argumentos para establecer que: “cuando nace un varón el nacimiento es perfecto y cuando nace una mujer es porque el semen es débil, porque el material del útero es inadecuado o por la influencia de factores externos como los vientos del sur, que hace que la atmósfera sea húmeda. Se trata de accidente”… Semejante fantasía perversa no es el resultado analítico de la espiritualidad del humano, de la fe, de lo bueno; al contrario, parece la expresión de un pensamiento prejuicioso, discriminatorio, alterado por el odio a las mujeres…
- (Esto lo dice Santo Tomás de Aquino pero se le adjudica a Aristóteles)
-Mis argumentos, Padre, se ven reforzados cuando Santo Tomás dice: “Hablando de forma estricta, cada mujer es un monstruo de la naturaleza” o cuando cita: “La mujer no responde a la primera intención de la naturaleza, que apunta a la perfección, sino a la intención secundaria de la naturaleza, como putrefacción, malformación y debilidad de la edad” y en este caso, además del agravio a las mujeres, hay un claro cuestionamiento a Vos y a tu creación, Padre mío…
Cada mujer es un monstruo de la naturaleza que apunta a la putrefacción, la malformación
y la debilidad de la edad, sostenía
Santo Tomás de Aquino
Agregado final y misionero
Consultado al respecto, el sacerdote jesuita y párroco de Virgen de Itatí en Posadas, Mario Moreira, indicó que se trata de uno de los temas muy complejos de ayer y todavía lamentablemente hoy en la Iglesia y en las religiones (ni hablar del Islam): “es algo que nos entristece y también ocurre en menor grado en la sociedad civil. Pero es un tema amplio”.
Así Moreira recomienda googlear a Eduardo López Azpitarte, jesuita profesor de moral en la Facultad de Granada y muchos años dando clases en Buenos Aires.
En definitiva hay una postura que tiene la Iglesia Católica actual y “con una visión reformista desde el Concilio Vaticano II para acá”.
Y yendo al tema puntual de Santo Tomás de Aquino, señala: “Porque con Santo Tomás (que le debemos nuestro sincero respeto) nos quedamos en la historia. Tenía grandes intuiciones pero en esta materia respondía a las mentalidades de la época”.
En conclusión, “los sacerdotes más reformistas en la actualidad, no siguen esas posturas de la edad media…”