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viernes, febrero 21, 2025

“Era algo azul y blanco que se cerraba y pensé en Pinocho”

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Adrián Simancas tiene 23 años, vive en Chile y le gustan los deportes acuáticos. Había salido a andar en una especie de kayak con su padre en el Estrecho de Magallanes. Luego de dos horas sintió una gran fuerza a sus espaldas. Pensó que era una ola, pero de repente una ballena de doce metros abrió su gigantesca boca y lo engulló. Solo estuvo dentro de esas fauces unos pocos segundos. (Es seguro que fueron los segundos más largos del universo). Y tras ser expulsado, se alejó prestamente mientras su padre lo guiaba

“Pensé que era una ola, pero la fuerza era demasiada. En medio de la confusión, vi algo entre azul y blanco que se cerraba sobre mí. Creí que había muerto porque un animal me había comido y, pensando en la posibilidad de estar atrapado y sobrevivir dentro de una ballena: se me cruzó por la cabeza el cuento de Pinocho. Creí que ya no había nada por hacer hasta que el chaleco salvavidas me impulsó hacia arriba”, confiesa Adrián Simancas a Clarín.

No solo el relato de Carlo Collodi (arriba), con su muñeco de madera construido por Gepetto y que es devorado por una ballena. En la mismísima Biblia, se relatan las aventuras de Jonás con un suceso similar.


Y cuando Adrián vio el video se dio cuenta de lo que le había pasado.
“Me mantuve en estado de alerta y eso impidió que me dejara llevar por las emociones”, asegura. “Estuve dentro de su boca. Fue un momento de mucha confusión. En un principio dudaba, pero al ver el video lo entendí. Desde el momento en que vi algo que se estaba acercando rápidamente, cerré los ojos. Después, sentí como si estuviera dentro de un remolino. Fue algo inolvidable, poético y revitalizante”.
El padre de Simancas es joven: Dell tiene 49 años y junto a su hijo realizan packrafting, un deporte aventura en aguas tranquilas sobre una embarcación parecida al kayak pero que resulta ser un bote inflable y liviano.


Lo de “aventura” está perfecto por lo que estaban por vivir; pero lo de “aguas tranquilas” queda un tanto más en entredicho, claro está.
En medio de la travesía, que habían iniciado rumbo a la isla Nassau, recuerda que iba remando detrás de su papá, desde hace dos horas. Estaban charlando hasta que sintió un golpe en la parte de atrás.
“Sentí una textura babosa, que me alcanzó a rozar la cara. En ese momento, cerré los ojos esperando un impacto, pero sentí más bien como que me volteaba, no que me chocaba y es en ese momento me quedé tumbado”, le cuenta a BBC Mundo el venezolano, de 23 años, desde Punta Arenas.
Habían terminado de cruzar la Bahía del Águila, cuando Dell empezó a grabar el recorrido con una cámara que lleva clavada en la popa fija del botecito para registrar la olas que empezaban a levantarse.
La secuencia de su encuentro con una ballena duró menos de diez segundos. Adrián estima que estuvo sumergido un poco más de 6 metros. En el registro de video se puede observar cómo el movimiento del cetáceo genera grandes ventanales de agua, mientras Adrián desaparece repentinamente. Al ser expulsado con su pequeño bote inflable, el joven sintió que su chaleco cumplió con su función: lo impulsó hacia la superficie en forma veloz.


Según National Geographic, la garganta de estas ballenas es demasiado estrecha como para que realmente puedan tragarse a un ser humano. Sin embargo, no es raro que, al abrir su enorme boca para alimentarse de peces u otros organismos marinos, una persona pueda ser arrastrada accidentalmente a sus fauces. En ese caso, la persona suele ser escupida de vuelta al mar, ya que el mamífero no puede ingerirla. Pero eso el joven devorado no lo sabía…
Después de haber sido expulsado por el gigantesco animal, Adrián volvió a sentir miedo en la superficie. “Mi temor era hundirme otra vez o que la ballena empezara a saltar y ese movimiento le pudiera ocasionar daño a mi papá o hacerlo caer”, recuerda.

sale a flote y se agarra de su pequeño bote


El padre le iba dando instrucciones: le dijo que se quedara tranquilo y que se aferrara al bote. “Su respuesta me trajo a la realidad, ayudó a no desesperarme y a tomar el control de la situación. Estábamos equipados para resistir la situación. Logramos alcanzar la orilla antes de sentir síntomas de hipotermia y salimos ilesos”, aseguró.
Era claro que no se trata de dos improvisados que se meten al mar. “Habíamos hecho prácticas de hipotéticas situaciones de rescate. Esta experiencia en entornos naturales, lejos de personas que puedan socorrerte, me mantuvo en estado de alerta e impidió que me dejara llevar por las emociones para poder reaccionar y apreciar mi alrededor. También fue importante la comunicación”, aclaró.
Igual: el momento dramático vuelve una y otra vez a sus recuerdos y relatos. “Pasé un segundo, dándome cuenta de que estaba dentro de la boca de algo, que quizás me había comido, que podría haber sido una orca o un monstruo marino. Pero luego, cuando empiezo a sentir que me estoy elevando hacia la superficie, que fue cuando me escupió, subí durante dos segundos y finalmente llegué a la superficie y me di cuenta de que no me había comido, de que no era un depredador…” Uf, alivio…

El padre de Simancas lo iba guiando a la costa y la salvación

“Es increíble. Cuando me iba arrastrando no sabía que eso había quedado grabado. No sabía que estaba grabando y después, casi llegando a la orilla, fue que me contó mi papá y fue también una sorpresa. Y al momento de ver el video y darme cuenta de que también había otras ballenas cerca de la zona fue también como revivir la experiencia, estar más consciente de los alrededores y no solo de lo que sentía yo en el momento. Fue muy sorprendente”.
Adrián es oriundo de Amazonas, Venezuela. Pero desde hace siete años vive en Punta Arenas, Chile, junto a su papá. En cambio, sus hermanos, Fabián (21) y Paula (14) viven en Colombia con su mamá.
Es analista, programador, técnico informático y compositor. En Spotify tiene una cuenta llamada “Andrés sin fuego” en la que sube canciones de su autoría. Entre sus hobbies se destacan los libros, los videojuegos y la escritura.
Cada dos meses suele emprender expediciones con su padre para explorar el entorno natural y poner a prueba sus condiciones físicas, y así aprender nuevas formas de atravesar los paisajes.

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