Luego del feroz incendio de 2018 que destruyó grandes porciones de su templo y de su exterior, llega a su fin la reconstrucción de uno de los símbolos de Francia y de la cristiandad. La fecha elegida no es casualidad
Diseñada en 1859 (pero con varios siglos de existencia previa) por el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc y en parte destruida por un devastador incendio ocurrido en abril de 2019 (hace un lustro), la joya arquitectónica que permanece oculta detrás de los andamios, la catedral de Notre Dame cumplió con su fecha de reapertura: el 8 de diciembre de 2024.
La restauración de Notre Dame de París ha sido una de las principales noticias durante los últimos años, ya que representa un ícono atesorado de la arquitectura gótica, es una de las catedrales más grandes del mundo, y que forma parte del corazón de la cultura y la sociedad francesa durante 850 años.
Después de que el incendio del 15 de abril de 2019 causara grandes daños en la catedral, los franceses han estado trabajando arduamente para restaurar el lugar sagrado. A finales de enero de 2021, se llevaron a cabo los primeros pasos. Se han hecho grandes avances en la restauración de la cúpula, que fue de las primeras en ser destruidas en el incendio. Cabe destacar que alberga el espacio para 9000 personas y que sus paredes de 33 metros de altura contienen más de 3000 metros cuadrados de vitrales.
Así, ya en 2023 se había anunciado esta fecha: Los trabajadores arreglaron la estructura de hierro que rodea la cúpula y llevaron a cabo el proceso de restauración de los tejados y los muros exteriores. Además, incluye la restauración de los vitrales y de las obras de arte que fueron afectados por el incendio. Asimismo se recuperaron numerosas obras como esculturas y pinturas, que fueron restauradas a su estado original.
Se espera que la catedral vuelva a su antiguo esplendor para finales del 2024 según el presidente Emmanuel Macrón, será un hecho que recordarán durante muchos años y estarán orgullosos del resultado final.
Ahora, la agencia de noticias AFP dio a conocer que el desmontaje del andamio alrededor de la flecha de la catedral, “comenzó hace unos días” y debería ser totalmente visible para los Juegos Olímpicos de París.
La aguja de la flecha, reconstruida idéntica a la diseñada en el siglo XIX por el arquitecto Eugène Viollet Le Duc ya es visible, al igual que la corona, la cruz y el gallo.
Notre Dame es una catedral de culto católico, sede de la arquidiócesis de París, que se erige como uno de los edificios más antiguos del estilo gótico de los que se tenga registro en la historia. Su construcción (que comenzó en el año 1163 y terminó en el año 1345) está dedicada a María, madre de Jesucristo, por lo que se convirtió en uno de los monumentos más populares de la capital francesa, obra clave del gótico y testigo de algunos de los hitos más trascendentes de la historia de ese país.
Y el 8 de diciembre, día en que se recuerda la Inmaculada Concepción de María, fue su reapertura. Se trata de una fecha importante para el cristianismo, en especial, los católicos que veneran la figura de la madre de Jesucristo con gran énfasis. Y “Nuestra Señora” (Notre Dame) tuvo su gran fiesta en Paris.
El gran ausente: el papa Francisco.
Para los católicos, marca el renacimiento del corazón espiritual de la ciudad, un lugar donde se ha nutrido la fe durante siglos. Para el mundo, significa el renacimiento de uno de los monumentos más famosos del patrimonio mundial.
La liturgia, a la que asistieron el presidente francés, Emmanuel Macron, el clero, dignatarios e invitados, que sumaron unas 2.500 personas, se celebró a puerta cerrada. Participaron en la celebración casi 170 obispos de Francia y de todo el mundo, junto con un sacerdote de cada una de las parroquias de la diócesis de París y un sacerdote de cada una de las siete iglesias católicas de rito oriental, acompañados por fieles de estas comunidades.
Después de la misa, los fieles asistentes, sacerdotes, monjas y otros invitados se quedaron en la catedral, con evidente asombro. Muchos se tomaron fotos y selfies frente al altar recién consagrado, el baptisterio y los vibrantes rosetones de Notre Dame, con alegría mezclándose con reverencia. Otros se arrodillaron para rezar en las capillas dedicadas a los santos, saboreando una intimidad espiritual que muchos no habían experimentado desde el incendio.
“Volver aquí después de tanto tiempo es sobrecogedor”, dijo un asistente, que describió la misa como una ocasión tanto personal como colectiva. Otros elogiaron el profundo significado religioso de la liturgia del domingo, que siguió a la ceremonia oficial de reapertura el sábado.