Se llamaban Carlos y José. Llegaron casi con el mismo inicio de la colonia fundada por Adolfo Julio Schwelm. Traían la impronta de su padre que los impulsó a completar un sueño que daba vueltas por su cabeza. Y vaya si lo lograron. Hicieron un culto al trabajo, el esfuerzo y el deseo de progreso. Llegaron a tener producción de yerba mate y cítricos, packing y concesionaria de automóviles. Según Alberto Mónaca contaban con un avión similar al del presidente de Estados Unidos
La anécdota pertenece a Alberto Tito Mónaca, un periodista de fuste, iniciado en Buenos Aires cuando trabajaba en la agencia de noticias italiana Saporiti. Por las vueltas de la vida, terminó en Misiones y recaló en Eldorado. Pese a su estilo campechano y en el límite de lo burlón, fue aceptado por una comunidad trabajadora muchas veces cerrada a los que venían de afuera («los paracaidistas», solían apostrofarlos). Pero Mónaca no se rindió y fue aceptado por la gente de Eldorado. De hecho, junto a Ernesto Eriksen (entre otros) pergeñó EcoNorte, el periódico local que venía adjunto a El Territorio los viernes. Y fue un suceso. Y además fue el que le puso la denominación «Capital del Trabajo» a la pujante localidad fundada en 1919 por Adolfo J. Schwelm. Esta es la historia. En 1956, tras el golpe militar que expulsó a Juan Perón de la presidencia, gobernaban los militares. Y el presidente Pedro Eugenio Aramburu visita Eldorado. Y allí estaba Mónaca. Y fue testigo de un hecho notable. Este es su relato.
«Era el 29 de septiembre de 1956. Eldorado cumplía 37 años. Por primera vez en su breve historia visitaba la colonia un presidente de la Nación. Se trataba del general Pedro Eugenio Aramburu que hacía pocos días había asumido esa responsabilidad. En su homenaje y, a la vez, para celebrar el aniversario, se organizó un almuerzo en la municipalidad que para esa época se hallaba en el kilómetro 2. Con ese motivo editamos un número especial del histórico periódico Alto Paraná que con gran esfuerzo lo imprimimos en tipografía, a tres colores, abrochado y con 48 páginas. No bien las autoridades se ubicaron en la cabecera de la ceremonia, me aproximé al general Aramburu para obsequiarle esa edición especial, quien al recibirlo y agradecer ese hecho histórico fue registrado por el pionero de los fotógrafos de Eldorado, ese gran amigo y colaborador que fue Helmut Faendrich».
Hasta ahí, todo protocolar. Sigue Mónaca. «Tras cumplir con el protocolo con las palabras del intendente, el amigo y solidario médico de los pobres, el doctor Raúl Enrique Prieto, lo hizo el gobernador Adolfo Justo Pomar quien, como agrimensor, había abierto la picada maestra en 1919. Al ponerse de pié Aramburu, apenas si llegó a decir “Señoras y Señores”, cuando sorpresivamente un colono, en voz alta y con ese idioma bien gringo, lo interrumpió diciendo: “Haga… después hable”.
Yo seguía detrás del Presidente de la Nación, casi pegado a su respaldo y sin que nadie me haya impedido a entrevistarlo y menos exigirme identidad o autorización para acceder a ese lugar. Lo mismo ocurrió con ese “gringo”, ya que nadie fue a abordarlo y menos detenerlo por haber interrumpido nada menos que a la primera autoridad de la República. Aramburu, asombrado de ese hecho sólo atinó a callarse y escuchar las sinceras explicaciones de ese notable gobernante misionero que fue Pomar. “General -le dijo- no piense que esa actitud es un agravio a su persona. Lo que pasa es que aquí como en todo Misiones lo que usted puede observar es el fruto de la actividad privada gracias a la solidaridad del cooperativismo pues muy poco o nada es lo que haya hecho el sector público”.

El relato finalizaba contando que pocos meses después arribaron a Eldorado funcionarios nacionales para evaluar las necesidades de la región. Fue así que al menos, se mejoró el servicio de radioconversación, ya que no había servicio telefónico y días después se comenzó a construir el puerto con muelles de hormigón armado.
