Mientras Halloween gana popularidad entre los jóvenes por su costado lúdico y comercial, representantes de la Iglesia Católica invitan a recuperar el sentido espiritual del 1 y 2 de noviembre, fechas dedicadas a honrar la santidad y a recordar a los fieles difuntos.
Cada año, la noche del 31 de octubre marca la expansión de una costumbre ajena a la tradición latinoamericana: Halloween. Calabazas, disfraces y decoraciones oscuras copan redes y vidrieras. Sin embargo, para la Iglesia Católica, estos días tienen un significado muy distinto: la conmemoración de Todos los Santos y Todos los Fieles Difuntos, el 1 y 2 de noviembre, respectivamente.

El sacerdote Alberto Barros, (foto arriba) de la Parroquia Sagrada Familia, explicó que Halloween “tiene origen en Irlanda, Escocia y Gran Bretaña, y luego se traslada a Estados Unidos”. Según precisó, “es parte de la cultura de esos países, respetable, pero no forma parte de nuestra identidad latinoamericana, que enraíza en los pueblos originarios y en la fe cristiana traída por la cultura hispánica”.
Barros destacó que el Día de Todos los Santos, celebrado el 1 de noviembre, “es una jornada en la que la Iglesia honra la santidad de todo el pueblo de Dios, no sólo de los santos canonizados, sino también del santo pueblo fiel, como dice el Papa Francisco”. La santidad, explicó, no se entiende como perfección, sino como una forma de vivir al estilo de Jesús, con pensamientos y acciones movidas por el amor compasivo, la solidaridad y la justicia. “No hay santidad cuando el corazón se llena de odio o exclusión”, remarcó el sacerdote.

El 2 de noviembre, en tanto, la Iglesia recuerda a los fieles difuntos. “Es una celebración luminosa, no de tristeza”, indicó Barros. “Recordamos a nuestros seres queridos en la certeza de que viven junto a Dios, en la alegría de la resurrección”.En la misma línea, el sacerdote jesuita Mario Moreira, de la Parroquia Itatí, consideró que ambas celebraciones reflejan miradas opuestas sobre la vida y la muerte. “Para nosotros, Todos los Santos es una jornada de conexión profunda con la fe, donde honramos a quienes vivieron en el amor de Dios, incluso a los que no fueron reconocidos oficialmente como santos”, expresó.
En cambio, señaló que Halloween “surge de tradiciones paganas y hoy se ha vuelto una festividad secular, a veces comercial, centrada en lo oscuro o lo macabro”.
Para el jesuita Mario Moreira (foto arriba), mientras la celebración cristiana promueve la esperanza y la comunidad, Halloween puede fomentar el miedo, el individualismo y la trivialización de la muerte. “La fe cristiana nos enseña que la muerte no es el final, sino una transición a la vida eterna”, afirmó.
Por su parte, la hermana Olivia Dresch, sierva del Espíritu Santo, advirtió sobre el riesgo de que las costumbres actuales pierdan su sentido religioso. “En un mundo cada vez más secularizado, Halloween tiene raíces en la fiesta pagana celta de Samhain y hoy se asocia a la magia y la oscuridad. Puede entenderse como una forma de rendir culto al mundo y no a Dios”, señaló.
La religiosa recordó que el Día de Todos los Santos es “una celebración litúrgica que honra a quienes son modelo de vida y de fe”. En sus palabras, “es importante transmitir estos valores a niños, jóvenes y adultos, para comprender que honrar a los santos es también un llamado a seguir su ejemplo y crecer espiritualmente”.
Desde distintas perspectivas, los representantes de la Iglesia coinciden en que Halloween, más allá de su costado cultural, no guarda relación con las raíces ni con la espiritualidad del pueblo latinoamericano. En cambio, las festividades del 1 y 2 de noviembre ofrecen un espacio para la oración, el recuerdo y la esperanza.
Como expresó el padre Moreira, “Todos los Santos nos invita a mirar la vida con alegría y confianza en Dios. No desde el miedo, sino desde la fe y la certeza de que la muerte es sólo un paso hacia la eternidad”.








