Pablo Otero era el símbolo del empresario que se enriquecía, competía en carreras de una categoría creada por él, y gastaba dinero en abogados a mansalva: todo lo obtenía de no pagar los tributos en los paquetes de cigarrillo que su compañía Sarandí vendía. Ya se había apropiada de 1/3 del mercado y ahora no sólo deberá empezar a tributar sino que deberá dar explicaciones por una serie de maniobras con sospechas de fraude, evasión, lavado y cohecho