¿Por qué esta anécdota? Sencillo: el que dijo «Haga, después hable» no era otro que José Zettelmann uno de los propietarios de un emprendimiento familiar que daba de qué hablar.
Y el propio Mónaca daba más precisiones para tener idea de cuán importante era lo que hacían estos emprendedores, colonos y pioneros. «Es que para esa época, a sólo 37 años de la colonia, con fe a esta bendita tierra colorada, los pioneros reinvertían sus ganancias en inversiones genuinas para crear fuentes de trabajo genuinos y contribuir al desarrollo de Eldorado. Los hermanos Carlos y José Zettelmann, desde su moderna planta industrial, en pleno naranjal en el km.4 exportaban a Alemania 350 mil cajones de naranjas “Iguazú” y con sus ganancias fundaron la empresa Aeronorte, con seis modernos aviones que hacían el servicio Eldorado, Posadas, Corrientes y Resistencia y Eldorado-Buenos Aires con un Aero Commander, similar al avión presidencial de (Dwight) Eisenhower, en sólo 2 horas 40/50 minutos, contra el hidroavión que servía a Posadas desde la Capital Federal en más de 3 horas 30 minutos».
Es por ello que el sitio de Eldorado El Faro News también acaba de brindar un homenaje en conjunto con Frances «Paquita» Lowe hija de otro pionero que hizo grande a la localidad. Todos coinciden. «Eldorado recuerda a los hermanos Carlos y José Zettelmann como referentes del desarrollo local, una historia forjada con trabajo, innovación y perseverancia. Su trayecto, desde la llegada en 1927 hasta su despliegue económico y su posterior quiebre, ofrece una visión fiel del impulso pionero que consolidó los cimientos de “La Capital del Trabajo”.
En un entorno marcado por la colonización europea iniciada en 1919 por Adolfo Julio Schwelm, Eldorado recibió en 1927 a la viuda del señor Zettelmann con sus hijos Carlos y José, quienes decidieron honrar el deseo de su padre fallecido durante el viaje y establecerse en Misiones. La colonia, formada por inmigrantes alemanes, daneses y suizos, era aún una frágil promesa de progreso emergente en plena selva misionera (El Territorio, 2019).

Y agregan: «Los hermanos emprendieron con escasos recursos, inicialmente se dedicaron la tala de madera y al cultivo de yerba mate hasta que logran extenderse al cultivo de cítricos, eucaliptos, pinos y tung. Instalando un secadero moderno, alcanzaron una producción anual notable: 1.200.000 kilos de yerba y 60.000 cajones de cítricos —naranjas, limones y pomelos—. Posteriormente, se convirtieron en agentes de Shell Mex Argentina y, en 1947, construyeron un edificio moderno para su concesionaria de automóviles Dodge».
Viaje a la génesis
La propia Paquita relata: «En el año 1919, cuando el señor Zettelmann se disponía a partir para Misiones, acompañado por su esposa y tres pequeños hijos de ambos, enfermó repentinamente, y debió permanecer en cama algún tiempo para fallecer poco tiempo después, sin haber podido llevar a término la mayor ilusión de su vida. Pero murió alimentándola, al extremo de que, convencido de que no sobreviviría al mal que lo afectaba, se despidió de la esposa, y mientras le recordaba que el porvenir de sus hijos estaba en Misiones, y que tan pronto estuviesen de edad de trabajar, debería llevarlos hacia aquellos lugares.
«Ocho años más tarde, en 1927, la viuda de Zettelmann desembarcaba en el puerto de Eldorado, para dar cumplimiento a la última voluntad de su esposo, acompañada por los tres hijos de ambos: Ricardo, de 18 años; Carlos, de 16; y José de 14.
Lo que había ocurrido después con esa viuda y esos muchachos, era lo mismo que ocurrió en términos generales, con todos los colonos de Eldorado. Adquirieron una extensión de tierra cubierta de selva; talaron árboles de maderas de ley y quemaron lo restante; limpiaron la propiedad de maleza y edificaron una modesta vivienda; abrieron picadas para comunicarse con los restantes habitantes de la colonia; se alimentaron con parte de los animales que criaban y de las hortalizas que cultivaban; sembraron tabaco, plantaron naranjas y otros citrus así como yerba mate; fueron cancelando el valor de la propiedad, adquirida a precios ínfimos, con el producto del propio suelo, y un buen día, formada la colonia, perfeccionados los cultivos, acrecentada el área de la propiedad mediante nuevas adquisiciones, y aumentaron en un mil por cien el valor de la tierra, se encontraron con que eran ricos, con que se habían convertido en millonarios».

La propia Paquita agrega: «Cuando nosotros llegamos a Eldorado y conocimos a los hermanos Zettelmann, desaparecido ya el mayor de ellos (Ricardo), eran propietarios de la Envasadora de Citrus Iguazú – a la que luego nos referiremos –, cuyas maquinarias costaban un millón de pesos, así como de 23 hectáreas cultivadas con yerba mate y 85 hectáreas que tenían plantaciones de frutas.
Los Zettelmann habían llegado a Eldorado en 1927, cuando ya la colonia estaba parcialmente formada, pues la aventura tuvo comienzo en 1919, y si bien era cierto que la financiación de tan extraordinaria empresa había estado a cargo de una sociedad comercial denominada “Empresa Colonizadora y de Explotación de Bosques, S.A”, todos sabían y recordaban que esa aventura sólo había podido realizarse merced al entusiasmo, a los esfuerzos y al lirismo de un visionario, el Señor ADOLFO SCHWELM, fallecido hacía poco tiempo en 1948.

«Llegada a término esta visita, quisimos conocer el establecimiento envasador de frutas cítricas de la Firma Zettelmann Hnos., situado también en Eldorado, y nos dirigimos a él cuando empezaba a declinar la tarde.
Ya hemos dicho, al referirnos a los comienzos de la colonización en esa zona, cómo llegaron hasta Eldorado, los hermanos Zettelmann, en compañía de la madre. Ahora deseamos decir algo de lo que vimos en los campos de su propiedad, no precisamente de las grandes plantaciones de citrus y yerba mate, sino del “Establecimiento Citrícola Iguazú”, por ellos organizados».
«El Establecimiento Citrícola Iguazú estaba llamado a impulsar grandemente la producción misionera en esa región, porque había instalado una moderna maquinaria que preparaba fruta en forma tal, que podía conservársela hasta 40 días, una vez madura, sin el menor riesgo de que echase a perder.
Antes de que la moderna maquinaria quedase instalada, y sólo hacia quince días que funcionaba cuando llegamos a ese lugar, los hermanos Zettelmann, cuyas plantaciones producían 6 millones de naranjas por año, encajonaban la fruta propia sin preparación alguna, y la enviaban a Buenos Aires, perdiendo gran porcentaje.
«Si eso ocurría con los hermanos Zettelmann, que envasaban sus frutas en gran escala, aunque por medios casi rudimentarios ¿qué podría decirse de los pequeños productores, de aquellos que habían dedicado tiempo y dinero para formar reducidas plantaciones, con la esperanza de vender el producto allí mismo?

«Gran parte de las frutas cítricas se perdían, cosecha tras cosecha, por falta de rápidos medios de transporte, y los colonos empezaban a abandonar debido a ello sus plantaciones cuando los hermanos Zettelmann les aseguraron que en un tiempo prudencial, dispondrían de una moderna planta para conservar y encajonar toda la producción cítrica de la zona.
La noticia surtió efecto, y cuando la moderna maquinaria adquirida en un millón de pesos estuvo montada a mediados del año 1950, la firma Zettelmann Hnos. disponían de seis millones de naranjas y trescientos mil pomelos en sus plantaciones, a los que sumaron ocho millones de naranjas y doce millones de pomelos adquiridos a los pequeños productores.
«El día de nuestra visita al establecimiento, las maquinarias estaban trabajando, y grandes camiones llegaban a los depósitos para dejar cargamentos a granel de frutas cítricas. Una vez allí , la fruta permanecía 72 horas sometida a un proceso de estacionamiento, con temperaturas adecuadas, y luego se la hacía objeto de la selección inicial, a fin de librarla de todo desperdicio. Realizada esa tarea, las naranjas, que era el producto que trabajaban ese día, empezaban a subir por la primera banda de selección a cuyo lado varios obreros sacaban las que consideraban de inferior calidad. Llegadas a la mayor altura de esa banda, la fruta caía a un gran tanque de desinfección y remoje; de allí pasaban a la máquina lavadora y en seguida a los cepillos giratorios, que terminaban de limpiarlas. Entraban luego al baño rectificador de color y de allí pasaban a la segunda banda de selección, frente a la cual otros obreros se encargaban de separar las frutas según su calidad. El proceso continuaba con un nuevo remoje de las naranjas, en los elevadores de agua.
«En la historia de la aviación de Eldorado no podemos dejar de mencionar a los hermanos Zettelmann. José formaba parte de la primera comisión del Aero Club y entre 1955 y 1956 instalaron una línea directa cubriendo Eldorado-Iguazú-Posadas-Corrientes, diariamente, menos los sábados. Poseyeron un aeródromo privado en el Km.4, con una pista de aterrizaje de 800 m de largo y su hangar propio.
La familia Zettelmann pariente de la familia Kirchner, compró tierra vecinas a ellos, unas 50 ha, y los hermanos Zettelmann comenzaron a trabajar como peones en las chacras vecinas, carpiendo, cortando árboles, etc. Luego instalaron un secadero y más tarde en la época del gran furor en Eldorado de las plantaciones de citrus instalaron un packing, que fue uno de los más grandes del momento en el país.
¿Qué pasó con el packing y el envío de frutas a Alemania? Una ingrata huelga de trenes de carga en 1962 frustró los envíos y Alemania decidió discontinuar las compras. En el medio, José fallece. El fin de la gran empresa iniciada 35 años antes empezaba a desvanecerse.
Pero aún tuvieron tiempo para la aviación.
Su empresa aérea se denominó Aero Norte y con el tiempo efectuó vuelos directos a Buenos Aires, en aviones muy veloces que salían de Eldorado a las 7 de la mañana y aterrizaba en Aeroparque a las 10.30, tardaban tres horas y media.
Con la muerte de don José Zettelmann la línea dejó de funcionar y solo quedó un avión que fue piloteado por Helmut «Patita» Kirchner (sí, pariente de los sureños que décadas después gobernarían la Argentina) algunos meses más, mientras hacía el servicio con el dueño con pasajeros que lo alquilaban.
Como escribe Omar Silva Olivieri en el sitio El Faro News, «La memoria local reconoce el legado de los Zettelmann. Una calle de Eldorado, Pionero Zettelmann, ubicada en el barrio Autódromo, lleva su nombre como homenaje al esfuerzo pionero y su contribución al crecimiento de la ciudad. En tiempos recientes, esta calle fue objeto de mejoras urbanas: en mayo de 2023 se instalaron luminarias LED para incrementar la eficiencia energética y la seguridad. Luego, en marzo de 2025, se ubicaron cámaras de videovigilancia como parte de una iniciativa conjunta entre la Municipalidad, la Policía provincial y la Cooperativa Eléctrica».
Y finaliza así. «La historia de los hermanos Zettelmann encarna la esencia del esfuerzo pionero que caracterizó a Eldorado: audacia, trabajo sostenido, innovación productiva y la construcción de un legado tangible. Su éxito, prolongado y diversificado, y su caída repentina ofrecen lecciones sobre los desafíos de la economía regional frente a factores externos. La continuidad de su memoria —a través de toponimia y obras públicas— refrenda el valor de recordar la trayectoria de quienes impulsaron, sin pretensiones, el desarrollo de una comunidad. Su legado invita al lector a valorar las raíces que sostienen la identidad colectiva y a considerar cómo las historias de resiliencia configuran el presente de Eldorado».










